A no haber estado el SEÑOR por nosotros, diga ahora Israel; A no haber estado el SEÑOR por nosotros, cuando se levantaron contra nosotros los hombres, Vivos nos habrían tragado entonces, cuando se encendió su furor contra nosotros. Entonces nos habrían inundado las aguas; sobre nuestra alma hubiera pasado el torrente; Hubieran entonces pasado sobre nuestra alma las aguas impetuosas.
Bendito sea el SEÑOR, que no nos dio por presa a los dientes de ellos. Nuestra alma escapó cual ave del lazo de los cazadores; se rompió el lazo, y escapamos nosotros. Nuestro socorro está en el nombre del SEÑOR, que hizo el cielo y la tierra.
La mayoría de nosotros ni siquiera nos hemos dado cuenta de que algunas de las cosas que hemos podido lograr, ha sido solamente porque Dios está a nuestro lado. Le asignamos nuestro éxito a la suerte, o a las circunstancias, o a nuestras propias habilidades, sin nunca considerar la posibilidad de que nuestro Señor pueda haber estado anulando las agendas del mal que hayan podido lograr nuestra derrota y en su lugar haya ordenado la victoria para nosotros. La idea de que aun los ángeles hayan estado luchando a nuestro favor en contra de enemigos invisibles, no se nos ocurre, y seguimos felices nuestro camino, tomando el sol de nuestra propia gloria, y no dándole ni siquiera unas gracias superficiales a Dios Quien es el que hace que las cosas les salgan bien a los que le aman (Romanos 8:28)
Cosas pequeñas, como un espacio libre en un estacionamiento que vemos de un momento a otro, o un dinero que nos llega inesperadamente para pagar alguna cuenta inesperada, y hasta cosas grandes como recibir una buena oferta en efectivo sobre una casa que estamos vendiendo, u obteniendo un trabajo que ni siquiera estábamos buscando el cual es mucho mejor que el que tenemos ahora y en el cual hemos llegado al final de nuestra posición, es el resultado de que Dios es el benefactor invisible de nuestras vidas. Él ama dar buenos regalos a Sus hijos y no pide nada de vuelta.
Cuando empezamos a reconocer y a aceptar Sus esfuerzos a favor nuestro, Él nos provee aun de mayores bendiciones, cumpliendo así la promesa del Salmo 37:4, “Deléitate asimismo en el Señor y Él te concederá las peticiones de tu corazón”.
Y cuando finalmente entendemos que todas las buenas cosas que nos suceden son producto de los buenos deseos de un Padre amoroso y le damos la honra que le pertenece, lo imposible puede ser lo que suceda todos los días.