Acuérdate, oh Jehová, de David, y de toda su aflicción; De cómo juró a Jehová, y prometió al Fuerte de Jacob: No entraré en la morada de mi casa, ni subiré sobre el lecho de mi estrado; No daré sueño a mis ojos, ni a mis párpados adormecimiento, Hasta que halle lugar para Jehová, morada para el Fuerte de Jacob.
He aquí en Efrata lo oímos; lo hallamos en los campos del bosque. Entraremos en su tabernáculo; os postraremos ante el estrado de sus pies. Levántate, oh Jehová, al lugar de tu reposo, tú y el arca de tu poder. Tus sacerdotes se vistan de justicia, y se regocijen tus santos. Por amor de David tu siervo no vuelvas de tu ungido el rostro.
En verdad juró Jehová a David, y no se retractará de ello: De tu descendencia pondré sobre tu trono. Si tus hijos guardaren mi pacto, y mi testimonio que yo les enseñaré, sus hijos también se sentarán sobre tu trono para siempre.
Porque Jehová ha elegido a Sion; la quiso por habitación para sí. Este es para siempre el lugar de mi reposo; aquí habitaré, porque la he querido. Bendeciré abundantemente su provisión; a sus pobres saciaré de pan. Asimismo vestiré de salvación a sus sacerdotes, y sus santos darán voces de júbilo. Allí haré retoñar el poder de David; he dispuesto lámpara a mi ungido. A sus enemigos vestiré de confusión, Mas sobre él florecerá su corona.
Jesús nos dijo de no preocuparnos por nuestras vidas, de qué comeremos o beberemos, o lo que vestiremos. Él dijo que nuestra meta más importante es buscar primero Su reino y Su justicia y todo lo demás nos será dado (Mateo 6:25, 33). Él habría usado a David como ejemplo de lo que quería decir. Él sacó a David del campo cuando era un jovencito, le dio victorias legendarias como un joven, y lo hizo el rey más querido de Israel. (En hebreo, David quiere decir el amado.)
El Señor no hizo eso porque David fuera un ejemplo brillante de justicia, sino porque David era un “varón conforme a Su corazón” (Hechos 13:22). Y más que cualquier otra cosa, David quería que Dios le amara. Cuando nosotros queremos que alguien nos ame con alegría seguimos la dirección de esa persona y tratamos de hacer lo que esa persona quiere. Eso fue lo que hizo David. Su fe en Dios era indudable. Y más tarde, aun cuando David había cometido algunos de los peores pecados de la humanidad, él sabía que si pedía, Dios lo perdonaría (Salmo 51), y que él moraría en la casa del Señor para siempre (Salmo 23).
Pablo era igual. Así como amaba sus iglesias, dejó claro que si pudiera escoger él estaría dispuesto a alejarse de ellos para estar con el Señor (Filipenses 1:22-24).
Así es como el Señor quiere que nosotros nos sintamos, y porqué Él bendice abundantemente a todas aquellas personas que se sienten así. A pesar de que la iglesia en Éfeso se esforzaba en trabajar y estaba sólida en la doctrina, Él les llamó la atención porque habían dejado su primer amor (Apocalipsis 2:4). Y sin importar todo lo que hagamos, Él promete una corona especial a todas aquellas personas que aman Su venida (2 Timoteo 4:8)
Entonces, yo me molesto cuando escucho a algunos creyentes decir, “Aun no, Señor” cuando se refieren al Rapto. Ciertamente sus motivos generalmente parecen nobles, pero debemos pensar si ellos saben cómo se siente el Señor con lo que dicen. Puede ser que sea de los primeros en admitir que gozo de una buena vida aquí, y que por eso sea difícil imaginar cómo puedo tener más bendiciones. Pero si se me da la oportunidad, no lo pensaría dos veces en salir de aquí lo más pronto y rápidamente posible, sin mirar hacia atrás. ¿Así piensa usted? ¿Está usted listo, lista, para irse?
25 de septiembre de 2012