Salmo 113

Alaben, siervos del Señor, alaben el nombre del Señor. Sea el nombre del Señor bendito desde ahora y para siempre. Desde el nacimiento del sol hasta donde se pone, sea alabado el nombre del Señor. Excelso sobre todas las naciones es el Señor, sobre los cielos su gloria.

¿Quién como el Señor nuestro Dios, que se sienta en las alturas, Que se humilla a mirar en el cielo y en la tierra? El levanta del polvo al pobre, y al menesteroso alza del muladar, Para hacerlos sentar con los príncipes, con los príncipes de su pueblo. El hace habitar en familia a la estéril, que se goza en ser madre de hijos. Aleluya.

¿Por qué debemos alabar al Señor, sin importar las consecuencias? Primero porque Él está haciendo que todas las cosas nos ayuden a bien (Romanos 8:28). Pablo también nos dijo, “Regocíjense en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocíjense!” (Filipenses 4:4). Pablo les estaba escribiendo a los filipenses que estaban sufriendo de una terrible persecución. Y Santiago dijo, “Tengan por sumo gozo cuando se encuentren en diversas pruebas” (Santiago 1:2). Ellos conocían el carácter de Dios y Sus caminos.

Segundo, parece que existe una ley de reciprocidad que opera entre el Señor y nosotros. Si nosotros no juzgamos nos seremos juzgados. Si no condenamos no seremos condenados. Si perdonamos seremos perdonados. Si damos con generosidad el Señor es generoso con nosotros (Lucas 6:37-38), Y si alabamos al Señor, Él se asegurará de que tengamos algo porqué qué alabarlo. Él hace que nuestro mundo refleje la actitud de nuestro corazón y nos lo muestre.

Él dijo que había venido para que tuviéramos vida y la tuviéramos en abundancia (Juan 10:10) pero a menos que estemos sinceramente agradecidos por lo que ya hemos recibido, y hayamos aprendido a estar satisfechos con nuestra situación presente, difícilmente recibiremos más. Por eso es que el llamado evangelio de la prosperidad fracasa. En vez de promover una actitud de gratitud basada en lo que ya hemos recibido, produce una actitud de avaricia, basada en la expectación de obtener más.

De vez en cuando la gente me escribe quejándose de que han dado todo lo que están supuestos a dar, a orar, a ayunar, al estudio bíblico, a diezmar, etc., pero que Dios no está haciendo Su parte. Invariablemente falta una cosa. Estas personas no están agradecidas con lo que ya tienen. En algunos casos están un poco enojadas con Dios porque no les da más. Pero no se dan cuenta que Dios no tiene porqué darnos nada, y, por consiguiente, nuestra ingratitud por la bendición con la que Él ya nos ha colmado, es trágica.

Si usted está pensando que Dios no ha hecho mucho por usted recientemente, empiece hoy mismo a cambiar su actitud. Haga una lista de todas las bendiciones que recuerda haber recibido y luego alábelo por ellas. Conforme Él le refresca la memoria, alábelo por eso también, y continúelo haciendo hasta que se le haga un hábito. Y no sea tacaño con eso. Usted puede decirse a sí mismo, “Mi poder y la fuerza de mi mano me han traído esta riqueza. Sino acuérdate del Señor tu Dios, porque él te da el poder para hacer las riquezas, a fin de confirmar su pacto que juró a tus padres, como en este día” (Deuteronomio 8:17-18).

Alaben, siervos del Señor, alaben el nombre del Señor. Sea el nombre del Señor bendito desde ahora y para siempre. Desde el nacimiento del sol hasta donde se pone, sea alabado el nombre del Señor.

 

Traducido por Walter Reiche B.

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