Cantad alegres a Dios, habitantes de toda la tierra. Servid a Jehová con alegría; venid ante su presencia con regocijo. Reconoced que Jehová es Dios; él nos hizo, y no nosotros a nosotros mismos; pueblo suyo somos, y ovejas de su prado. Entrad por sus puertas con acción de gracias, por sus atrios con alabanza; alabadle, bendecid su nombre. Porque Jehová es bueno; para siempre es su misericordia, y su verdad por todas las generaciones.
Conforme escribo esto, estoy pensando cuántos de ustedes, como yo, tuvieron que memorizar el Salmo 100 cuando eran niños y niñas en la Escuela Dominical. Aún para mí es difícil leer la Biblia Nueva Versión Internacional porque lo aprendí de la Biblia Versión Reina Valera 1960. Cantad alegres a Dios, habitantes de toda la tierra. Servid a Jehová con alegría; venid ante su presencia con regocijo. Pareciera que ningún otro pasaje de las Escrituras describe de manera tan clara y concisa nuestra adecuada actitud hacia Dios. Puedo apostar que han muchos millones de personas que lo pueden recitar.
Reconoced que Jehová es Dios; el nos hizo, y no nosotros a nosotros mismos; pueblo suyo somos, y ovejas de su prado. La frase “ovejas de Su prado” también quiere decir que Él se ha convertido en nuestro Pastor y es responsable por nuestra salud y bienestar. En Juan 6:39 Él prometió nunca perder a ninguno de nosotros, sino que nos resucitará en el día postrero. Esta promesa es paralela con la promesa de la Cuarta Copa de la Pascua, la de la Aceptación: “Os tomaré por mi pueblo y seré vuestro Dios” (Éxodo 6:7).
Entrad por sus puertas con acción de gracias, por sus atrios con alabanza; alabadle, bendecid su nombre. A nosotros nos corresponde adoptar ese punto de vista en todos los eventos de nuestras vidas y buscar las bendiciones que invariablemente traen. “Estad siempre gozosos”, le escribió Pablo a los tesalonicenses (1 Tesalonicenses 5:16). “Regocijaos en el Señor siempre” les dijo a los filipenses (Filipenses 4:4). Obviamente, Pablo estaba familiarizado con el Salmo 100.
Aquí no hay ninguna cláusula evasiva como tampoco se acepta ninguna obediencia condicionada de nuestra parte. Sin importar las situaciones o las circunstancias, debemos expresar nuestro gozo con alegría al Señor porque Él ha prometido “que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien” (Romanos 8:28). Aun aquellas cosas que no parecieran que son buenas siempre contienen una bendición si miramos hacia atrás si solo tratamos de verlas.
Como consultor gerencial por lo general les ayudaba a mis clientes a mejorar sus niveles de servicio. Invariablemente yo utilizaba una fórmula que habíamos desarrollado para producir gozo. Esta compara la expectativa que el comprador se forma antes de hacer un negocio con la experiencia que tiene al estar allí dentro. Mientras su experiencia excede sus expectativas, más contento se sentirá.
Y puesto que no debemos esperar que en un restaurante tipo McDonald’s se nos sirva una hamburguesa gourmet con “guantes blancos y bandeja de plata”, por ejemplo, sí podemos tener una experiencia agradable comiendo en ese lugar. La publicidad que hacen nos ha enseñado que debemos esperar una cierta clase de experiencia y mientras su atención se ajusta a ella, o la supera, estamos contentos.
Pero el que se nos sirva en un restaurante fino un tipo de alimentos estilo McDonald’s, no es aceptable. Las expectativas para ese tipo de experiencia son bastante más diferentes. Las dos cosas que se deben hacer para asegurarse la satisfacción del consumidor, le decía a mis clientes, son ayudar a producir una expectativa en la persona antes de que ingrese al local y luego asegurarse de que la experiencia que tendrá supere esa expectativa mientras esté allí dentro.
El ser cristiano es la misma cosa. Si no se nos ha enseñado qué es lo que debemos esperar, no hay fórmula alguna con la que podamos evaluar nuestra experiencia. Por eso es que hay relativamente pocos cristianos felices.
Si solamente yo le pudiera decir una cosa a un cristiano sobre su caminar con el Señor, sería esta: Usted puede esperar dos cosas cuando se decide trabajar para el Señor Jesús; ¡batallas y victorias! Esta idea la resume Juan en el Evangelio que lleva su nombre, en una sola frase. “En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo” (Juan 16:33). Cuando nos detenemos a pensar sobre esto, las batallas y las victorias van de la mano. Usted no puede esperar una victoria sin primero tener una batalla. Y cuando usted le permite al Señor ser su General de Batalla y sigue Su plan, cada batalla termina en una victoria. Esto es tan cierto como que el día sigue a la noche. De eso se trata el Libro de Josué.
Cuando aprendamos a esperar una batalla no debemos sorprendernos si nos encontrarnos con una. Y cada vez que le entregamos a Jesús el comando, la victoria del Señor siempre excederá nuestras expectativas. A pesar de que nunca podamos aprender a esperar batallas, nunca dejaremos de sorprendernos por las victorias. Y así, nos regocijaremos en todas las cosas y, entonces, el expresar nuestro gozo con alegría resonante al Señor será una cosa de todos los días. Porque Jehová es bueno; para siempre es su misericordia, y su verdad por todas las generaciones. ¡Aleluya!
Traducido por Walter Reiche-Berger
walterre@racsa.co.cr