Salmo 126

Cuando el SEÑOR hiciere volver la cautividad de Sion, seremos como los que sueñan. Entonces nuestra boca se llenará de risa, y nuestra lengua de alabanza; entonces dirán entre las naciones: Grandes cosas ha hecho el SEÑOR con éstos.

Grandes cosas ha hecho el SEÑOR con nosotros; estaremos alegres. Haz volver nuestra cautividad, oh SEÑOR, como los arroyos del Neguev. Los que sembraron con lágrimas, con regocijo segarán. Irá andando y llorando el que lleva la preciosa semilla; Mas volverá a venir con regocijo, trayendo sus gavillas.

Muchas personas en los EE.UU. han perdido sus casas, y aún habrán más que también las perderán. Informes recientes muestran que esta tragedia nacional está muy lejos de terminar, y que nuevos récords serán establecidos pronto.

Y yo se cómo se siente eso. Hubo un momento en mi vida en que estuve a un día de perder mi casa. Hacía un año me había convencido de que nada podía impedirnos llegar a nuestra meta de tener bienes por un monto de un millón de dólares. (Esto fue cuando un millón de dólares era una fortuna, porque hoy en día Oprah gana esa cantidad todos los días.) Eso dio como resultado de que empezáramos a vivir como si ya lo tuviéramos. Pero no solamente no habíamos llegado a nuestra meta, sino que lo habíamos perdido todo y estábamos siendo desahuciados de nuestra casa.

Esa tarde dos cosas asombrosas sucedieron. Unos amigos nuestros que habían estado interesados en nuestra casa finalmente les había sido aprobado un préstamo para comprarla, y ese mismo día cerraban el trato, y el dinero que nos pagarían por la venta de la casa cubría totalmente el saldo de la deuda que teníamos y nos sobraba lo suficiente para alquilar un apartamento a donde mudarnos. Y en segundo lugar, los documentos de venta ya firmados, persuadieron a nuestro acreedor a dejarnos en la casa por tres días más que era el tiempo que el banco necesitaba para emitir el crédito al nuevo comprador, y de esa manera, salvamos nuestra situación. Nuestro último activo había desaparecido, pero por lo menos pudimos evitar tener un no pago de hipoteca en nuestro informe crediticio.

Pero yo aún tenía una situación penosa que enfrentar. A plena vista de nuestros vecinos, tuve que desalojar nuestra casa sacando mi ropa y mis cosas y llevarlas dos casas más abajo, a un apartamento que habíamos alquilado en la misma calle y que quedaba en un edificio que hacía un mes había sido nuestro. Es que yo me quería hacer rico negociando en bienes raíces, y había gastado más de lo que debía cuando el mercado tuvo un giro adverso. No era una situación feliz; 35 apartamentos y una casa perdidos en menos de un año.

El millón de dólares que con tanto orgullo había acumulado había sido en parte por el efectivo que habíamos invertido, pero en su mayor parte debido a los beneficios de una espiral inflacionaria en el mercado local de bienes raíces. Nunca pude recuperar las ganancias en libros, pero en los siguientes dos años, el Señor me había devuelto todo nuestro efectivo y el sobrante suficiente para poderle pagar al resto de nuestros acreedores. Después de efectuar un sólido pago inicial, pudimos mudarnos a una casa nueva de un precio que podíamos pagar, la cual era mucho mejor que la que acabábamos de vender.

El punto es que ahora tengo una verdadera empatía por las personas que han perdido sus casas, como también un conocimiento de cómo los israelitas se sintieron cuando fueron liberados de su cautiverio en Babilonia y pudieron retornar a Jerusalén. Y de la misma manera que los israelitas, yo también tenía amigos que nos visitaron en nuestra nueva casa y comentaron sobre las grandes cosas que el Señor había hecho por nosotros.

Pero la cosa más grande que Él hizo no era visible al mundo que nos rodeaba y nada tenía que ver con casas o con dinero. La cosa más grande que el Señor hizo fue decidir hacer lo que fuera necesario para atraer mi atención a Él. Porque cuando me di cuenta de que todo se estaba desmoronando y que no había nada que yo pudiera hacer para detenerlo, me tuve que sentar como Job sobre las cenizas de mi auto-fabricado desastre y finalmente clamar al Señor.

Y Él llegó y se sentó a mi lado y me dijo, “¿Estás listo para escuchar ahora? Porque yo quiero decirte sobre algo más grande que esto, más grande de lo que jamás te hayas podido imaginar”. Estuve listo y Él me lo dijo y mi vida cambió para siempre. Ya no me preocupaba por la casa o ese millón de dólares, sino que por primera vez en mi vida me sentí verdaderamente rico porque había visto lo que el Señor nos tiene guardado. Él me ha dado una perspectiva eterna la cual está más allá de nuestra comprensión.

Yo espero que no fue necesario que usted haya llegado a una derrota personal de esa magnitud para tener que escuchar. Pero sea lo que fuere que le tomó, yo creo que usted estará de acuerdo conmigo que valió la pena.