Salmo 13

¿Hasta cuándo, Jehová? ¿Me olvidarás para siempre? ¿Hasta cuándo esconderás tu rostro de mí? ¿Hasta cuándo pondré consejos en mi alma, con tristezas en mi corazón cada día? ¿Hasta cuándo será enaltecido mi enemigo sobre mí?

Mira, respóndeme, oh Jehová Dios mío; alumbra mis ojos, para que no duerma de muerte; Para que no diga mi enemigo: Lo vencí. Mis enemigos se alegrarían, si yo resbalara.

Mas yo en tu misericordia he confiado; mi corazón se alegrará en tu salvación. Cantaré a Jehová, porque me ha hecho bien.

Algunas veces pareciera que estamos tan solos. Las pruebas y las tribulaciones de nuestras vidas nos cercan y nos rodean como la oscuridad, y pensamos cómo vamos a salir de eso. ¿Dónde está el Señor? ¿Por qué no responde? ¿No se da cuenta de los problemas que se están gestando a nuestro alrededor?

Por supuesto que Él sí se da cuenta, y conociendo el final desde el principio, Él sabe como es que las cosas van a terminar. Y no solamente eso, Dios sabe cómo la resolución de nuestras situaciones presentes encaja en el gran cuadro de nuestras vidas, sobre lo que estamos llamados a soportar y cómo se compara con lo que otras personas han sido llamadas a soportar. En resumen, Dios tiene perspectivas que nosotros nunca tendremos. Por supuesto que el Señor, con un chasquido de sus dedos puede hacer que las cosas se hagan, pero ¿qué aprenderíamos con eso? ¿No terminaríamos en mayores apuros en nuestro camino al habernos perdido de las lecciones de nuestro presente?

No se trata de que Dios haya arreglado la situación para enseñarnos algo, debemos estar claros de que eso es nuestra responsabilidad. Pero Él sí lo vio venir y sabe cómo va a terminar y lo que está tratando de hacer es transformar esos limones que hemos producido, en limonada.

Además, Su Palabra nos enseña que las pruebas que estamos enfrentando hoy son las pruebas comunes que tienen las personas (1 Corintios 10:13). Podrá ser el mayor problema de nuestra vida, pero otros lo han tenido y quizá peor, y han vivido para contarlo.

Jesús nos dijo, “En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo” (Juan 16:33). Y puesto que Jesús lo ha vencido, lo vencerá. Con la fortaleza de nuestra fe podemos levantarnos sobre nuestra crisis presente y recibir la gracia para soportarla.

Y, a diferencia de nuestros vecinos no salvos, nosotros sabemos que esto también pasará. Un día, muy pronto, Él le pondrá fin a todo esto y así comenzaremos nuestra Gran Aventura. No habrá más muerte, ni llanto, ni clamor, ni dolor, porque las cosas viejas pasaron.

Si nosotros, con los ojos de la fe, podemos aprender lo que Él, con el Ojo de la Creación, ha visto y preparado para aquellos que le aman, podemos regocijarnos con los santos de la antigüedad por la cercanía de Su presencia y aprender por nosotros mismos sobre la afirmación sustentada de estos mártires: “Prueba máxima; gracia máxima”.

“Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos! Vuestra gentileza sea conocida de todos los hombres. El Señor está cerca. Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús” (Filipenses 4:4-7).