Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, así clama por ti, oh Dios, el alma mía. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo; ¿Cuándo vendré, y me presentaré delante de Dios? Fueron mis lágrimas mi pan de día y de noche, mientras me dicen todos los días: ¿Dónde está tu Dios?
Me acuerdo de estas cosas, y derramo mi alma dentro de mí; de cómo yo fui con la multitud, y la conduje hasta la casa de Dios, entre voces de alegría y de alabanza del pueblo en fiesta.
¿Por qué te abates, oh alma mía, y te turbas dentro de mí? Espera en Dios; porque aún he de alabarle, salvación mía y Dios mío. Dios mío, mi alma está abatida en mí; me acordaré, por tanto, de ti desde la tierra del Jordán, y de los hermonitas, desde el monte de Mizar. Un abismo llama a otro a la voz de tus cascadas; todas tus ondas y tus olas han pasado sobre mí.
Pero de día mandará Jehová su misericordia, y de noche su cántico estará conmigo, y mi oración al Dios de mi vida. Diré a Dios: Roca mía, ¿por qué te has olvidado de mí? ¿Por qué andaré yo enlutado por la opresión del enemigo? Como quien hiere mis huesos, mis enemigos me afrentan, diciéndome cada día: ¿Dónde está tu Dios?
¿Por qué te abates, oh alma mía, y por qué te turbas dentro de mí? Espera en Dios; porque aún he de alabarle, salvación mía y Dios mío.
Si usted ha sido un creyente, sin tomar en cuenta desde cuando lo ha sido, usted ha sentido el amor de Dios de una manera específica y tangible. Usted puede recordar los momentos cuando Él, de manera obvia, ha intervenido por usted en algún evento o circunstancia. Usted sabe que Él ha contestado sus oraciones. Y mirando hacia atrás, usted tiene que admitir que Él ha estado allí a través de los tiempos difíciles por los que usted ha pasado, dándole fuerza y esperanza.
Pero es curioso cómo se pueden olvidar tan fácilmente esas cosas. Cuando sucedieron, eran muy claras, y aun intensas, pero de alguna manera, con el paso del tiempo, se nublan y quedan fuera de foco. Nuestra mente solicita una nueva prueba cuando encontramos nuevos problemas, no aceptando que Él es el mismo ayer, hoy y por los siglos (Hebreos 13:8).
El Salmo 42 describe el espíritu de David conversando con su alma. Cuando su alma se lamenta, “¿Dónde estás Dios?”, su espíritu le recuerda de la presencia de Dios en el pasado y le dice, “Como ha sido, así será”.
Cuando tenemos dudas es nuestra alma (mente, voluntad y emociones) la que las expresa. Y eso es normal. Cada cosa nueva a la que el Señor nos llama produce dudas en nuestra mente porque no tenemos experiencia sobre la cual podamos fundamentar nuestra fe. Nuestra respuesta a esa duda es preguntarle a Dios que nos recuerde todos los ejemplos de Su fidelidad en nuestro pasado. Su Espíritu hablándole al nuestro los traerá a la mente diciéndonos, “Como ha sido, así también será”. Nuestra confianza debe de estar puesta en el Señor y no en nosotros mismos.
Nuestro Señor no nos abandona. Él siempre termina lo que ha empezado, y nunca nos dejará plantados. De hecho, mientras algo nos parezca imposible, es cuando más comprometido está el Señor para sacarnos adelante. Y cuando todo esté dicho y hecho, se nos recordará que “no [es] con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos” (Zacarías 4:6) para darle a Él todo el crédito que le corresponde.