Salmo 40

Pacientemente esperé a Jehová, y se inclinó a mí, y oyó mi clamor. Y me hizo sacar del pozo de la desesperación, del lodo cenagoso; puso mis pies sobre peña, y enderezó mis pasos. Puso luego en mi boca cántico nuevo, alabanza a nuestro Dios. Verán esto muchos, y temerán, y confiarán en Jehová.

Bienaventurado el hombre que puso en Jehová su confianza, y no mira a los soberbios, ni a los que se desvían tras la mentira. Has aumentado, oh Jehová Dios mío, tus maravillas; y tus pensamientos para con nosotros, no es posible contarlos ante ti. Si yo anunciare y hablare de ellos, no pueden ser enumerados.

Sacrificio y ofrenda no te agrada; has abierto mis oídos; holocausto y expiación no has demandado. Entonces dije: He aquí, vengo; en el rollo del libro está escrito de mí; El hacer tu voluntad, Dios mío, me ha agradado, y tu ley está en medio de mi corazón. He anunciado justicia en grande congregación; he aquí, no refrené mis labios, Jehová, tú lo sabes. No encubrí tu justicia dentro de mi corazón; he publicado tu fidelidad y tu salvación; no oculté tu misericordia y tu verdad en grande asamblea.

Jehová, no retengas de mí tus misericordias; tu misericordia y tu verdad me guarden siempre. Porque me han rodeado males sin número; me han alcanzado mis maldades, y no puedo levantar la vista. Se han aumentado más que los cabellos de mi cabeza, y mi corazón me falla.

Quieras, oh Jehová, librarme; Jehová, apresúrate a socorrerme. Sean avergonzados y confundidos a una los que buscan mi vida para destruirla. Vuelvan atrás y avergüéncense los que mi mal desean; Sean asolados en pago de su afrenta los que me dicen: ¡Ea, ea! Gócense y alégrense en ti todos los que te buscan, y digan siempre los que aman tu salvación: Jehová sea enaltecido. Aunque afligido yo y necesitado, Jehová pensará en mí. Mi ayuda y mi libertador eres tú; Dios mío, no te tardes.

¡Qué pieza literaria más asombrosa! Si alguna vez las palabras del hombre fueron inspiradas por Dios, tiene que ser aquí. Este Salmo comienza con una canción de gozo de alabanza llena de esa clase de simbolismo que la hace parecer más como algo del Nuevo Testamento que del Antiguo Testamento. Me recuerda ese viejo himno de Edgard Mote que dice, “En Cristo mi Roca sólida estoy; todo lo demás es tierra movediza”.

Luego, a la mitad del Salmo, David se lanza en una declaración que solamente se pudo haber originado de boca del mismo Mesías. Y en esta se revela la Misión del Mesías de manera tan breve y precisa, que es difícil ignorarla, especialmente en el idioma hebreo.

“Sacrificio y ofrenda no te agrada; has abierto mis oídos; holocausto y expiación no has demandado. Entonces dije: He aquí, vengo; en el rollo del libro está escrito de mí; el hacer tu voluntad, Dios mío, me ha agradado, y tu ley está en medio de mi corazón” (Salmo 40:6-8)

Está tan bien escrito que solamente una palabra de toda esta declaración es suficiente para entender lo que Jesús logró para nosotros. En el idioma hebreo, en el versículo 8, la palabra es ratsón, voluntad, que literalmente significa “un favor voluntario” y proviene de una raíz que significa “satisfacer una deuda”. Como un favor a Su Padre, Jesús voluntariamente entregó Su vida en pago de nuestra deuda.

Pero al tomarlos como un todo, estos tres versículos nos proveen aun una mayor riqueza teológica. Empecemos desde el principio. Los sacrificios y la ofrenda nunca fueron previstos para limpiar el pecado del hombre, sino solamente ponerlo a un lado hasta que el remedio final pudiera ser aplicado (Romanos 3:20). El hecho de perforarse, o abrirse, las orejas en la cultura de David significaba la esclavitud voluntaria de por vida de una persona hacia otra (Éxodo 21:5-6). En el Nuevo Testamento a eso se le llama un siervo (esclavo). Jesús no fue obligado a morir por nosotros, Él dio Su vida voluntariamente para satisfacer nuestra deuda por el pecado. Y para que no perdiéramos el significado, Él hizo que Moisés, David, Isaías, Daniel y todos los demás profetizaran sobre eso mucho antes de que Jesús lo hiciera en la cruz. El descubrir esto es uno de los grandes beneficios cuando se estudia la profecía en el Antiguo Testamento.

No importa qué problemas nos agobian, no importa las dificultades que enfrentamos, nos encontramos seguros por el conocimiento de que somos victoriosos, y todos aquellos que buscan nuestra caída caerán en desgracia. Nosotros le pertenecemos a un Dios que nos ama tanto que murió para que pudiésemos tener vida eterna con Jesús. Debido a eso siempre estaremos justificados para decir, “Sea el Señor exaltado” porque Él es nuestra ayuda y nuestro libertador.