¡Oh Jehová, cuánto se han multiplicado mis adversarios! Muchos son los que se levantan contra mí. Muchos son los que dicen de mí: No hay para él salvación en Dios. Mas tú, Jehová, eres escudo alrededor de mí; mi gloria, y el que levanta mi cabeza. Con mi voz clamé a Jehová, y él me respondió desde su monte santo.
Yo me acosté y dormí, y desperté, porque Jehová me sustentaba. No temeré a diez millares de gente, que pusieren sitio contra mí. Levántate, Jehová; sálvame, Dios mío; porque tú heriste a todos mis enemigos en la mejilla; los dientes de los perversos quebrantaste. La salvación es de Jehová; sobre tu pueblo sea tu bendición.
Cuántas veces sentimos que el mundo se está moviendo en contra de nosotros. Las personas nos embisten en la carretera, nos quitan el lugar de estacionamiento en el trabajo, se toman el mérito por nuestro trabajo y esfuerzo, y, por lo general, se levantan pisoteándonos, intentando destruir nuestro auto estima en el proceso.
Existen cuatro fuentes de las que obtenemos nuestro auto estima, tres de las cuales están destinadas al fracaso porque dependen de la naturaleza inconstante de este mundo, pero solo una es la que obra maravillas.
La primera es la apariencia. Algunas personas dependen solamente de ella, sintiéndose bien sobre sí mismas porque se ven bien ante los demás. Pero pronto envejecen y su apariencia se desvanece. Aun gastando miles de dólares en cirugías plásticas no les ayuda y pronto terminan viéndose como tristes caricaturas de su anterior figura.
Algunos otros obtienen su auto estima por sus logros. Pero un día se dan cuenta de que ya no pueden lograr más. La edad o la salud frágil, o aun la obsolescencia de sus aptitudes los vuelve incapaces. Estos son los que tienen problemas con su jubilación, y cuando se dan cuenta de que ya no dan la talla se sienten inútiles. Algunos vuelven a trabajar, otros se convierten en cargas para su familia, y aun otros simplemente mueren. Habiendo trabajado toda su vida para disfrutar de su jubilación, terminan sintiéndose miserables e inútiles.
Otros dependen de sus logros progresivamente más grandes para levantar su auto estima. Pero luego, la edad y las enfermedades minan su habilidad de la misma manera que sus contrapartes que están orientados a resultados en su vida.
Es la cuarta fuente de auto estima de la que David habla en el Salmo 3, la única que no puede fracasar. No importa cómo nos trata el mundo, nosotros tenemos un Creador que nos ama de manera incondicional. Nosotros somos el mejor ejemplo de Su Poder Creador; somos Su Obra de Arte (Efesios 2:10). Él es la razón por la que podemos mantener nuestros corazones firmes y nuestras cabezas erguidas sin importar las circunstancias. Él es quien nos levanta cuando los demás tratan de aplastarnos. Él es quien nos provee, nos sustenta. Él dio Su vida por nosotros. Y un día, pronto, Él tomará venganza en contra de nuestros enemigos. “Yo haré que vengan y se postren a tus pies, y reconozcan que yo te he amado” (Apocalipsis 3:9). Él enjugará toda lágrima de nuestros ojos y para nosotros ya no habrá más muerte, ni llanto, ni clamor, ni dolor. Y entonces, Él nos tomará para vivir con Él para siempre en un lugar de felicidad inimaginable, mientras que aquellos que lo han rechazado y nos han oprimido, pasarán la eternidad en tormento y dolor.
Cuando nos acostamos, nuestro sueño es dulce porque el Señor es nuestra confianza. Él es nuestro escudo, nuestra gloria y quien levanta nuestra cabeza y la fuente de nuestro auto estima.
Oración: Señor, permíteme encontrar mi auto estima en Ti. No dejes que las cosas de este mundo me distraigan ni que busque la aprobación de los demás de quién soy, sino que asegúrame de quién soy en Ti.