Más Allá del Diezmo … Cómo Vivir la Vida Abundante

Un Estudio Bíblico por Jack Kelley

Para que estéis enriquecidos en todo para toda liberalidad, la cual produce por medio de nosotros acción de gracias a Dios. 2 Corintios 9:11.

Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia (Juan 10:10).

Puesto que nosotros no solicitamos contribuciones por este medio, este artículo no trata de eso. De lo que se trata es sobre la increíble diferencia que existe entre las promesas de Dios y las experiencias del creyente. A pesar de contar con pasajes como Juan 10:10, el cristiano promedio no vive mejor que su contraparte incrédula, y en la opinión de muchos, él está peor. Una simple observación nos indica que aquellas personas que exceden el promedio lo hacen debido a sus habilidades mundanas más que por su vida piadosa. (Gracias a Dios algunas de ellas son lo suficientemente nobles como para darle a Dios el crédito.) Y ni siquiera queremos mencionar la porción de nuestra “vida abundante” que hemos logrado debido a la adquisición de deudas en lugar de riquezas.

Y a pesar de ello, como los partidarios del llamado “evangelio de la prosperidad” son prontos a señalar, la Biblia está llena de promesas de bendiciones materiales para el creyente. Pero resulta que ellos pueden tener la idea correcta, pero están apelando a los motivos equivocados. Y, como ustedes saben, con el Señor, el motivo lo es todo. Y esto es lo que quiero decir:

“Traed todos los diezmos al alfolí y haya alimento en mi casa; y probadme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos, y derramaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde” (Malaquías 3:10).

En el área de las finanzas existen dos principios bíblicos que los cristianos rutinariamente violan. Al hacerlo nos impide que podamos vivir la vida abundante que la Biblia nos promete aquí en la tierra, y nos priva de los tesoros en el cielo. El primero es la Ley del Diezmo. Como un grupo estamos tan alejados de lo que se espera de nosotros, que no es de sorprenderse que no seamos bendecidos.

Es un asunto simple. El Señor mira el 10% de nuestro ingreso como que le pertenece a Él (Levítico 27:30). Cuando se lo devolvemos, solamente estamos haciendo lo requerido. Pero muy pocos de nosotros hacemos esto. El promedio es menor al 3%, y casi la mitad de todos los cristianos vueltos a nacer, ni siquiera devuelven el primer centavo. A los creyentes del Nuevo Testamento que se han engañado a sí mismos creyendo que la ley del diezmo ha sido abolida en la cruz, les ha costado la pérdida de indecibles bendiciones a cambio de haberse dejado la pequeña cantidad que el Señor pide como expresión de nuestra gratitud por lo que Él nos ha dado.

Antes de que yo empezara a diezmar no podía imaginar que alguien más lo hiciera. Pero yo era un nuevo y flamante cristiano y quería ser obediente, así que me mordí la lengua y aparté el 10% de cada salario para entregárselo al Señor. No me preocupé sobre las deducciones de antes o de después de los impuestos, porque me fue dicho que no se le puede dar menos al Señor. Los problemas financieros no nos suceden porque le demos mucho al Señor, sino porque le damos muy poco. Luego oré para que Él estirara el 90% restante para hacer lo que era requerido. Tuve que hacer algunos ajustes de mi parte, pero Él fue fiel a Su promesa. Ahora no puedo si quiere pensar en dejarme algo del diezmo para mí.

“Dad, y se os dará; medida buena, apretada, remecida y rebosando darán en vuestro regazo; porque con la misma medida con que medís, os volverán a medir” (Lucas 6:38).

Es Lo Menos Que Puedo Hacer

Luego aprendí que el diezmo es solamente un requisito mínimo. Es lo que uno hace con el resto del dinero lo que en realidad cuenta. Dicen que no es lo mucho que uno gana lo que importa, sino lo que uno puede guardar. Para los creyentes eso no es así de cierto. Debería ser algo como esto. No es lo mucho que usted gana lo que importa, sino lo que puede dar. Eso es así porque con la medida que uno usa, así será uno medido.

Como he dicho, usted no puede quitarle al Señor. Se convierte en un juego el ver cuánto es lo que usted puede dar. Usted comienza a buscar las maneras de cortar sus gastos para poder dar más, y conforme lo hace, el Señor le da más para que usted de más. Y como lo es con todo lo que el Señor nos da, hay un suministro inagotable de riqueza y nosotros estamos supuestos a ser un canal, no un reservorio.

Y esto me lleva al segundo principio. Es un asunto de dos pequeñas palabras que hemos ignorado. Estas palabras son “para que” y las encontramos en 2 Corintios 9:11. “Para que estéis enriquecidos en todo para toda liberalidad, la cual produce por medio de nosotros acción de gracias a Dios”.

El Señor no nos prometió riquezas para que podamos estropearnos y mimarnos con una cantidad obscena de lujos y juegos. Él nos prometió que seríamos ricos en todo para que podamos ser generosos en todo. Aquí encontramos una relación de causa y efecto. El que seamos hechos ricos es con el propósito de que seamos generosos. Esta es la Ley Divina de la Reciprocidad. El Señor es generoso con nosotros y a su vez nosotros le pagamos de vuelta siendo generosos con los demás. Eso mueve al Señor a ser aun más generoso con nosotros, lo cual nos permite ser más generosos con los demás, y así sucesivamente. Cuando fracasamos en ser generosos, estamos violando la Ley de la Reciprocidad lo cual impide que los recursos fluyan. Y recuerden, el diezmar no nos hace ser generosos, es simplemente cumpliendo con el mínimo.

“No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan. Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón” (Mateo 6:19-21).

“Pero Dios le dijo: Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma; y lo que has provisto, ¿de quién será? Así es el que hace para sí tesoro, y no es rico para con Dios” (Lucas 12:20-21).

La idea es que no acumulemos riquezas para nosotros aquí en la tierra en donde estaremos como máximo entre 70 y 80 años. La idea es cambiar la riqueza terrenal que se nos da por tesoros en el cielo en donde vamos a pasar toda la eternidad.

Pero antes de que usted diga, “Está bien, Señor, hazme rico para que pueda empezar a ser generoso”, recuerde que Él dijo que aquellos que son fieles en lo poco les será dado más, y los que no lo son, aun lo poco que tienen les será quitado. Así que esto es progresivo, por eso es que tenemos que empezar en donde nos encontramos. Y no es para que el Señor pueda ver cómo vamos a responder. Él ya lo sabe. Es para que nosotros veamos por nosotros mismos cómo es que vamos a responder. Cuando nos demos cuenta que somos egoístas y auto centrados por naturaleza, entonces debemos pedirle al Señor que nos ayude a cambiar. Si no lo hacemos, el proceso se interrumpe y eventualmente se detiene. Quizás este sea el motivo por el que después que se nos ha dado tanto, terminemos con tan poquito.

¿Sacrificio? ¿Cuál Sacrificio?

Yo he observado que aquellas personas que cambian la riqueza terrenal por el tesoro en el cielo, no hablan sobre los sacrificios que están haciendo, como tampoco sobre su tesoro celestial, sino sobre el gozo que tienen de poder dar. Ellos han aprendido que la razón por la que Dios los está enriqueciendo es para que puedan ser más generosos. En lugar de estarle rogando al Señor por el dinero para poder hacer los pagos de la segunda hipoteca que tomaron para poder remodelar la cocina de su casa otra vez, le están pidiendo el dinero para ayudar a los misioneros que acaban de conocer, porque están emocionados de poder ser parte de la obra de Dios y quieren ayudar lo más que puedan.

Mi énfasis reciente en la Seguridad Eterna me ha mostrado que hay un montón de cristianos que están tratando de disminuir la población del cielo al excluir a todos aquellos que no les gusta cómo se comportan. ¿Pero en dónde están los que nos exhortan a aumentar la calidad de nuestra experiencia eterna, para que no nos conformemos con el regalo gratuito de la salvación solamente, sino que también “prosig[amos] a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús” (Filipenses 3:14)? En nuestra mentalidad terrenal, hemos puesto la salvación como meta y no como el medio para llegar a la meta, la cual es la vida eterna. Debido a eso, la mayoría de nosotros no le damos ni un minuto al pensamiento del principio bíblico de trabajar aquí para acumular tesoros allá.

Pero con tantas palabras sobre los tiempos del fin que nos rodean, y que aun la prensa secular ha empezado a tomar nota, ya ha pasado mucho tiempo para que no comencemos a desarrollar una perspectiva eterna. Después de todo, eso va a suceder pronto. Debemos colocarnos más allá de nuestro punto de vista inmaduro sobre la vida abundante como si fuera un flujo hedonístico de comodidades y de actividades placenteras. En lugar de eso, necesitamos mirarla como la gozosa experiencia del dar, con el Señor aumentando nuestra capacidad conforme aumentamos nuestros deseos de dar, viviendo una vida de verdadera recompensa y con sentido aquí, mientras estamos acumulando vastos tesoros para nosotros para la eternidad.

Aquí es donde los predicadores del evangelio de la prosperidad fracasan en ver el punto. Predicando su filosofía de “dar para recibir” desde una perspectiva terrenal, es lo más engañoso que pueden hacer, y solamente sirve para que esos predicadores se enriquezcan. En lugar de eso, deberían estar predicando sobre dar aquí en la tierra para acumular tesoros en el cielo, que es donde eso cuenta, con lo cual se enriquece tanto el que da como el que recibe.

Dénos Un Ejemplo

Yo conozco una pareja de norteamericanos aquí en México que quisiera que todos ustedes conocieran. Llegaron aquí hace 12 años cuando finalizaban la década de sus 20 años de edad, con el objeto de reabrir un difunto orfanato. Ellos nunca habían dirigido un orfanato como tampoco estaban siendo patrocinados (como no lo están hoy día tampoco) por algún grupo o denominación. Ellos simplemente escucharon el llamado del Señor y respondieron.

Desde entonces, ellos han criado y educado a casi 500 niños, llevándolos hasta terminar el bachillerato en un país en donde el niño promedio abandona los estudios después del 6° grado. Al mismo tiempo, han podido aumentar el tamaño del orfanato cuatro veces, teniendo en la actualidad 120 niños residentes, han construido y donado docenas de casas a los residentes pobres necesitados de la comunidad y se han convertido en uno de los patronos más importantes del lugar. Y todo lo han podido hacer con el dinero que el Señor les ha enviado porque aprendieron sobre la Ley de la Reciprocidad. Y debido a ellos, miles de norteamericanos de distintos grupos de iglesias de los EE.UU., visitan nuestra pequeña ciudad cada año para ayudar al orfanato, hacer proyectos comunales, y compartir el Evangelio. Cuando uno les pregunta sobre los sacrificios que han hecho, ellos le dirán sobre la vida abundante que están viviendo.

¿Pueden ustedes imaginarse una vida mejor recompensada? ¿O del tesoro en el cielo que ellos están acumulando? No es muy tarde para que ustedes desarrollen una perspectiva eterna y comiencen a vivir su propia versión de la vida abundante. Pero pronto será. No se lo pierdan. Selah. 28/10/2006.