Una Perspectiva por Jack Kelley
Había tanta paz y armonía en el Huerto en Edén. Cada necesidad era satisfecha, cada deseo del corazón era cumplido. Los eruditos especulan por cuánto tiempo Adán y Eva disfrutaron la vida en el Huerto, pero en realidad nadie lo sabe con certeza. Yo creo que fue el tiempo suficiente como para que ellos tuvieran una perspectiva clara de las diferencias que experimentarían después de la caída. La vida en el Huerto quedó tan profundamente grabada en la memoria del hombre que ha servido de material para la mitología y ha sido el objeto de muchos libros que se han escrito desde entonces. El libro de Sir Thomas More, “Utopía”, es solamente un ejemplo de ello, a pesar de que es quizás el más famoso.
¿De Quién Fue la Decisión?
¿Qué sucedió para que Adán y Eva abandonaran el Huerto? Nada más que la sustitución de sus propias voluntades por la de Dios. Él les había dado todo, incluyendo la libertad de las preocupaciones. Él había aceptado la total responsabilidad por su bienestar, proveyéndoles y sustentándolos, física, mental, emocional y espiritualmente.
Cuando ellos empezaron a tomar decisiones por ellos mismos Él se los permitió, pero Dios también permitió que compartieran algo de la responsabilidad de esas decisiones. Esta responsabilidad compartida les produjo un sentimiento que hasta ese momento era desconocido en la creación. La palabra hebrea que describe estos sentimientos se traduce como dolor en la Biblia Reina Valera, 1960, y como dolor y penoso trabajo en la Nueva Versión Internacional. Estas palabras se usan solamente tres veces, dos de las cuales se encuentran en Génesis 3:16-17 que son unos versículos que resumen las consecuencias de sus decisiones.
A la mujer dijo: Multiplicaré en gran manera los dolores en tus preñeces; con dolor darás a luz los hijos; y tu deseo será para tu marido, y él se enseñoreará de ti.
Y al hombre dijo: Por cuanto obedeciste a la voz de tu mujer, y comiste del árbol de que te mandé diciendo: No comerás de él; maldita será la tierra por tu causa; con dolor comerás de ella todos los días de tu vida.
El otro uso de esta palabra la encontramos en Génesis 5:29 en donde se describe cómo es que el Señor va a aliviar estos sentimientos.
Y llamó su nombre Noé, diciendo: Este nos aliviará de nuestras obras y del [penoso—de dolor] trabajo de nuestras manos, a causa de la tierra que Jehová maldijo.
Lamec nombró a su hijo Noé, que quiere decir alivio. ¿Pero cómo fue que Noé le trajo al mundo alivio de esta maldición? Una forma fue que él preservó la pureza de la descendencia del Mesías, evitando el ataque sobre la humanidad que produjo los Nefilin y que contaminó el banco genético humano. Esto hizo posible la venida de Aquel que realmente nos daría el mayor alivio posible.
Pero yo creo que Lamec también sabía que Noé sería el último de los diez Patriarcas antes del diluvio universal, y puesto que le puso a su hijo Noé (alivio), el nombre de todos estos los diez Patriarcas se podían unir en una sola frase que resumiría toda la historia del Evangelio. «El hombre (Adán) es asignado (Set) un mortal (Enos) dolor (Cainán), pero el Dios bendito (Mahalaleel) vendrá (Jared) enseñando (Enoc) que su muerte traerá (Matusalén) el desesperado (Lamec) alivio (Noé)». Esta es una profecía del Mesías que tomó diez generaciones en escribirse, pero que ha traído mucho alivio al mundo porque tuvo que haber sido de parte de Dios. ¿Qué otra clase de coincidencia la pudo haber producido?
Pero el punto más importante de recordar es este. Adán y Eva aprendieron que el dolor y el penoso trabajo llegaron a sus vidas como resultado de haber buscado su independencia de Dios.
La Responsabilidad Compartida
Cuando digo que el Señor les permitió compartir algo de la responsabilidad, lo que quiero decir es lo siguiente. A pesar de que acababan de cometer el segundo más grande error en la historia del hombre (el más grande fue el asesinato de Israel de su Mesías) y a pesar de que Dios los pudo haber eliminado y haber empezado de nuevo con otro puñado del polvo de la tierra (Génesis 2:7), Él aun los cuidó y los protegió como Sus hijos.
Su primer acto de misericordia después de la caída fue proveerles alimento, a pesar de que tenían que trabajar para obtenerlo. El segundo acto misericordioso fue el vestirlos. El tercero fue enviar un querubín que guardara el camino al árbol de la vida, preservando su regreso al Huerto una vez que las consecuencias de sus actos fueran revertidas en la cruz (Romanos 8:20-21).
De ninguna manera pudo Adán haber negado el resultado de su decisión, pero debido a Su gran misericordia ellos podían aprender de la misma y de manera voluntaria entregarle su voluntad al Señor quien aun era su Proveedor (El Shaddai). Cuando lo hicieron, Él los bendijo con larga vida y muchos hijos, muestras de Su favor. Y aunque sus circunstancias fueron cambiadas para siempre, de nuevo pudieron caminar y hablar con Dios y estaban en paz con Él a pesar de esas circunstancias. En otras palabras, aun cuando ellos ya no podían volver a vivir físicamente en el Huerto, sí podían llegar a tener un estado mental como el que tenían en el Huerto.
Las Lecciones de la Historia
El filósofo alemán Hegel dijo una vez, «La única cosa que aprendemos de la historia es que no aprendemos nada de la historia». Pero en Romanos 15:4 Pablo escribió, «Porque las cosas que se escribieron antes, para nuestra enseñanza se escribieron, a fin de que por la paciencia y la consolación de las Escrituras, tengamos esperanza».
En otras palabras, las lecciones que empezaron en el Huerto aun son válidas hoy en día. Tenemos que aprender de los errores de Adán y Eva así como de la respuesta del Señor.
Como Adán y Eva nosotros somos el pueblo de Dios. Mientras nos sometamos a Su voluntad todas nuestras necesidades serán cumplidas y Él asumirá la responsabilidad total de nuestro bienestar (Salmo 37:4 & Mateo 6:31-33). Pero cuando empezamos a ejercer nuestras propias prerrogativas Él empieza a compartir esa responsabilidad con nosotros. Mientras seamos más independientes en nuestras acciones, mayor responsabilidad nos da Dios. Y junto a esa responsabilidad compartida están el dolor y el penoso trabajo.
Cuando nos rendimos de nuevo Él retoma la responsabilidad. Y puesto que Él no nos ha dado el uso total de la dimensión del tiempo, no podemos devolvernos y negar las consecuencias de nuestras decisiones independientes, pero, como Adán y Eva, podemos aprender de ellos y de manera voluntaria entregarle de nuevo al Señor nuestra voluntad Quien aun es nuestro Proveedor. Todo lo que Él requiere es que confesemos nuestros pecados y poder sentir nuestra voluntad de querer empezar de nuevo. Sus misericordias son nuevas cada día, por eso es que nosotros también podemos tener un estado mental como el del Huerto, a pesar de nuestras circunstancias, como el que tenían nuestros primeros padres.
Todo Está en la Mente
Un día, pronto, el Señor nos va a guiar de vuelta al verdadero Huerto, el del cielo. Pero hasta entonces, tenemos disponible un estado mental tipo Huerto. Estos son tiempos peligrosos y tenemos todas las indicaciones de que se volverán peores. Si usted está todo estresado por eso, quizás es que está asumiendo demasiada responsabilidad, tratando de imponer su propia voluntad en las cosas que usted no puede controlar, en lugar de confiar en Dios y vivir de acuerdo a Su voluntad. Si eso es así, entonces usted está viviendo fuera del Huerto en donde existe toda clase de dolor y penoso trabajo.
Jesús dijo, «Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar» (Mateo 11:28). Entréguele de nuevo su vida a Él y alíviese de la responsabilidad. Usted no podrá revertir los efectos de sus decisiones pasadas, pero si usted se le acerca a Él, Él se le acercará a usted y le guiará con seguridad a través de ellas. Igual que Adán y Eva, usted se dará cuenta que la vida es mejor en el Huerto, aun cuando solamente eso sea un estado mental, por el momento. Selah. 19/07/2008