Salmo 22

Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? ¿Por qué estás tan lejos de mi salvación, y de las palabras de mi clamor? Dios mío, clamo de día, y no respondes; y de noche, y no hay para mí reposo. Pero tú eres santo, tú que habitas entre las alabanzas de Israel. En ti esperaron nuestros padres; esperaron, y tú los libraste. Clamaron a ti, y fueron librados; confiaron en ti, y no fueron avergonzados.

Mas yo soy gusano, y no hombre; oprobio de los hombres, y despreciado del pueblo. Todos los que me ven me escarnecen; estiran la boca, menean la cabeza, diciendo: Se encomendó a Jehová; líbrele él; sálvele, puesto que en él se complacía. Pero tú eres el que me sacó del vientre; el que me hizo estar confiado desde que estaba a los pechos de mi madre. Sobre ti fui echado desde antes de nacer; desde el vientre de mi madre, tú eres mi Dios.

No te alejes de mí, porque la angustia está cerca; porque no hay quien ayude. Me han rodeado muchos toros; fuertes toros de Basán me han cercado. Abrieron sobre mí su boca como león rapaz y rugiente. He sido derramado como aguas, y todos mis huesos se descoyuntaron; mi corazón fue como cera, derritiéndose en medio de mis entrañas. Como un tiesto se secó mi vigor, y mi lengua se pegó a mi paladar, y me has puesto en el polvo de la muerte. Porque perros me han rodeado; me ha cercado cuadrilla de malignos; horadaron mis manos y mis pies. Contar puedo todos mis huesos; entre tanto, ellos me miran y me observan. Repartieron entre sí mis vestidos, y sobre mi ropa echaron suertes.

Mas tú, Jehová, no te alejes; fortaleza mía, apresúrate a socorrerme. Libra de la espada mi alma, del poder del perro mi vida. Sálvame de la boca del león, y líbrame de los cuernos de los búfalos.

Anunciaré tu nombre a mis hermanos; en medio de la congregación te alabaré. Los que teméis a Jehová, alabadle; glorificadle, descendencia toda de Jacob, y temedle vosotros, descendencia toda de Israel. Porque no menospreció ni abominó la aflicción del afligido, ni de él escondió su rostro; sino que cuando clamó a él, le oyó.

De ti será mi alabanza en la gran congregación; mis votos pagaré delante de los que le temen. Comerán los humildes, y serán saciados; alabarán a Jehová los que le buscan; vivirá vuestro corazón para siempre. Se acordarán, y se volverán a Jehová todos los confines de la tierra, y todas las familias de las naciones adorarán delante de ti. Porque de Jehová es el reino, y él regirá las naciones.

Comerán y adorarán todos los poderosos de la tierra; se postrarán delante de él todos los que descienden al polvo, aun el que no puede conservar la vida a su propia alma. La posteridad le servirá; esto será contado de Jehová hasta la postrera generación. Vendrán, y anunciarán su justicia; a pueblo no nacido aún, anunciarán que él hizo esto.

¡Qué Salmo más increíble! 1.000 años antes del evento real, el Señor hace que David nos cuente cómo es ser crucificado. Y para asegurarse que entendemos el punto, hace que David empiece con las primeras palabras del Señor en la cruz y termine con las últimas. (Debemos leer el Salmo 22:31 y Juan 19:30 en el idioma griego, para darnos cuenta de las últimas. La palabra en griego es Tetelestai que quiere decir está terminado, Él lo ha hecho todo, o, mi preferida, pagado en su totalidad.)

El Salmo 22 es también uno de los más citados en el Nuevo Testamento. Este salmo está rebosando con referencias a los eventos en la cruz y más allá, eventos que el autor utilizó para demostrar el cumplimiento que el Señor hizo de la profecía. Es que no son los milagros que el Señor hizo lo que lo hace único y digno de nuestra confianza. Otras personas, tanto antes como después del ministerio terrenal del Señor han hecho grandes milagros. Es el hecho de que casi todos los detalles importantes de Su vida fueron predichos cientos y aun miles de años antes de que Jesús naciera. Él es el Único que fue prometido, el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo.

Contando con el Salmo 22, hay más de 300 profecías en el Antiguo Testamento, todas registradas cientos de años antes del hecho, que predecían el nacimiento, la vida y la resurrección de Jesús el Cristo. La abundancia y lo específico de estas profecías demuelen cualquier noción del azar, excede los requisitos del análisis estadístico, y prueban concluyentemente que cualquier otro hecho en la historia, que Jesús es el Hijo de Dios. De hecho existe más evidencia sólida para probar que Él es quien afirma ser, que la que hay para probar lo que usted dice ser quien es.

Esto es lo verdaderamente único y bello de la Biblia. Permanece por sí sola entre los otros llamados escritos sagrados del mundo, por su habilidad de auto validarse a sí misma. Solamente la Biblia habla del futuro con un 100 por ciento de exactitud. Nuestro Señor sabía que nosotros seríamos unos hijos escépticos e incrédulos. Por eso es que desde tiempos antiguos, Él empezó a contarnos cosas antes de que estas sucedieran para que cuando Él dijo que sucederían nosotros estuviéramos dispuestos a creerle. De esta manera podemos estar seguros de que nuestra fe está justificada. De esta manera, Jesús ya tiene un registro de casi 6000 años de duración. Simplemente Él nunca ha mentido en ninguna cosa, nunca. Escúchelo de Sus propios labios:

“Que anuncio lo por venir desde el principio, y desde la antigüedad lo que aún no era hecho; que digo: Mi consejo permanecerá, y haré todo lo que quiero; que llamo desde el oriente al ave, y de tierra lejana al varón de mi consejo. Yo hablé, y lo haré venir; lo he pensado, y también lo haré” (Isaías 46:10-11).

Cuando se estudia la profecía bíblica y la historia universal a la par, nos podemos dar cuenta de que no se requiere de mucha fe para creer en la Biblia. La evidencia de la profecía cumplida es demasiado abrumadora. Pero no solamente tome mi palabra, usted lo puede comprobar por usted mismo. Entonces se dará cuenta del porqué es que usted cree y así llegará a la conclusión de que si el Señor nunca ha mentido antes, jamás mentirá en el futuro. Eso se llama agregarle sustancia a su fe. Convierte las emociones en lógica, le añade conocimiento al fervor, y hace que su fe sea inconmovible. Algún día, pronto, esa clase de fe le puede ser útil.