Rebosa mi corazón palabra buena; dirijo al rey mi canto; mi lengua es pluma de escribiente muy ligero.
Eres el más hermoso de los hijos de los hombres; la gracia se derramó en tus labios; por tanto, Dios te ha bendecido para siempre. Ciñe tu espada sobre el muslo, oh valiente, con tu gloria y con tu majestad. En tu gloria sé prosperado; cabalga sobre palabra de verdad, de humildad y de justicia, y tu diestra te enseñará cosas terribles. Tus saetas agudas, con que caerán pueblos debajo de ti, penetrarán en el corazón de los enemigos del rey.
Tu trono, oh Dios, es eterno y para siempre; cetro de justicia es el cetro de tu reino. Has amado la justicia y aborrecido la maldad; por tanto, te ungió Dios, el Dios tuyo, con óleo de alegría más que a tus compañeros. Mirra, áloe y casia exhalan todos tus vestidos; desde palacios de marfil te recrean. Hijas de reyes están entre tus ilustres; está la reina a tu diestra con oro de Ofir.
Oye, hija, y mira, e inclina tu oído; olvida tu pueblo, y la casa de tu padre; Y deseará el rey tu hermosura; e inclínate a él, porque él es tu señor. Y las hijas de Tiro vendrán con presentes; implorarán tu favor los ricos del pueblo.
Toda gloriosa es la hija del rey en su morada; de brocado de oro es su vestido. Con vestidos bordados será llevada al rey; vírgenes irán en pos de ella, compañeras suyas serán traídas a ti. Serán traídas con alegría y gozo; entrarán en el palacio del rey.
En lugar de tus padres serán tus hijos, a quienes harás príncipes en toda la tierra. Haré perpetua la memoria de tu nombre en todas las generaciones, por lo cual te alabarán los pueblos eternamente y para siempre.
Este Salmo está tan obviamente escrito para celebrar las bodas del Mesías Rey con Su Novia, la Iglesia, que es difícil encontrar algo que valga la pena agregarle. Pero por lo que puedan valer, a continuación encontrará algunos pequeños comentarios sobre algunas cosas que quizás usted pueda no haber notado.
Para aquellos que están buscando alguna prueba adicional de que el Mesías ha sido visto como la Deidad desde el principio, verifique el tercer párrafo del salmo. Hablándole al Mesías, el escritor dice, “Tu trono, oh Dios, es eterno y para siempre; cetro de justicia es el cetro de tu reino”, y luego prosigue diciendo, “Has amado la justicia y aborrecido la maldad; por tanto, te ungió Dios, el Dios tuyo, con óleo de alegría más que a tus compañeros”.
En los tres casos, la palabra hebrea traducida como “Dios” es “Elohim”. Con una excepción (Salmo 82), esta palabra se usa solamente para referirse a la Deidad. El Mesías Rey es llamado Dios igual que Su Padre. El escritor de la Carta a los Hebreos citó este pasaje al decir que su autor era Dios el Padre y que Él estaba dirigiéndose a Su Hijo como a Dios (Hebreos 1:8-9). ¿Qué mayor autoridad podía haber para confirmar la deidad de Jesús?
Y puesto que la novia representa a la Iglesia, se nos dice que olvidemos el pasado y miremos únicamente hacia el futuro. El Rey está cautivado con nuestra belleza, por eso es que debemos honrarlo porque Él es nuestro Señor. Sobre esto Pablo nos advierte que sigamos su ejemplo. “Pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús” (Filipenses 3:13-14). El pasado pertenece a este mundo, nuestra ciudadanía está en el cielo en donde nos espera una eternidad gloriosa.
La lectura de este salmo es un gran antídoto para el desánimo. El fin está a la vista. La batalla ha sido peleada, los ganadores han sido declarados y el Día de la Victoria ha sido asignado. Todo lo que se antepone entre nosotros y la más grande celebración de bodas de todos los tiempos, es un poquito de tiempo nada más. Y ¿sabe usted qué? No importa lo que suceda hoy, estaremos más cerca de ese momento cuando nos acostemos que cuando nos levantamos. ¡Maranata!