Salmo 34

Bendeciré a Jehová en todo tiempo; su alabanza estará de continuo en mi boca. En Jehová se gloriará mi alma; lo oirán los mansos, y se alegrarán. Engrandeced a Jehová conmigo, y exaltemos a una su nombre.

Busqué a Jehová, y él me oyó, y me libró de todos mis temores. Los que miraron a él fueron alumbrados, y sus rostros no fueron avergonzados. Este pobre clamó, y le oyó Jehová, y lo libró de todas sus angustias. El ángel de Jehová acampa alrededor de los que le temen, y los defiende.

Gustad, y ved que es bueno Jehová; dichoso el hombre que confía en él. Temed a Jehová, vosotros sus santos, pues nada falta a los que le temen. Los leoncillos necesitan, y tienen hambre; pero los que buscan a Jehová no tendrán falta de ningún bien.

Venid, hijos, oídme; el temor de Jehová os enseñaré. ¿Quién es el hombre que desea vida, que desea muchos días para ver el bien? Guarda tu lengua del mal, y tus labios de hablar engaño. Apártate del mal, y haz el bien; busca la paz, y síguela.

Los ojos de Jehová están sobre los justos, y atentos sus oídos al clamor de ellos. La ira de Jehová contra los que hacen mal, para cortar de la tierra la memoria de ellos. Claman los justos, y Jehová oye, y los libra de todas sus angustias. Cercano está Jehová a los quebrantados de corazón; y salva a los contritos de espíritu. Muchas son las aflicciones del justo, pero de todas ellas le librará Jehová. El guarda todos sus huesos; ni uno de ellos será quebrantado.

Matará al malo la maldad, y los que aborrecen al justo serán condenados. Jehová redime el alma de sus siervos, y no serán condenados cuantos en él confían.

Nunca he tenido problemas con la justicia, ni tampoco he caído en las garras de la drogadicción, pero sí he estado en situaciones difíciles en mi vida, especialmente de tipo financiero. De hecho podría mencionar que después de haber perdido un montón de dinero, me vi llevado a los pies del Señor en primer lugar, hace veinte años. Y no puedo decir que por más que lo intenté por mí mismo pude salir de los enredos en que me había metido. Sin embargo, las cosas se movieron con más rapidez y mucho mejor cuando se las entregué al Señor, y empecé a complacer al Señor y a dejar de complacerme a mí mismo. El Señor me rescató y la angustia que sentía fue por el temor a lo desconocido. No sé en qué estaba pensando el presidente Roosevelt de los EE.UU., al finalizar la II Guerra Mundial, cuando dijo, “No tenemos nada que temer sino al temor mismo”. Este consejo también lo podemos aplicar nosotros a nuestras vidas.

Como muchas otras personas, yo tengo dos problemas para confiar en el Señor. El primero es que toda la vida se me enseñó que debía estar a cargo de mí mismo y hacer que las cosas sucedieran. “Si debe de suceder, eso me toca a mí”, y aprendí a creerlo. Así que entregarle mi vida a alguien más, aun al Señor, no fue nada fácil. Y en segundo lugar, yo sé que soy un pecador, indigno de las bendiciones de Dios. Y a pesar de que conozco todo sobre Su gracia, se me hace un poco difícil creer que el Señor me va a bendecir cuando sé que lo que merezco es el castigo.

Pero nuestro Dios conoce el final desde el principio y ha prometido que nunca nos dejará o nos abandonará, aun hasta el final de los tiempos. El Señor sabe todo sobre mi estado pecaminoso cuando estuvo de acuerdo en tomarme como suyo. A pesar de todo ese conocimiento, Él ha estado de acuerdo en velar sobre mí y protegerme mientras yo confiese mis pecados y trate de llevar una vida que le agrade a Él. Mi temor es solamente una emoción que yo le permito utilizar al diablo para atormentarme. E igual es la suya.

“El corazón del hombre piensa su camino; mas Jehová endereza sus pasos” dice Proverbios 16:9. Debo confesar ahora que la vida que vivo ahora no es la que había planeado tener. Claro, yo tengo todas las comodidades que usualmente se relacionan con una vida de éxito, pero no me llegaron por medio de la riqueza material que planeaba adquirir cuando empecé. No pude alcanzar esa meta a pesar de que no podría decir que no me causó algún sufrimiento. Sin embargo, en las cosas básicas, me puedo comparar favorablemente con Bill Gates, en lo que verdaderamente importa. Mi cama es tan confortable como la suya, mi casa es igual de cálida en las mañanas, mi automóvil es seguro y confiable. Las luces se encienden con solo accionar un interruptor, y puedo comer tantas veces al día como lo deseo, siendo mi comida tan nutritiva como la suya. También tengo una esposa amorosa y unos hijos bellos e inteligentes.

Nada de eso ha llegado por mi propio esfuerzo. De hecho, como Job, me he desecho de todos los frutos de mi propia cosecha y me he humillado lo suficiente para volverme al Señor. Cuando lo hice, Él me restauró, devolviéndome el salario cuando lo necesitaba y aun una casa para reemplazar la que tuve que vender, la comida cuando tengo hambre y la bebida para apagar la sed. Y como parte del trato, el Señor me ha dado una sed insaciable por Su Palabra.

Quizá podría decir que soy una prueba viviente de que el Salmo 34 es cierto. Si usted le ha permitido al Señor que rija su vida, entonces usted sabe que lo anterior es cierto por su propia experiencia y no necesita que nadie más se lo demuestre. Si usted solamente le ha entregado al Señor su corazón pero no su vida, entonces usted tiene una verdadera y valiosa aventura por delante. ¿Por qué no empezar ahora? “Usted no tiene nada que temer, excepto el temor mismo”.