Bendito sea el SEÑOR, mi roca, quien adiestra mis manos para la batalla, y mis dedos para la guerra; Misericordia mía y mi castillo, fortaleza mía y mi libertador, escudo mío, en quien he confiado; el que sujeta a mi pueblo debajo de mí.
Oh SEÑOR, ¿qué es el hombre, para que en él pienses, o el hijo de hombre, para que lo estimes? El hombre es semejante a la vanidad; sus días son como la sombra que pasa. Oh SEÑOR, inclina tus cielos y desciende; toca los montes, y humeen. Despide relámpagos y disípalos, envía tus saetas y túrbalos. Envía tu mano desde lo alto; redímeme, y sácame de las muchas aguas, de la mano de los hombres extraños, Cuya boca habla vanidad, y cuya diestra es diestra de mentira.
Oh Dios, a ti cantaré cántico nuevo; con salterio, con decacordio cantaré a ti. Tú, el que da victoria a los reyes, el que rescata de maligna espada a David su siervo. Rescátame, y líbrame de la mano de los hombres extraños, cuya boca habla vanidad, y cuya diestra es diestra de mentira. Sean nuestros hijos como plantas crecidas en su juventud, nuestras hijas como esquinas labradas como las de un palacio; Nuestros graneros llenos, provistos de toda suerte de grano; nuestros ganados, que se multipliquen a millares y decenas de millares en nuestros campos; Nuestros bueyes estén fuertes para el trabajo; no tengamos asalto, ni que hacer salida, ni grito de alarma en nuestras plazas. Bienaventurado el pueblo que tiene esto; bienaventurado el pueblo cuyo Dios es el SEÑOR.
En tiempos de incertidumbre es bueno saber que así como uno no puede confiar en lo que oye de nuestros líderes, o de los medios de prensa, sí podemos confiar en las promesas del Señor. Y de la misma manera en que Él liberó a Israel de manos de sus enemigos en tiempos de David, Él nos liberará de manos de nuestros enemigos en nuestro tiempo. No importa lo que nos depare el futuro, nosotros tenemos Su promesa de que todas estas cosas son ligeras y momentáneas y que pronto serán reemplazadas por una gloria eterna que las sobrepasa a todas (2 Corintios 4:17). “En el mundo ustedes tendrán aflicción”, dijo Jesús; “pero confíen, yo he vencido al mundo” (Juan 16:33). Y debido a eso, así será.
El consejo que Pablo les dio a los corintios es aún más relevante para nosotros. “No mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas” (2 Corintios 4:18).
Debemos recordar que este mundo es temporal. Es el próximo el que es permanente, y nuestra presencia allí ya está garantizada (Efesios 1:13-14). No deberíamos estar tan preocupados en lo que sucede aquí y ahora. Primero, no tenemos ningún control sobre ello. Y, segundo, dentro del gran esquema de las cosas, realmente no importa. El Señor ha prometido rescatarnos de la ira venidera (1 Tesalonicenses 1:10) y también cubrir todas nuestras necesidades mientras tanto (Mateo 6:31-33). Y cuando Él nos lleve para estar con Él, nunca más volveremos a tener ni un solo momento triste (Apocalipsis 21:4). ¿Qué más podríamos pedir?