Salmo 112

Bienaventurado el hombre que teme a Jehová, y en sus mandamientos se deleita en gran manera. Su descendencia será poderosa en la tierra; la generación de los rectos será bendita. Bienes y riquezas hay en su casa, y su justicia permanece para siempre.

Resplandeció en las tinieblas luz a los rectos; es clemente, misericordioso y justo. El hombre de bien tiene misericordia, y presta; gobierna sus asuntos con juicio, Por lo cual no resbalará jamás; en memoria eterna será el justo. No tendrá temor de malas noticias; su corazón está firme, confiado en Jehová. Asegurado está su corazón; no temerá, hasta que vea en sus enemigos su deseo.

Reparte, da a los pobres; su justicia permanece para siempre; su poder será exaltado en gloria. Lo verá el impío y se irritará; crujirá los dientes, y se consumirá. El deseo de los impíos perecerá.

Puesto que sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien (Romanos 8:28), los creyentes no deben temer a las malas noticias. Aun las cosas que al principio parecen mal, en retrospectiva contienen grandes bendiciones.

Y no estoy hablando de las consecuencias lógicas de un comportamiento ilegal, inmoral o simplemente tonto. Un cristiano que roba en una tienda no debe de sorprenderse que lo descubra la policía saliendo de la tienda y le hagan varias preguntas. Y una persona que invierte en un negocio tipo “muy bueno para ser cierto”, no debe de sorprenderse si el Señor no le cubre las pérdidas que sufra.

Pero a pesar de que Dios es grandioso para transformar los limones que le damos en limonada, no necesariamente debemos esperar ser liberados de nuestro comportamiento auto destructor. Por ejemplo, un cristiano que ha fumado toda su vida contrae cáncer de pulmón. Mientras se encuentra en el hospital, la gracia con la cual soporta este ataque letal es inspiración a otras personas quienes se dan cuenta de la fuente de su fortaleza. Como resultado de las conversaciones que siguen, algunas de ellas son llevadas a la fe salvadora de Cristo antes que el fumador sucumba. ¿Le dio Dios a este hombre ese cáncer para salvar a algunas personas en el hospital? ¡Claro que no! Pero sabiendo de antemano las consecuencias de su vida de fumador, Dios le dio una medida adicional de Su gracia para que la soportara, de tal manera que cuando la enfermedad se manifestó el Señor podía ser glorificado por medio de ella.

Nosotros que hemos sido limpiados en la Sangre de Cristo y, por lo tanto, hemos sido investidos con la justicia de Dios, no tenemos que temerle a un futuro semejante al que he descrito anteriormente. Si nuestra hipotética víctima de cáncer pudiera regresar a darnos una visita, nos aseguraría de manera entusiasta que mientras la sabiduría del comportamiento que eligió era cuestionable, el resultado de su temprana partida de este moribundo y oscuro mundo, fue de una bendición inmensurable. Después de todo, para un creyente, la muerte es la sanidad perfecta.

Tan pronto nos entrenamos para no tener ninguna consideración a los resultados potenciales de las pruebas de nuestra vida, y resolvemos dejarlas en manos del Señor, veremos que los versículos 7 y 8 se hacen realidad en nuestras vidas. No le temeremos a las malas noticias, nuestros corazones serán leales confiando en el Señor y al final veremos el triunfo sobre nuestros adversarios.

La terminación abrupta e inesperada de nuestro empleo, por ejemplo, podrá ser una gran oportunidad para servir, o una posibilidad para simplificar nuestra vida, o ambas cosas. Una herida o enfermedad catastrófica, nos dará la oportunidad de reordenar nuestras prioridades. La pérdida abrupta de nuestra seguridad financiera nos librará de las ataduras de nuestra vida materialista. La traición de una amistad hará que dependamos solamente del Señor y, de esa manera, podamos recibir más bendiciones.

Yo creo que Pablo lo expresó mejor cuando dijo, “Sé vivir humildemente, y se tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como pan padecer necesidad. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Filipenses 4:12-13).

 

Traducido por Walter Reiche B.

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