Una Perspectiva por Jack Kelley
“¿Por qué se amotinan las gentes, y los pueblos piensan cosas vanas? Se levantarán los reyes de la tierra, y príncipes consultarán unidos contra el Señor y contra su ungido, diciendo: Rompamos sus ligaduras, y echemos de nosotros sus cuerdas” (Salmo 2:1-3).
En un nivel profético, los resultados de las recién pasadas elecciones en los EE.UU., tienen mucho sentido. Piensen en ello. La visión de la Administración del Presidente Bush sobre el Medio Oriente consistía en formar una cadena de robustas democracias desde Líbano hasta Irak, con sus líderes elegidos en elecciones libres los cuales disfrutarían del apoyo popular de los nuevos y prósperos ciudadanos, quienes después de generaciones de opresión se sentirían como si finalmente estuvieran en control de sus propios destinos, y quienes no desearían otra cosa sino poder vivir en paz con sus vecinos. Casi se puede gustar el sentido de libertad y de dignidad del que todos ellos gozarían. Es casi como lo eran los EE.UU. hace aproximadamente 60 años.
Si el Presidente Bush hubiera logrado mantener la lealtad de sus aliados en el extranjero y de los miembros de su gobierno en el país, estaríamos en camino de lograr que ese bello sueño se hiciera realidad.
¿Pero en dónde habríamos quedado parados en el escenario profético? Ningún líder, sin importar lo carismático que sea, jamás podrá lograr el alcance necesario para poder dominar el mundo en esas condiciones. El plan de Dios para el Fin de la Era, el cual ya está en movimiento, habría retrocedido una generación o más.
No, la visión del Presidente, no importa cuán atractiva fuera, fracasó al no tomar en cuenta un factor importante. No es lo que el Señor tenía en mente. Así que, de nuevo, un líder que profesa tener una relación con Dios, ha olvidado la cadena de mando. Dios no está en nuestro equipo. Si fuéramos lo suficientemente cuidadosos y humildes, algunas veces tendríamos la oportunidad de estar en Su equipo, pero tan pronto empezamos a marcar el juego por nosotros mismos en lugar de tomar Su dirección, Él nos sentará en la banca de un momento a otro.
Se ha dicho en muchas ocasiones anteriores que la Casa Blanca ha sido anfitrión de reconocidos eruditos en la profecía para obtener un sentido de lo que la Biblia dice sobre los Tiempos del Fin. También se ha dicho que el Presidente y sus consejeros más cercanos están tan inmersos en la Teología del Reemplazo, que todos ellos tratan la situación de Israel como un mero problema político y no uno espiritual, y, por lo tanto, han dejado que el mensaje de la profecía se les escape totalmente. Yo no se cuán verdaderas sean esas declaraciones, pero ciertamente pareciera que sí lo son.
“Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo el Señor” (Isaías 55:8). Yo puedo comprenderlos cuando arremeten en contra de las objeciones de los líderes islámicos, los cuales pagarían el precio que fuera necesario para prevenir otra sociedad democrática en su entorno. Esta es la batalla clásica entre en bien y el mal. Pero pasarle por encima a la profecía que tan claramente hace un llamado sobre el aumento de las frecuentes guerras en el Medio Oriente, las cuales pronto germinarán en un intercambio nuclear antes de que el mundo entero se involucre, es otro cuento. ¿Cómo puede uno reconciliar una cadena de prósperas democracias musulmanas al estilo occidental con esa realidad?
Por eso es que el Señor tuvo que detener la rueda de esas obras para poder obtener la atención de estas personas. Eso no fue difícil, no con la cantidad de orgullo y de arrogancia que se muestran en los pasillos del gobierno hoy día. Yo podría apostar que Satanás no tuvo necesidad de tener una conversación con el Señor como la tuvo con respecto a Job. Un pequeño y rápido mensaje pudo haber sido lo único que fue necesario para obtener el permiso para poder entrar y echarlo todo a perder.
Ese escenario de corte y corra que ya ha sido moldeado por nuestros recién electos líderes del Congreso, es solamente lo que se necesita. Según los servicios de inteligencia y de noticias que he leído, Irak, Israel, Jordania, Arabia Saudita y otros, han empezado a implementar sus planes para sobrevivir después de que se lleve a cabo el ahora cierto abandono de los Estados Unidos en el Medio Oriente. Estos servicios también han reportado que tanto los EE.UU. e Irak saben que el gobierno de Irak caerá y que el país se dividirá en varias regiones autónomas, probablemente siguiendo los lineamientos Suni, Chiita y Curdo. El Rey Abdula de Jordania ha pasado los últimos meses aislado con sus tropas preparándolas para proteger su frontera con Irak en contra de cualquier intento que él sabe que se avecina, para derrocarlo. Que los saudíes saben que sus días también están contados. Que Israel está planeando otra guerra contra Hezbolá dentro de los próximos seis meses y sabe que Siria se alineará en contra de ellos también. Que lo más seguro es que el gobierno libanés caiga y sea reemplazado por uno leal al Hezbolá. Que el sub-secretario de Defensa de Israel, ha prometido “a toda costa” prevenir que Irán se vuelva nuclear. Que la intensión que tiene Rusia de convertirse en el principal partícipe en la región ha quedado claro por las recientes acciones en Siria y en Líbano, las cuales ya hemos repasado (Vea el artículo, Isaías 17, la Cuenta Regresiva.)
Entonces, al desmantelar la Estrategia Bush para el Medio Oriente, las cosas pronto volverán a su cauce. Yo se que puedo parecer el peor de los pensadores negativos según los estándares del mundo, pero debemos darnos cuenta que Dios está muy adentrado en el proceso de realizar Su propio plan de paz en el Medio Oriente, y Su plan es en mucho, el mejor. El plan Bush, como todos los demás planes antes que ese, en realidad ha sido un estorbo para Dios pues tendría el efecto de retrasar la misma cosa por la que fue diseñado a producir. Una paz mundial duradera. La realidad es que todo lo que el hombre ha intentado evitar, sin éxito, es que será necesaria una guerra aun más horrible para obtener esa paz. Y Dios no abriga esa clase de desilusiones.
“Pues está escrito: Destruiré la sabiduría de los sabios, y desecharé el entendimiento de los entendidos” (1 Corintios 1:19). Todas aquellas personas que no están de acuerdo con los estudiosos de la Profecía de los Últimos Días nos llaman derrotistas, pero en realidad, nosotros estamos del lado victorioso. Ellos quieren que el hombre solucione los problemas del mundo porque de esa forma no tienen que depender de Dios. El depender de Dios los hace responsables ante Él, y en su manera de ver las cosas, eso es algo que hay que evitar a toda costa.
Ellos no se están dando cuenta de que el hombre no puede igualar la tarea. La historia muestra que el Siglo XX se puede caracterizar como el siglo de las guerras, interrumpidas brevemente por cortos períodos de paz. Cada nueva guerra ha sido necesaria por el fracaso del hombre de tratar el problema creado en la guerra previa. Y ahora, en el Siglo XXI, solamente Dios puede resolver los problemas del mundo y hasta que nosotros nos demos cuenta de eso, las cosas solamente se pondrán peor.
“Y Jerusalén será hollada por los gentiles, hasta que los tiempos de los gentiles se cumplan” (Lucas 21:24). Al ser Jerusalén recapturada, los tiempos de los gentiles terminaron. Dios ha prometido retroceder del cuadro ahora para resolver Sus asuntos tanto con Israel como con sus enemigos, para que la paz sea lo siguiente, y a pesar de que parezca contra la intuición, al apartar a los EE.UU. se remueve un obstáculo principal para llegar a ese fin. Los EE.UU. han sido un aliado de Israel demasiado poderoso que no ha dejado ningún campo para que Dios pueda hacer Su obra.
El declive de los EE.UU. debe de continuar hasta que los enemigos de Israel le pierdan el temor a cualquier oposición de los EE.UU. a sus esfuerzos por destruir a los judíos. Tan pronto como eso suceda, podrán atacarlos y Dios se meterá a Si mismo en la ecuación en nombre de Israel.
Como cristianos debemos de recordar que la única nación a la que se le ha otorgado un lugar en el Reino de Dios es a Israel. Obviamente habrá otras naciones presentes, pero Israel ocupará el lugar principal. Los EE.UU. han sido bendecidos porque como pueblo hemos estado del lado de Dios, y no porque Él ha estado de nuestro lado. Pero esos días se acabaron. No existe razón bíblica alguna para creer que Dios ha favorecido a los EE.UU. con un papel dentro de la Profecía de los Últimos Días. Porque si la propia nación de Dios Israel ha sido dejada a la deriva por su desobediencia, cómo no lo será una nación que no es Suya.
Con la ausencia de Israel la Iglesia ha sido el Reino de Dios aquí en la tierra, no los EE.UU. Los creyentes norteamericanos tienen una confusión al respecto. Y aun la Iglesia ha sido caracterizada como una extraña en tierra extranjera. Nuestro hogar es en la Nueva Jerusalén, no en la Tierra, y pronto iremos allí mientras Dios completa la restauración tanto de Su nación Israel como del planeta que casi hemos destruido totalmente.
“El Señor dijo a mi Señor: Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies” (Salmo 110:1). Mientras tanto, como creyentes, no somos ni republicanos ni demócratas, sino monárquicos esperando el retorno de nuestro Rey. Mientras esperamos debemos luchar por los valores que sostenemos en un clima que cada día se vuelve más hostil a esos valores. Eso significa que debemos apoyar a cualquier persona que los adopta, e igualmente importante, no darles nuestro apoyo a quienes no lo hacen. Y cuando aquellas personas de las que hemos dependido nos traicionan, como lo harán, los debemos hacer responsables por ello. Es una batalla que estamos perdiendo, llena de decepciones, pero solamente es por un ratito más.
Y no olviden. Nosotros somos parte del problema también, porque nos hemos vuelto muy confortables con lo que el mundo nos ofrece. Recuerden, estamos supuestos a estar en el mundo pero no somos del mundo. Para aquellas personas que tienen un pie en el mundo y el otro en el Reino, el próximo momento puede serles muy frustrante puesto que les será requerido que aumenten su grado de compromiso para que la puedan pasar bien.
Ya el tiempo ha pasado demasiado para que nosotros aun dependamos de nuestro salario semanal, de nuestro gobierno, y aun de nuestra constitución para nuestra seguridad, y que empecemos a mirar al que puede perfeccionar nuestra fe una vez más. Él es el único que no nos deja ni nos abandona. Él es el único que es fiel y verdadero. Y Él es el único que ha prometido velar por nuestras necesidades. Amén, si ven, Señor Jesús. 11/11/2006.