Salmo 60

Oh Dios, tú nos has desechado, nos quebrantaste; te has airado; ¡vuélvete a nosotros! Hiciste temblar la tierra, la has hendido; sana sus roturas, porque titubea. Has hecho ver a tu pueblo cosas duras; nos hiciste beber vino de aturdimiento. Has dado a los que te temen bandera que alcen por causa de la verdad.

Para que se libren tus amados, salva con tu diestra, y óyeme. Dios ha dicho en su santuario: Yo me alegraré; Repartiré a Siquem, y mediré el valle de Sucot. Mío es Galaad, y mío es Manasés; y Efraín es la fortaleza de mi cabeza; Judá es mi legislador.

Moab, vasija para lavarme; sobre Edom echaré mi calzado; me regocijaré sobre Filistea. ¿Quién me llevará a la ciudad fortificada? ¿Quién me llevará hasta Edom? ¿No serás tú, oh Dios, que nos habías desechado, y no salías, oh Dios, con nuestros ejércitos? Danos socorro contra el enemigo, porque vana es la ayuda de los hombres. En Dios haremos proezas, y él hollará a nuestros enemigos.

Una vez estuve al frente de un ministerio gobernado por una junta administradora. Cada vez que se debía tomar una decisión sobre un curso de acción siempre les pedía a los demás miembros de la junta que al terminar la sesión oráramos sobre eso. En la siguiente reunión (nos reuníamos semanalmente) votaríamos, y si el voto era unánime, entonces actuábamos. Si no lo era, esperaríamos. De esta forma sentíamos que teníamos la dirección del Señor en lo que hacíamos.

De vez en cuando se unían nuevos miembros a la junta, y este simple método de tomar decisiones era siempre para ellos lo más difícil de entender. Algunos de ellos eran empresarios que habían logrado el éxito tomando las decisiones correctas. Ellos querían discutir y persuadir. Recuerdo a uno en particular que utilizaba las técnicas del cabildeo, acercándoseles a los demás miembros de la junta fuera de la sesión para que tomaran consciencia sobre sus decisiones antes de entrar a votar.

Yo les explicaba las cosas de esta manera: Así como eran tan inteligentes y yo valoraba sus perspectivas, no era sus opiniones las que yo buscaba. Yo estaba buscando la opinión de Dios y había encontrado que la mejor manera de obtenerla era esperar a que las oraciones de los siete de nosotros independientemente hubieran llegado a la misma conclusión.

Conforme seguíamos este proceso el Señor bendecía nuestras decisiones, y pronto, los nuevos miembros aprendieron la sabiduría en nuestro método.

Yo se que hay muchos ministerios que funcionan de manera diferente y yo no estoy tratando de persuadir a ninguno de estos sobre este punto de vista. Pero también sé la fortaleza adicional que he logrado al estar seguro de que vamos en la dirección que ha confirmado por el Señor. Eso me ayudaba mucho especialmente cuando la resistencia estaba en su punto más alto.

Sin lugar a dudas, la guía de consejeros sabios es muy valiosa, pero conocer la opinión del Señor produce una ventaja incalculable para perseverar en contra del enemigo. La próxima vez que estemos confundidos sobre la dirección que debemos tomar, en vez de preguntarles a los amigos por su opinión, pídales que se unan a usted en oración para buscar la opinión de Dios. Porque entonces, como David, usted puede orar confiadamente, “Danos socorro contra el enemigo, porque vana es la ayuda de los hombres. En Dios haremos proezas, y él hollará a nuestros enemigos.”