Salmo 27

Jehová es mi luz y mi salvación; ¿de quién temeré? Jehová es la fortaleza de mi vida; ¿de quién he de atemorizarme? Cuando se juntaron contra mí los malignos, mis angustiadores y mis enemigos, para comer mis carnes, ellos tropezaron y cayeron. Aunque un ejército acampe contra mí, no temerá mi corazón; aunque contra mí se levante guerra, yo estaré confiado.

Una cosa he demandado a Jehová, ésta buscaré; que esté yo en la casa de Jehová todos los días de mi vida, para contemplar la hermosura de Jehová, y para inquirir en su templo. Porque él me esconderá en su tabernáculo en el día del mal; me ocultará en lo reservado de su morada; sobre una roca me pondrá en alto. Luego levantará mi cabeza sobre mis enemigos que me rodean, y yo sacrificaré en su tabernáculo sacrificios de júbilo; cantaré y entonaré alabanzas a Jehová.

Oye, oh Jehová, mi voz con que a ti clamo; ten misericordia de mí, y respóndeme. Mi corazón ha dicho de ti: Buscad mi rostro. Tu rostro buscaré, oh Jehová; No escondas tu rostro de mí. No apartes con ira a tu siervo; mi ayuda has sido. No me dejes ni me desampares, Dios de mi salvación. Aunque mi padre y mi madre me dejaran, con todo, Jehová me recogerá.

Enséñame, oh Jehová, tu camino, y guíame por senda de rectitud a causa de mis enemigos. No me entregues a la voluntad de mis enemigos; porque se han levantado contra mí testigos falsos, y los que respiran crueldad. Hubiera yo desmayado, si no creyese que veré la bondad de Jehová en la tierra de los vivientes. Aguarda a Jehová; esfuérzate, y aliéntese tu corazón; sí, espera a Jehová.

Hace unos años me vi forzado a acogerme a la jubilación. Fue una decisión simple. Mi puesto fue eliminado cuando la compañía en la que trabajaba fue vendida, y a mi edad, encontrar otro trabajo parecido era difícil. No estaba financieramente listo para jubilarme y nuestro ministerio aun no podía mantenerme, pero luego de mucha oración y discusión familiar, nos sentimos guiados a dedicarle tiempo completo al ministerio a pesar de que existía el riesgo de que se acabaran nuestros moderados ahorros, pero confiando en el Señor para que nos supliera lo suficiente para vivir.

Siendo un trabajador independiente durante casi toda mi vida, mis ingresos siempre fluctuaron, pero aprendí a vivir con esa inseguridad. Con frecuencia, especialmente al principio, empezaba el mes sin saber de qué fuente provendrían mis ingresos de ese mes. Pero al final del mes había producido lo suficiente para pagar mis cuentas y algunas veces me quedaba un poco más.

Ustedes creerían que yo había hecho bien al haber retornado a esa vida de inseguridad. Pero unos años antes, un cliente me ofreció un trabajo de tiempo completo, y habiendo acumulado cerca de dos millones de millas aéreas en la década anterior, decidí tomarlo. Por primera vez en mi vida adulta regresaba a casa todas las noches a tiempo y recibía mi pago regularmente todas las semanas, pero había sido atraído a un falso sentido de seguridad.

Cada día de pago mi salario era depositado en mi cuenta bancaria, y así, lentamente mi actitud cambió al desviar mi dependencia del Señor hacia la de la compañía en la que ahora trabajaba. La realidad era que ese trabajo podía desaparecer en cualquier momento, pero nunca quise ponerle mucha atención a ese pensamiento.

Pero de un momento a otro volví a confiar en el Señor, y viviendo mes a mes, pasajes como los de este Salmo se volvieron muy valiosos. Mis enemigos no son seres humanos uniformados y armados como eran los de David, pero son tan reales como ellos. Y son iguales a los que usted tiene. Son los pensamientos que se mueven sigilosamente en nuestra mente sin ser llamados, y son como soldados enemigos que se infiltran en las líneas de batalla, siendo su trabajo el debilitar nuestra determinación y promover el caos. Atacan nuestra fe plantando semillas de desánimo y de desesperación.

Nuestro contra ataque (no simplemente una defensa) es mantener nuestros ojos en Jesús, admirar Su hermosura y buscarlo en Su templo. El deseo de nuestro enemigo es que nos demos por vencidos, pero nuestra oración al Señor, quien siempre ha sido nuestro ayudador, es que Él siempre nos sustentará.

Escojamos permanecer confiados en que veremos la misericordia de Dios, a pesar de que nuestras mentes contaminadas por el pecado estén algunas veces llenas de dudas. Pero nos animamos y nos mantenemos firmes en nuestra fe esperando en el Señor. Al hacerlo así descubrimos de nuevo que Él es fiel y verdadero, Aquel que no nos deja ni nos desampara, el Autor y Perfeccionador de nuestra fe.