Yo me alegré con los que me decían: A la casa de Jehová iremos.
Nuestros pies estuvieron dentro de tus puertas, oh Jerusalén. Jerusalén, que se ha edificado como una ciudad que está bien unida entre sí. Y allá subieron las tribus, las tribus de JAH, conforme al testimonio dado a Israel, para alabar el nombre de Jehová.
Porque allá están las sillas del juicio, los tronos de la casa de David. Pedid por la paz de Jerusalén; sean prosperados los que te aman. Sea la paz dentro de tus muros, y el descanso dentro de tus palacios.
Por amor de mis hermanos y mis compañeros diré yo: La paz sea contigo. Por amor a la casa de Jehová nuestro Dios Buscaré tu bien.
De nuevo, estos son tiempos de prueba para Jerusalén. ¿Por qué? Porque de todos los lugares de la Tierra que Dios pudo haber elegido, Él escogió a Jerusalén como Su morada eterna (2 Crónicas 6:5-6). Y desde ese momento, el enemigo ha sabido que mientras no tome posesión de Jerusalén, no podrá tomar posesión de la tierra. Es por eso que la batalla final para el control de la tierra será peleada sobre Jerusalén.
Deténgase un momento a pensar sobre esto. Jerusalén no tiene ningún puerto natural. No está localizada en ninguna ruta comercial importante. Tampoco es una ciudad principal de acceso al país. No es un centro bancario, industrial, comercial, médico o de alta tecnología. No tiene recursos naturales. Tiene un terreno muy quebrado para un aeropuerto, ni siquiera tiene una altura estratégica. No tiene nada del todo para ser elogiada, excepto por el hecho de que Dios la escogió para Sí. Y para muchas personas, eso la hace el pedazo de tierra más codiciado en todo el planeta.
Probablemente por solo ese motivo, Dios nos ordenó que oráramos por la paz de Jerusalén, para que haya paz dentro de sus muros. Dios sabe muy bien los pocos días en que Jerusalén ha tenido paz en sus tres mil años de historia.
Cuando Abraham llegó allí con Isaac para realizar la profecía que Dios cumpliría en Jesús, él nombró el lugar como Jehová Jireh, el Señor proveerá. Eso se convirtió en una afirmación. “En el Monte del Señor se proveerá”, decía la gente. En ese tiempo la ciudad se llamaba Salem, que es Shalom en hebreo. La Ciudad de Paz.
La Sangre Sagrada derramada allí nos trajo la paz en el sentido eterno, pero ah, no ha habido paz para Jerusalén. Su misma existencia inspira pensamientos de guerra en el corazón de sus enemigos. El Señor sí proveyó, y lo hará de nuevo. Pero hasta entonces no habrá paz en la Ciudad de Paz. Oh, quizás ellos han pensado que la han conseguido un par de veces, pero como dice un anuncio, “Sin Jesús no hay paz”. Así que cuando usted ore por la paz de Jerusalén, en realidad está orando por el retorno del Señor. Algo que Él también desea.