Junto a los ríos de Babilonia, allí nos sentábamos, y aun llorábamos, acordándonos de Sion. Sobre los sauces en medio de ella colgamos nuestras arpas. Y los que nos habían llevado cautivos nos pedían que cantásemos, y los que nos habían desolado nos pedían alegría, diciendo: Cántennos algunos de los cánticos de Sion. ¿Cómo cantaremos cántico de Jehová en tierra de extraños?
Si me olvidare de ti, oh Jerusalén, pierda mi diestra su destreza. Mi lengua se pegue a mi paladar, si de ti no me acordare; si no enalteciere a Jerusalén como preferente asunto de mi alegría.
Oh SEÑOR, recuerda contra los hijos de Edom el día de Jerusalén, cuando decían: Arrásenla, arrásenla hasta los cimientos. Hija de Babilonia la desolada, bienaventurado el que te diere el pago de lo que tú nos hiciste. Dichoso el que tomare y estrellare tus niños contra la peña.
Algunas personas le llaman el principio de “hágalo como si fuera otra cosa”. Otras nos dicen que “lo disimulemos hasta que lo logremos”. Pero a lo que se están refiriendo es al hecho de que mientras uno no puede controlar cómo se siente sobre sus circunstancias actuales, uno sí puede controlar cómo responder ante las mismas. Y si usted escoge actuar como si las circunstancias fueran irrelevantes a su felicidad, sus sentimientos se estarían nivelando. Esto significa que si usted se siente triste, usted puede escoger actuar como si estuviera feliz y así, finalmente, usted lo lograría. Si usted es un fumador y desea fumarse un cigarrillo, usted puede escoger actuar como si no lo necesitara, y de esa manera, pronto dejaría de fumar.
Hace unos años entré a la oficina de un cliente en perspectiva durante un tiempo de estrechez económica. El la pared detrás de la recepción se destacaba un letrero que decía, “Oímos que había una recesión, pero decidimos no participar”. No creo que haya sido una coincidencia que esta empresa estaba mejor que sus competidores, a pesar de que todos tenían productos similares y atendían el mismo mercado.
Últimamente, estas cosas han venido a ser conocidas como la elección “contraria a los sentimientos”. Pero eso no es nada nuevo. Pablo sabía todo sobre eso. Así que cuando la iglesia en Filipos estaba sufriendo una intensa persecución, y le pidió ayuda, les escribió lo siguiente,
“Regocíjense en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocíjense! Que su gentileza sea conocida de todos los hombres. El Señor está cerca. Por nada estén afanosos, sino sean conocidas sus peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús” (Filipenses 4:4-7).
En medio de la persecución ellos debían regocijarse, y no solo sobre las cosas buenas. Él dijo que la manera de encontrar la verdadera paz, esa paz que sobrepasa todo entendimiento es no estar ansiosos por nada, darle gracias a Dios en todo, y pedirle que se encargue de todo. Y Pablo no era uno de esos teólogos encerrado en algún rincón del Templo, secuestrado del mundo real. Él sabía algo sobre perseverar en la persecución.
Él también sabía que nuestra actitud es un factor importante en determinar cómo es que las cosas nos afectan. Es por eso que les dijo a los efesios de renovarse en el espíritu de su mente (Efesios 4:23) para que pudieran vivir una vida más agradable a Dios. Él sabía que las actitudes eran solamente hábitos del pensamiento. Si nosotros empezamos a pensar diferente nuestra actitud va a cambiar. Cuando nuestra actitud cambia, nuestras acciones pronto la seguirán.
Podemos decir que él sabía esto porque también les dijo a los filipenses que se enfocaran en los buenos pensamientos durante sus tiempos malos.
“Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto piensen. Lo que aprendieron y recibieron y oyeron y vieron en mí, esto hagan; y el Dios de paz estará con ustedes” (Filipenses 4:8-9).
Él les prometió que haciendo estas cosas tendrían paz a pesar de sus circunstancias. Fue un buen consejo entonces, y lo es hoy también.