Primera Parte de Un Estudio Bíblico en Dos Partes por Jack Kelley.
Si ustedes son visitantes de este sitio en Internet se han dado cuenta de que yo creo que una vez que somos salvos, somos salvos para siempre. Para tener esta creencia yo me baso en un número de versículos que lo confirman de manera cierta.
Pero conforme estudio las condiciones de la Tierra justo antes de la Segunda Venida de Cristo, no puedo encontrar la misma seguridad para aquellas personas que se convierten en creyentes durante el tiempo de la Gran Tribulación. Pareciera que la promesa de que el Espíritu Santo habita en el creyente, y que es la garantía de su destino eterno, se le ha otorgado de manera única a la Iglesia. Ningún creyente del Antiguo Testamento gozó de esa relación. Aún el Rey David, un varón conforme al corazón de Dios, oró para que el Señor no le removiera el Espíritu después de su pecado con Betsabé (Salmo 51:11). Los creyentes del Antiguo Testamento no tenían la promesa de que el Espíritu Santo sería sellado en ellos como una garantía de su destino futuro.
De la misma manera no existe ningún versículo que les haga esa promesa a los creyentes de la tribulación. Lo que sí encuentro para ellos son versículos como el siguiente, el cual habla del tiempo en el que todo el mundo va a ser obligado a ponerse la marca de la bestia o morir. Juan escribió:
Aquí está la paciencia de los santos, los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús. Oí una voz que desde el cielo me decía: Escribe: Bienaventurados de aquí en adelante los muertos que mueren en el Señor.
Sí, dice el Espíritu, descansarán de sus trabajos, porque sus obras con ellos siguen (Apocalipsis 14:12-13).
En este caso el Señor les advierte a los creyentes de la tribulación que obedezcan los mandamientos y que permanezcan fieles, sabiendo que aquellas personas que rechacen la marca serán martirizadas o serán obligadas a salir del sistema económico mundial, negándoseles el acceso aun a las necesidades básicas de la vida. Aquellas personas que mueran por su fe serán bendecidas porque su dura prueba habrá terminado.
Y en Apocalipsis 16:15 el Señor dijo,
He aquí, yo vengo como ladrón. Bienaventurado el que vela, y guarda sus ropas, para que no ande desnudo, y vean su vergüenza.
Si ustedes están familiarizados con las referencias simbólicas de las vestiduras, se darán cuenta de lo que este versículo quiere decir. Si no es así, repasémoslo. Isaías 61:10 dice, “En gran manera me gozaré en Jehová, mi alma se alegrará en mi Dios; porque me vistió con vestiduras de salvación, me rodeó de manto de justicia, como a novio me atavió, y como a novia adornada con sus joyas”.
De la misma manera como la ropa nos cubre físicamente, la justicia nos cubre espiritualmente. Dios nos ha vestido de vestiduras de salvación y de manto de justicia.
Ahora veamos Zacarías 3:3-4. En la visión que tuvo Zacarías, Josué el Sumo Sacerdote, está de pie frente al Ángel del Señor, el cual obviamente es Jesús.
“Y Josué estaba vestido de vestiduras viles, y estaba delante del ángel. Y habló el ángel, y mandó a los que estaban delante de él, diciendo: Quitadle esas vestiduras viles. Y a él le dijo: Mira que he quitado de ti tu pecado, y te he hecho vestir de ropas de gala”.
El quitarle sus vestiduras viles (sucias) es simbólico de removerle su pecado. Al vestirlo con ropas de gala se volvió justo.
Apocalipsis 19:8 nos dice que a la Novia se la ha concedido que se vista de lino fino, limpio y resplandeciente; porque el lino fino es las acciones justas de los santos. De nuevo, las vestiduras no son de ella. Se le dieron para que las use.
Este uso del vestido para simbolizar la justicia es el asunto principal en la parábola de la fiesta de bodas (Mateo 22:1-14). El Rey (Dios) preparó un banquete de bodas (La Era del Reino) para Su Hijo (Jesús) y envió a Sus siervos (los profetas) para informarles a los invitados (Israel) que ya todo estaba listo. Después de haber primeramente ignorado la invitación, ellos finalmente se volvieron en contra de los siervos que Él envió y los mataron.
Enojado, el Rey envió sus ejércitos y quemó la ciudad de ellos (Jerusalén). Luego envió a sus siervos para que buscaran a todas las personas que pudieran encontrar para invitarlas al banquete. Los siervos reunieron a todos los que pudieron encontrar (los gentiles) y así empezó la fiesta de bodas. El Rey se dio cuenta de que una persona no estaba vestida adecuadamente con el vestido de boda. Cuando esa persona no pudo dar ninguna explicación por su vestimenta inadecuada, fue lanzada a las tinieblas de fuera.
Dentro del contexto de esta parábola, el vestido de boda representa la justicia con la que Dios viste a los creyentes cuando aceptan Su invitación para entrar en el Reino. El convidado que intentó ganar su admisión vistiendo sus propias ropas (su propia justicia), fue expulsado.
(Recuerden, el banquete es después de la boda, así que la misma ya se ha llevado a cabo cuando el Rey ingresa. En esta parábola no se hace mención de ninguna novia, y en cualquier caso, la novia no es una convidada a su propia boda. La Iglesia no está a la vista aquí tampoco. Según Apocalipsis 19, el banquete de bodas se llevará a cabo después de que finalice la gran tribulación, en el momento cuando el Señor retorna en gloria. Esto hace que esos convidados de último momento sean los sobrevivientes de la tribulación, algunos de los cuales no habrán guardado su justicia y serán expulsados.)
¿Qué Significa Esto?
De todo lo anterior podemos asumir con toda seguridad que el Señor no está hablando de vestidos literales en Apocalipsis 16:15, sino de vestidos espirituales que representan la salvación y la justificación. En lugar de garantizar la salvación para los creyentes de la tribulación y asumiendo la responsabilidad por su seguridad como lo hace un pastor con sus ovejas, Él lanza una advertencia para que se mantengan alerta y despiertos, a menos que sean sorprendidos desnudos cuando Él venga. Es un claro mensaje de que el mantener la salvación es de la entera responsabilidad de cada uno de ellos, y si no son cuidadosos pueden perderla. Esta advertencia se da en el umbral de los juicios de las copas de la ira, que es el ciclo final y más devastador de la ira de Dios.
También tenemos otra pista sobre eso de Mateo 24:12-13:
Y por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará. Mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo.
Conforme el Señor enumeraba las señales que indican que el fin de la era ha llegado, Él alude al hecho de que los creyentes de la tribulación tendrán que mantenerse firmes hasta el fin para asegurar su salvación.
Usted puede preguntar porqué el Señor no les otorga a los creyentes de la tribulación la garantía de la salvación. Pero recuerden que Él tampoco se la otorgó a los creyentes del Antiguo Testamento. Esto fue así porque el Antiguo Testamento estaba repleto de las señales obvias de Su presencia. Yo podría llenar todo este documento con las maneras de cómo el Señor se revelaba a Su pueblo. Ellos creían en Su existencia por la evidencia que Él continuamente les mostraba.
Durante la Era de la Iglesia esas demostraciones públicas de Su presencia han estado ausentes la mayor parte del tiempo, por eso es que la Iglesia no ha tenido esa clase de evidencia para sustentar la fe de los creyentes de esta era. Nosotros creemos por fe, y recibimos bendiciones especiales debido a ello, una de las cuales es la seguridad eterna. Por eso es que Jesús le dijo al caviloso de Tomás, “Porque me has visto, Tomás, creíste; bienaventurados los que no vieron, y creyeron” (Juan 20:29).
Una vez que la Iglesia se ha ido y empieza la Semana Setenta de Daniel, el Señor comenzará a dar señales obvias de Su presencia otra vez en la forma de juicios que Él va a enviar sobre el mundo. Y esta vez toda la evidencia habrá sido documentada por adelantado. Su presencia será tan obvia que no se va a necesitar tener tanta fe para creer que Él existe. La fe de las personas será necesaria para la perseverancia paciente que tendrán que tener en un momento cuando literalmente será una bendición morir más que permanecer con vida.
¿Qué Hora Es?
Con estos antecedentes es que podemos empezar a comprender que la intención de las Parábolas del Sermón del Monte es para los creyentes de la tribulación. Al confirmar su momento es que tendremos toda la prueba que necesitamos.
En Mateo 24:15-21 Jesús explicó que la gran tribulación dará comienzo con la abominación desoladora, que es el anticristo que se introduce en el Templo declarándose ser como Dios. Esa es la señal para que los judíos huyan a los montes.
Luego en Mateo 24:29 Él dice que inmediatamente después de la tribulación de aquellos días, el sol se oscurecerá y la luna no dará su resplandor, y las estrellas caerán del cielo, y las potencias de los cielos serán conmovidas. En este momento son tres años y medio después. La gran tribulación ha terminado.
En Mateo 24:30 vemos que la gente está observando la señal del Hijo del Hombre en el cielo; y entonces lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria. Ya en ese momento será demasiado tarde para que se salven y, de manera intuitiva, se dan cuenta de ello. Esta es la Segunda Venida.
Mateo 24:36 empieza con “Pero del día y la hora nadie sabe …” ¿Qué día y qué hora? Es el día de Su Segunda Venida. Debemos mantenernos dentro del contexto. Eso ha sido Su tema desde el versículo 30. Yo creo que la razón por la que dijo “el día y la hora” es para que podamos saber de seguro de que Él estaba hablando sobre Su actual Día y Hora de Su Venida, y no sobre un tiempo en general. Todas las parábolas del Sermón del Monte describen las condiciones presentes en la Tierra después del día de Su retorno.
A propósito, Mateo 24:42-44 nos dice que a pesar de que le será posible a la gente de la tierra de ese momento poder trazar el final de la gran tribulación, no sabrán el día exacto del retorno del Señor. Esto se menciona dos veces en estos tres versículos. Solo podría significar de que habrá un lapso de tiempo no especificado entre la aparición de la señal del Hijo del Hombre la cual anunciará el final de la gran tribulación y Su retorno real en Poder y Gloria.
Con estos antecedentes ya estamos listos para analizar las Parábolas del Sermón del Monte de los Olivos. La primera se encuentra en Mateo 24:45-51 y nos cuenta la historia de los dos siervos. La próxima semana proseguiremos desde aquí. Nos vemos entonces.