Ten misericordia de mí, oh Dios, ten misericordia de mí; porque en ti ha confiado mi alma, y en la sombra de tus alas me ampararé hasta que pasen los quebrantos. Clamaré al Dios Altísimo, Al Dios que me favorece. El enviará desde los cielos, y me salvará de la infamia del que me acosa; Dios enviará su misericordia y su verdad.
Mi vida está entre leones; estoy echado entre hijos de hombres que vomitan llamas; sus dientes son lanzas y saetas, y su lengua espada aguda. Exaltado seas sobre los cielos, oh Dios; sobre toda la tierra sea tu gloria.
Red han armado a mis pasos; se ha abatido mi alma; hoyo han cavado delante de mí; en medio de él han caído ellos mismos.
Pronto está mi corazón, oh Dios, mi corazón está dispuesto; cantaré, y trovaré salmos. Despierta, alma mía; despierta, salterio y arpa; me levantaré de mañana. Te alabaré entre los pueblos, oh Señor; cantaré de ti entre las naciones. Porque grande es hasta los cielos tu misericordia, y hasta las nubes tu verdad. Exaltado seas sobre los cielos, oh Dios; sobre toda la tierra sea tu gloria.
El apóstol Pablo tuvo la misma idea cuando le escribió a la iglesia de Filipos, “Regocíjense en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocíjense! Que la gentileza de ustedes sea conocida de todos los hombres. El Señor está cerca. Por nada estén afanosos, sino sean conocidas sus peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús” (Filipenses 4:4-7). Nada frustra más a nuestros enemigos cuando no les permitimos que nos noqueen. En lo que han sido las primeras palabras escritas en sentido positivo, Pablo continuó con los consejos de cómo mantener nuestro gozo frente a la adversidad: “Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto piensen. Lo que aprendieron y recibieron y oyeron y vieron en mí, esto hagan; y el Dios de paz estará con ustedes” (Filipenses 4:8-9).
En este y en otros lugares, Pablo enseñó que aun cuando no siempre podemos estar en control de las circunstancias de nuestras vidas, sí podemos controlar nuestras reacciones a las mismas. Y al enfocar nuestros pensamientos en las cosas buenas de nuestras vidas, especialmente las bendiciones de Dios, podemos mitigar el desánimo y otros daños emocionales que, cuando pasamos por tiempos difíciles, nos pueden afectar. El motivo es que con todo y el enorme poder del cerebro humano, hay una limitante. En el nivel consciente nuestras mentes solo pueden procesar un pensamiento a la vez. De alguna manera Pablo sabía que si podíamos persuadirnos de llenar nuestras mentes de pensamientos nobles, puros y de todo lo que vale la pena, entonces dejaríamos de enfocar las circunstancias desagradables de nuestras vidas, y así estaremos mejor equipados para hacerles frente.
Seguir este consejo demuestra ser especialmente efectivo a primera hora del día. David, siendo un músico compositor, cantaba sus alabanzas a Dios. Otros leen las Escrituras o escuchan música de adoración. Yo paso mi tiempo con las oraciones de gracias. Si usted no hace alguna de esas cosas, o sin querer las ha dejado de hacer, empiece de nuevo y verá qué sorpresa más agradable tendrá cuando lo haga. En verdad es una buena manera de empezar el día y provee un ancla para nuestra fe durante esos días cuando soplan vientos de controversia que nos quieren sacar de curso.