Bendice, alma mía, a Jehová, y bendiga todo mi ser su santo nombre. Bendice, alma mía, a Jehová, y no olvides ninguno de sus beneficios. Él es quien perdona todas tus iniquidades, el que sana todas tus dolencias; el que rescata del hoyo tu vida, el que te corona de favores y misericordias; el que sacia de bien tu boca de modo que te rejuvenezcas como el águila.
Jehová es el que hace justicia y derecho a todos los que padecen violencia. Sus caminos notificó a Moisés, y a los hijos de Israel sus obras. Misericordioso y clemente es Jehová; lento para la ira, y grande en misericordia. No contenderá para siempre, ni para siempre guardará el enojo. No ha hecho con nosotros conforme a nuestras iniquidades, ni nos ha pagado conforme a nuestros pecados.
Porque como la altura de los cielos sobre la tierra, engrandeció su misericordia sobre los que le temen. Cuanto está lejos el oriente del occidente, hizo alejar de nosotros nuestras rebeliones. Como el padre se compadece de los hijos, se compadece Jehová de los que le temen. Porque él conoce nuestra condición; se acuerda de que somos polvo.
El hombre, como la hierba son sus días; florece como la flor del campo, que pasó el viento por ella, y pereció, y su lugar no la conocerá más. Mas la misericordia de Jehová es desde la eternidad y hasta la eternidad sobre los que le temen, y su justicia sobre los hijos de los hijos; sobre los que guardan su pacto, y los que se acuerdan de sus mandamientos para ponerlos por obra.
Jehová estableció en los cielos su trono, y su reino domina sobre todos. Bendecid a Jehová, vosotros sus ángeles, poderosos en fortaleza, que ejecutáis su palabra, obedeciendo a la voz de su precepto. Bendecid a Jehová, vosotros todos sus ejércitos, ministros suyos, que hacéis su voluntad. Bendecid a Jehová, vosotras todas sus obras, en todos los lugares de su señorío. Bendice, alma mía, a Jehová.
El teólogo D.L. Cooper, estableció la Regla de Oro de la Interpretación Bíblica: “Cuando el sentido plano de la Escritura tiene sentido común, no le busque otro sentido. Por lo tanto tome cada palabra en su sentido primario, ordinario, normal y literal a menos que los hechos del contexto inmediato, los estudios a la luz de otros pasajes relacionados, y las verdades axiomáticas y fundamentales, indiquen lo contrario. Dios en Su Palabra revelada no se propone ni permite que el lector sea confundido. Él quiere que Sus hijos puedan entender.”
Si algún pasaje de las Escrituras debe de ser interpretado de esa manera es el Salmo 103. El mensaje es claro y no tiene ninguna limitación nacional o cronológica. Dios perdona todos nuestros pecados y sana todas nuestras enfermedades. Él redimió nuestras vidas del pozo (hoyo) y nos corona con amor y compasión. Él satisface nuestros deseos con cosas buenas para que nuestra juventud sea renovada como la del águila.
El contexto de estos versículos son muy estilo “Nuevo Testamento” por lo que no hay forma de sostener una afirmación de que David, en el distante tiempo pasado, le escribió esto a Israel solamente, y también debemos creer que el Salmo significa exactamente lo que dice. De hecho, sería difícil poder encontrar una descripción mejor y más concisa de lo que el Señor ha hecho por nosotros en cualquier otra parte del Nuevo Testamento, y aquí la tenemos bien escondida en los Salmos.
No hay absolutamente ninguna razón que nos obligue a interpretar estas palabras de otra manera sino solamente de manera literal. Es una promesa del Señor que nos ama, la cual no está sujeta al tiempo, y, por lo demás, el Salmo 103 numera las razones del porqué nosotros debemos aceptarlo como David lo hizo.
Existe otro ejemplo de esta verdad en Hebreos 13:8: “Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos”. Desde antes de la fundación del mundo cuando Jesús estuvo de acuerdo en morir por nosotros (1 Pedro 1:20), hasta el tiempo “cuando el tiempo ya no es más” Él nunca cambia. Sus promesas son claras y Su Palabra es buena.
Esa es la naturaleza del Dios que adoramos y para nosotros, “eso es bueno”. Nosotros estamos apostando nuestro destino eterno en Su promesa de que aun después que morimos, cuando entonces ya es muy tarde poder cambiar cualquier cosa, Él aun estará allí para cumplir cada compromiso que en algún momento nos hizo. Como le dijo a Isaías: “Yo hablé, y lo haré venir lo he pensado, y también lo haré” (Isaías 46:11).
Traducido por Walter ReicheBerger
walterre@racsa.co.cr
14 de febrero de 2012