El rey se alegra en tu poder, oh Jehová; y en tu salvación, ¡cómo se goza! Le has concedido el deseo de su corazón, y no le negaste la petición de sus labios.
Porque le has salido al encuentro con bendiciones de bien; corona de oro fino has puesto sobre su cabeza. Vida te demandó, y se la diste; largura de días eternamente y para siempre. Grande es su gloria en tu salvación; honra y majestad has puesto sobre él.
Porque lo has bendecido para siempre; lo llenaste de alegría con tu presencia. Por cuanto el rey confía en Jehová, y en la misericordia del Altísimo, no será conmovido.
Alcanzará tu mano a todos tus enemigos; tu diestra alcanzará a los que te aborrecen. Los pondrás como horno de fuego en el tiempo de tu ira; Jehová los deshará en su ira, y fuego los consumirá. Su fruto destruirás de la tierra, y su descendencia de entre los hijos de los hombres. Porque intentaron el mal contra ti; fraguaron maquinaciones, mas no prevalecerán, pues tú los pondrás en fuga; en tus cuerdas dispondrás saetas contra sus rostros. Engrandécete, oh Jehová, en tu poder; cantaremos y alabaremos tu poderío.
Victorias en este mundo, vida eterna en presencia del Señor, y venganza sobre nuestros enemigos, ¿qué más podemos pedir?
Se ha dicho que nosotros determinamos el deleite que se deriva de cualquier situación al compararla mentalmente con la expectativa que nos hemos formado, la cual llevamos al comenzar y mantenemos al terminar. Por ejemplo, yendo a un McDonalds por una hamburguesa, esperamos un cierto nivel de calidad y de servicio. Cuando obtenemos lo que esperamos nos sentimos bien. En esas raras ocasiones cuando nuestra experiencia excede nuestra expectativa, nos deleitamos, pero cuando fracasa en satisfacer lo que esperamos, nos decepcionamos. Todo sucede en un instante en nuestro subconsciente, pero esa es la manera como funciona.
Obviamente no estaríamos felices en un restaurante gourmet que nos sirviera una hamburguesa estilo McDonalds, porque nuestra expectativa de una cena gourmet es diferente. De la misma manera, si estamos acostumbrados a comer lo que primero encontramos por allí, sobros o no, si conseguimos un Big Mac recién hecho, estaríamos más que felices. Por eso es que nuestro deleite se produce al comparar nuestras expectativas con nuestras experiencias.
¿Por qué hablamos de esto? en el Salmo 21 y en otros lugares, se nos dan unos atisbos de la vida en el Reino; bendiciones sin límite, deleite sin fin, paz, seguridad, libertad, y felicidad. Nuestros enemigos serán vencidos y serán obligados a admitir en nuestra presencia que nosotros estábamos en lo correcto y que ellos estaban equivocados. Ellos sufrirán las consecuencias de su comportamiento, mientras que nosotros disfrutaremos las recompensas del nuestro. Satanás, estará restringido, incapaz de tentarnos o de afligirnos, mientras que nosotros estaremos ante la presencia del Señor como Sus co-regentes, compartiendo Su herencia.
Son unas expectativas bien altas. Tomará mucho poder mantener nuestro deleite. Y mientras todas las compañías exitosas de este mundo conocen que las mejores formas para mantener al cliente satisfecho es prometiendo poco y ejecutando mucho, el Señor no ha hecho ningún intento para moderar nuestras expectativas con respecto a Su Reino.
De hecho lo opuesto es cierto. Escuche la afirmación de Pablo: “Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman” (1 Corintios 2:9).
No solamente no se nos promete poco, sino que se nos dice que lo que está preparado está más allá de nuestra comprensión, y aun excede nuestra habilidad de la imaginación. Y recuerde que este gozo que experimentaremos será por toda la eternidad. Cada día y en cada forma, cada vez será mejor y mejor. Para siempre.
Es por eso que se nos dice, cuando estamos desanimados, que no miremos “las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas” (2 Corintios 4:18).
Este gozo inimaginable pronto será nuestra porción en cada momento de cada día. Mientras más aprendemos de ello, más altas serán nuestras expectativas, y, a pesar de ello, se nos dice que, en lo mejor, nuestras mentes infestadas de pecado ni siquiera pueden comenzar a evocar lo que Dios está por enviarnos en nuestro camino. Pero lo poco que podemos ver nos da la esperanza y nos ayuda a mantener un punto de vista más optimista en esos momentos deprimentes de nuestras vidas. Nos permite poder decir, “Yo puedo soportar esto, a cambio de aquello”. Muy buen consejo, Pablo. Gracias.