Te alabaré con todo mi corazón; delante de los dioses te cantaré salmos. Me postraré hacia tu santo templo, y alabaré tu nombre por tu misericordia y tu fidelidad; porque has engrandecido tu nombre, y tu palabra sobre todas las cosas.
El día que clamé, me respondiste; me fortaleciste con vigor en mi alma. Te alabarán, oh SEÑOR, todos los reyes de la tierra, porque han oído los dichos de tu boca. Y cantarán de los caminos del SEÑOR, porque la gloria del SEÑOR es grande. Porque el SEÑOR es excelso, y atiende al humilde, mas al altivo mira de lejos. Si anduviere yo en medio de la angustia, tú me vivificarás; contra la ira de mis enemigos extenderás tu mano, y me salvará tu diestra. El SEÑOR cumplirá su propósito en mí; tu misericordia, oh SEÑOR, es para siempre; no desampares la obra de tus manos.
Hay dos cosas que el Señor honra sobre todas las demás, Su Nombre y Su Palabra. Por ejemplo, cuando Él prometió restaurar a Israel en los últimos días, dijo,
“No lo hago por ustedes, oh casa de Israel, sino por causa de mi santo nombre, el cual profanaron ustedes entre las naciones adonde han llegado. Y santificaré mi grande nombre, profanado entre las naciones, el cual profanaron ustedes en medio de ellas; y sabrán las naciones que yo soy el SEÑOR, dice el SEÑOR Omnipotente, cuando sea santificado en ustedes delante de sus ojos” (Ezequiel 36:22-23).
No es porque ellos demostraron que lo merecían, sino porque Su nombre estaba en juego. Ellos lo mancharon y Él tenía que restaurarlo porque Él nos ha hecho grandes promesas a nosotros también.
Y en cuanto a Su Palabra se refiere, Él dijo,
“Porque así dijo el SEÑOR, que creó los cielos; él es Dios, el que formó la tierra, el que la hizo y la compuso; no la creó en vano, para que fuese habitada la creó: Yo soy el SEÑOR, y no hay otro. No hablé en secreto, en un lugar oscuro de la tierra; no dije a la descendencia de Jacob: En vano me buscan ustedes. Yo soy el SEÑOR que hablo justicia, que anuncio rectitud” (Isaías 45:18-19).
“Recuerden esto, rebeldes; piénsenlo bien, ¡fíjenlo en su mente! Recuerden las cosas pasadas, aquellas de antaño; yo soy Dios, y no hay ningún otro, yo soy Dios, y no hay nadie igual a mí. Yo anuncio el fin desde el principio; desde los tiempos antiguos, lo que está por venir. Yo digo: Mi propósito se cumplirá, y haré todo lo que deseo” (Isaías 46:8-10 NVI).
Para aquellos de ustedes que fueron enseñados que el Nuevo Testamento canceló o reemplazó el Antiguo Testamento, Jesús dijo,
“No piensen que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir. Porque de cierto les digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido” (Mateo 5:17-18).
En el modismo del día, la frase “la ley y los profetas” se refiere al Antiguo Testamento. La Palabra de Dios es final, infalible, eterna.
¿Por qué es esto importante para nosotros? En primer lugar, porque Dios utiliza la profecía para validarse a Sí mismo.
“Lo que pasó, ya antes lo dije, y de mi boca salió; lo publiqué, lo hice pronto, y fue realidad. Por cuanto conozco que eres duro, y barra de hierro tu cerviz, y tu frente de bronce, te lo dije ya hace tiempo; antes que sucediera te lo advertí, para que no dijeras: Mi ídolo lo hizo, mis imágenes de escultura y de fundición mandaron estas cosas. Lo oíste, y lo viste todo; ¿y no lo anunciarán ustedes? Ahora, pues, te he hecho oír cosas nuevas y ocultas que tú no sabías” (Isaías 48:3-6).
De todos los así llamados libros sagrados del mundo, solamente la Biblia hace eso. Dios utiliza la profecía como la norma para evaluar la afirmación de alguien de ser Dios.
“Así dice el SEÑOR Rey de Israel, y su Redentor, el SEÑOR de los ejércitos: Yo soy el primero, y yo soy el postrero, y fuera de mí no hay Dios. ¿Y quién proclamará lo venidero, lo declarará, y lo pondrá en orden delante de mí, como hago yo desde que establecí el pueblo antiguo? Anúncienles lo que viene, y lo que está por venir” (Isaías 44:6-7).
Todo lo que alguna persona debe de hacer para probar que es Dios, es contestar dos preguntas. Primero, cuéntenos todo lo que ha sucedido. Y, segundo, cuéntenos todo lo que va a suceder. Dios ha estado hacienda esto por más de 6.000 años y nunca se ha equivocado. Nadie más puede hacer esa afirmación.
Así es, Su Palabra es tan importante porque es Su prueba de que Él es Quien Él afirma ser. Ustedes no tienen que estar adivinando si en verdad hay un Dios. Solamente estudien Su Palabra. Allí encontraran más pruebas de que Él es Quien Él afirma ser, de las que usted puede encontrar de lo que usted mismo afirma ser lo que usted es. No se necesita de ninguna fe para creer que hay un Dios. Solamente se necesita que uno aplique el intelecto que Dios le dio para poder encontrarlo. Por eso es que en el Nuevo Testamento, una de las palabras griegas traducidas para incredulidad también significa desobediencia. Sencillamente existe demasiada evidencia para poder negar la existencia de Dios, de tal manera que las personas que lo niegan permanecen conscientemente ignorantes de los hechos. Ellas tienen que rehusarse a querer conocerlo.
En segundo lugar por lo que esto es tan importante es que se nos ha dicho que pongamos nuestro destino eterno sobre el hecho de que Dios es confiable. Es bueno saber que alguien que le ha dicho a usted que tome Su palabra para algo tan crítico valore Su Palabra tan alto, porque en el momento que nos demos cuenta si Él estaba diciendo la verdad o no, será demasiado tarde. Pero cuando Pablo escribió, “porque todo aquel que invocare el nombre del SEÑOR, será salvo” en Romanos 10:13 el que estaba detrás de esa promesa tenía un registro de 4.000 años de honestidad y de integridad, y nada ha sucedido durante los siguientes 2.000 años después de eso, para modificar ese registro. Si contamos con algo seguro ahora es que hay más evidencia que apoya eso que la que había antes.
Así que en cuanto a la salvación suya se refiere, Dios ha puesto las dos cosas que Él valora más, sobre el tapete, Su Nombre y Su Palabra. Usted tiene todo el derecho de sentirse seguro en Sus manos.