Salmo 41

Bienaventurado el que piensa en el pobre; en el día malo lo librará Jehová. Jehová lo guardará, y le dará vida; será bienaventurado en la tierra, y no lo entregarás a la voluntad de sus enemigos. Jehová lo sustentará sobre el lecho del dolor; mullirás toda su cama en su enfermedad.

Yo dije: Jehová, ten misericordia de mí; sana mi alma, porque contra ti he pecado. Mis enemigos dicen mal de mí, preguntando: ¿Cuándo morirá, y perecerá su nombre? Y si vienen a verme, hablan mentira; su corazón recoge para sí iniquidad, y al salir fuera la divulgan. Reunidos murmuran contra mí todos los que me aborrecen; contra mí piensan mal, diciendo de mí: Cosa pestilencial se ha apoderado de él; y el que cayó en cama no volverá a levantarse. Aun el hombre de mi paz, en quien yo confiaba, el que de mi pan comía, alzó contra mí el calcañar.

Mas tú, Jehová, ten misericordia de mí, y hazme levantar, y les daré el pago. En esto conoceré que te he agradado, que mi enemigo no se huelgue de mí. En cuanto a mí, en mi integridad me has sustentado, y me has hecho estar delante de ti para siempre. Bendito sea Jehová, el Dios de Israel, por los siglos de los siglos. Amén y Amén.

David se encontraba seriamente enfermo. Sus detractores lo visitaron, intercambiaron saludos y oraciones para su pronta recuperación, y luego salieron para chismear sobre su estado de salud diciendo que nunca sobreviviría. David conocía cómo orar por su propia sanidad, y también sabía que el Señor no lo había abandonado. Él sabía esto porque aun en su debilitado estado físico, sus enemigos no habían logrado derrotarlo. La oración de David por su sanidad fue respondida y él se recuperó para llegar a ser el rey más amado de Israel.

Unos cientos de años más tarde, Israel estaba al borde de la derrota, solamente a días de su rendición ante los ejércitos babilónicos. Todas las naciones circunvecinas estaban gritando de felicidad por la derrota que se vislumbraba sobre Israel. Pero el Señor dijo, “Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis” (Jeremías 29:11).

Después que los israelitas fueron llevados a Babilonia, allí prosperaron, tanto que después de 70 años, cuando llegó el momento de regresar, muchos prefirieron permanecer allí. Aquellos que sí retornaron llegaron para reconstruir la nación, la Ciudad Santa y el Templo. Cuando se empantanaron y perdieron de vista sus prioridades, de nuevo se enfrentaron a una derrota en manos de sus enemigos, pero entonces el Señor les envió a Hageo a decirles, “mas desde este día os bendeciré” (Hageo 2:19).

Más tarde, Jesús nos dice a nosotros: “No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos? Porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas. Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas. Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal” (Mateo 6:31-34).

Los tiempos están duros y se están volviendo cada vez peores. Algunos observadores ya están diciendo que los años de 2011 y 2012 serán llamados “los años desde el infierno”. Pero la lección está clara. No importa lo malas o sucias que las cosas puedan llegar a ser, tenemos el derecho a tener esperanza. Contamos con las lecciones de la historia que nos recuerden que nuestro Dios nunca nos dejará ni nos abandonará. Y también tenemos la Palabra del Señor que nos aconseja a mantener nuestros ojos en Él, buscando Su reino y Su justicia, y entonces Él se hace cargo de lo demás. No se preocupe, sea feliz.