¿Por qué estás lejos, oh Jehová, y te escondes en el tiempo de la tribulación?
Con arrogancia el malo persigue al pobre; será atrapado en los artificios que ha ideado. Porque el malo se jacta del deseo de su alma, bendice al codicioso, y desprecia a Jehová. El malo, por la altivez de su rostro, no busca a Dios; no hay Dios en ninguno de sus pensamientos. Sus caminos son torcidos en todo tiempo; tus juicios los tiene muy lejos de su vista; a todos sus adversarios desprecia. Dice en su corazón: No seré movido jamás; nunca me alcanzará el infortunio.
Llena está su boca de maldición, y de engaños y fraude; debajo de su lengua hay vejación y maldad. Se sienta en acecho cerca de las aldeas; en escondrijos mata al inocente. Sus ojos están acechando al desvalido; Acecha en oculto, como el león desde su cueva; acecha para arrebatar al pobre; arrebata al pobre trayéndolo a su red. Se encoge, se agacha, y caen en sus fuertes garras muchos desdichados. Dice en su corazón: Dios ha olvidado; ha encubierto su rostro; nunca lo verá.
Levántate, oh Jehová Dios, alza tu mano; no te olvides de los pobres. ¿Por qué desprecia el malo a Dios? en su corazón ha dicho: Tú no lo inquirirás.
Tú lo has visto; porque miras el trabajo y la vejación, para dar la recompensa con tu mano; a ti se acoge el desvalido; tú eres el amparo del huérfano. Quebranta tú el brazo del inicuo, y persigue la maldad del malo hasta que no halles ninguna. Jehová es Rey eternamente y para siempre; de su tierra han perecido las naciones. El deseo de los humildes oíste, oh Jehová; tú dispones su corazón, y haces atento tu oído, Para juzgar al huérfano y al oprimido, a fin de que no vuelva más a hacer violencia el hombre de la tierra.
Quejándome por la manera injusta que me trató un comerciante inescrupuloso, le comenté a un amigo cómo deseaba hacer algo para vengarme por la manera cómo aquel se había aprovechado de mí. Cuando mi amigo me preguntó si esta persona era creyente, le respondí que no lo creía. “Entonces” mi amigo respondió, “Él se va a podrir en el infierno, ¿qué más le puedes hacer?”
Yo soy muy bueno para maquinar venganzas en contra de las personas que me han hecho daño, pero, en eso, el Señor lo hace mucho mejor que nosotros. En Miqueas 2:1-3, el Señor acusó a los líderes de Israel, de estar maquinando iniquidades en sus camas de noche para defraudar a sus sujetos las cuales ejecutaban cuando llegaba la mañana sencillamente porque podían hacerlo. “Por tanto,” dijo Él, “He aquí, yo pienso contra ustedes un mal”. Y lo hizo, y fue peor que cualquier cosa que ellos les hicieron a sus conciudadanos.
Nuestro problema es que queremos que Dios tome venganza al instante. Como niños impacientes no queremos aguardar que llegue ese tiempo futuro no especificado. Queremos que se haga ahora mismo. Pero Él nos dice que se lo dejemos a Él y que prosigamos. Dios conoce el daño que nos hace el enojo, de cómo nos perjudica interiormente, arruina nuestra salud, nos despoja de nuestro gozo y, por lo general, termina lastimándonos más que a nuestra planeada víctima. Por eso es que el Señor nos dice que no dejemos que el sol se ponga sobre nuestro enojo (Efesios 4:26). Debemos entregarle a Él nuestro enojo en oración, y mantenernos orando hasta que desaparezca, y pedirle que nos perdone por haberlo tenido en primer lugar. Ame a sus enemigos y ore por los que le persiguen, dijo Él (Mateo 5:44). Esa es la forma como nos sobreponemos a ello, al restaurar nuestra comunión y ganar nuestra victoria.
Con el Señor la venganza es un asunto de fe, igual que la salvación. Él ha prometido salvarnos, y en fe dependemos de Él para lograrlo. Pero Él también ha prometido con la misma claridad, tomar la venganza en contra de nuestros enemigos (Hebreos 10:30), por eso es que somos justificados al tener fe en que Él hará eso también.
Si podemos confiarle nuestro destino eterno a Jesús, creyendo que Él tiene el poder y el deseo de llevarnos ante Su presencia para morar con Él eternamente, ¿acaso no podemos también confiar en Él para vengarse de nuestros enemigos? El Señor ha prometido hacer que nuestros enemigos se postren delante de nosotros antes de lanzarlos al lago de fuego en donde tendrán toda la eternidad para poder contemplar la forma como nos maltrataron mientras sufren en agonía. Y como dijo aquel amigo, “¿qué más le puedes hacer?”
Oración: Señor dame la fortaleza para quitarme mi enojo y entregártelo a Ti. Permíteme confiar en Tu promesa de venganza como confío en Tu promesa de salvación. Por favor libérame de mi enojo y restablece el gozo de mi salvación. Amén.