Salmo 136

Alaben a Jehová, porque él es bueno, porque para siempre es su misericordia.

Alaben al Dios de los dioses, porque para siempre es su misericordia.

Alaben al Señor de los señores, porque para siempre es su misericordia.

 

Al único que hace grandes maravillas, porque para siempre es su misericordia.

Al que hizo los cielos con entendimiento, porque para siempre es su misericordia.

Al que extendió la tierra sobre las aguas, porque para siempre es su misericordia.

Al que hizo las grandes lumbreras, porque para siempre es su misericordia.

El sol para que señorease en el día, porque para siempre es su misericordia.

La luna y las estrellas para que señoreasen en la noche, porque para siempre es su misericordia.

 

Al que hirió a Egipto en sus primogénitos, porque para siempre es su misericordia.

Al que sacó a Israel de en medio de ellos, porque para siempre es su misericordia.

Con mano fuerte, y brazo extendido, porque para siempre es su misericordia.

Al que dividió el Mar Rojo en partes, porque para siempre es su misericordia;

E hizo pasar a Israel por en medio de él, porque para siempre es su misericordia;

Y arrojó a Faraón y a su ejército en el Mar Rojo, porque para siempre es su misericordia.

Al que pastoreó a su pueblo por el desierto, porque para siempre es su misericordia.

Al que hirió a grandes reyes, porque para siempre es su misericordia;

Y mató a reyes poderosos, porque para siempre es su misericordia;

A Sehón rey amorreo, porque para siempre es su misericordia;

Y a Og rey de Basán, porque para siempre es su misericordia;

Y dio la tierra de ellos en heredad, porque para siempre es su misericordia;

En heredad a Israel su siervo, porque para siempre es su misericordia.

 

Él es el que en nuestro abatimiento se acordó de nosotros, porque para siempre es su misericordia;

Y nos rescató de nuestros enemigos, porque para siempre es su misericordia.

El que da alimento a todo ser viviente, porque para siempre es su misericordia.

 

Alaben al Dios de los cielos, porque para siempre es su misericordia.

 

En mis días de juventud yo solía correr y aun pude participar en dos maratones de resistencia de 42 kilómetros. Después del último de los dos, desarrollé un dolor agudo en mi rodilla derecha por lo que fui a ver a un podiatra que se especializa en lesiones deportivas, para un diagnóstico. Me mostró una pequeña deformidad en la parte inferior de mi pierna derecha la cual causaba que mi pie derecho tuviera un ángulo mayor de apoyo que el izquierdo, así que me prescribió un par de plantillas ortopédicas, las cuales coloco dentro de mis zapatos para corregir esta diferencia. Me dijo que el problema únicamente se presentaba debido a la presión sobre los pies cuando corría y me sugirió que caminara en vez de correr. Seguí su consejo de caminar y empecé a usar las plantillas ortopédicas. Y ciertamente el dolor desapareció y durante 20 años no volví a pensar sobre este asunto.

Pero hace como unos 4 años, las rodillas comenzaron a dolerme de nuevo. El dolor no tan severo como antes, pero sí se sentía. Pensé que solamente era una señal de envejecimiento de tal manera que aumenté mi dosis diaria de los suplementos naturales que ayudan a restaurar las articulaciones deterioradas, y empecé a pedirle al Señor que me sanara. Mientras tomara las cosas con calma y estuviera tomando el suplemento alimenticio, el dolor disminuía. Pero recientemente el dolor aumentó así que consideré hacerle otra visita al podiatra, haciendo más oración en aquellas mañanas cuando mis rodillas realmente me dolían. El movernos a una casa de un solo nivel me ayudó bastante, puesto que apenas podía bajar las escaleras en las mañanas. Pero el tomar largas caminatas se hizo un verdadero problema y aun permaneciendo de pie durante una hora mientras dirigía un estudio bíblico, me causaba gran dolor al día siguiente.

De un momento a otro mi esposa se convenció de que yo debería usar un par de zapatos que ella había escuchado me podían hacer bien, antes de intentar hacer cualquier otra cosa. Así lo hice, pero no fueron de mucha ayuda. Entonces ella insistió en un modelo diferente de la misma marca, algo que llaman hechos con la tecnología del talón negativo. Puesto que el primer par no había funcionado, yo estaba en verdad indeciso pero finalmente estuve de acuerdo. Mientras tanto estuve cojeando esperando que llegaran en el correo.

Finalmente llegaron los zapatos y me los puse. Las instrucciones decían que solamente los usara por un corto tiempo porque mis pies necesitaban acostumbrarse a usarlos. Así que los usé entre la casa durante unas pocas horas antes de acostarme.

A la mañana siguiente me desperté sin dolor en las rodillas. No tenía dureza en las rodillas ni dolor del todo. Fui por todos lados contándoles a las personas lo buenos que eran esos zapatos. El único problema era que son zapatos de vestir y no casuales. No queriendo volver a usar las plantillas ortopédicas, intenté usar pantuflas y sandalias y otro tipo de zapatos que no había podido usar durante años. No sentí ningún dolor, y así ha sido durante las últimas tres semanas.

El creer que al usar esos zapatos durante unas pocas horas una noche me quitó el dolor para siempre, era una cosa. Pero no tengo manera de explicar porqué de un momento a otro yo puedo usar cualquier par de zapatos viejos y aun andar descalzo y no sentir ningún dolor. Estoy convencido de que el Señor escuchó mis oraciones y me sanó, y el haber obtenido esos zapatos especiales fue como cuando el siervo de Eliseo le dijo a Naamán el sirio que se lavara en el Jordán siete veces para que se curara su lepra (2 Reyes 5:1-19). O cuando Jesús le untó barro en los ojos al hombre ciego y le dijo que se los fuera a lavar (Juan 9:1-7). Eso era algo para aquellos que eran sanados, en este caso yo, que tenían que hacer como un suplemento a nuestra débil fe, y para hacernos pensar que en verdad estábamos contribuyendo en el proceso.

De la misma manera que Naamán estaba escéptico a lavarse en el Jordán y solamente lo hizo para acomodarse a sus siervos, yo solamente estuve de acuerdo en probarme esos zapatos para acomodarme a la sugerencia de mi esposa. Naamán no creía que había algo especial en las aguas del Jordán, y yo no creí que un nuevo par de zapatos me harían algún bien. Pero ambos estábamos en lo correcto. Solamente teníamos que hacer algo que fuera un acto de fe.

El Señor ha sanado a un incontable número de nosotros durante el curso de la historia humana, y Él continúa haciéndolo hasta este día. El hecho de que ya no le demos la gloria al darle el crédito a los métodos que Él utiliza, es irrelevante. Pero podría apostar que hay miles de ustedes allá fuera que tienen un relato similar al mío. Ahora ya tienen una explicación. Y de ahora en adelante, cuando algo como esto les suceda, alaben al Dios de los cielos, porque para siempre es su misericordia.