Oye, oh Dios, mi clamor; a mi oración atiende. Desde el cabo de la tierra clamaré a ti, cuando mi corazón desmayare. Llévame a la roca que es más alta que yo, Porque tú has sido mi refugio, y torre fuerte delante del enemigo. Yo habitaré en tu tabernáculo para siempre; estaré seguro bajo la cubierta de tus alas.
Porque tú, oh Dios, has oído mis votos; me has dado la heredad de los que temen tu nombre. Días sobre días añadirás al rey; sus años serán como generación y generación. Estará para siempre delante de Dios; prepara misericordia y verdad para que lo conserven. Así cantaré tu nombre para siempre, pagando mis votos cada día.
Cuando estamos bajo mucha tensión es cuando más deseamos estar en ese santuario que nuestra fe en Dios nos puede brindar. David se sentía de esa manera y le pidió a Dios que lo llevara a un refugio que él no podía alcanzar por sí mismo, una “roca que es más alta que yo”.
La ventaja que tenemos sobre David es que a nosotros se nos dice cómo encontrar ese lugar en caso de necesitarlo. Pablo puso esas instrucciones en su carta a los filipenses quienes estaban enfrentándose a una persecución diaria a tal grado que sus vidas peligraban.
Pablo escribió, “Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos! Vuestra gentileza sea conocida de todos los hombres. El Señor está cerca. Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús” (Filipenses 4:4-7).
La paz que sobrepasa todo entendimiento es ciertamente un lugar que no podemos alcanzar por nosotros mismos. Es esa tranquilidad interior que nos sostiene a pesar de las circunstancias y las condiciones que nos rodean, además de lo que el resto de la gente opine, piense o haga. Pero al regocijarnos en cada situación, aun en las que causan una tensión intolerable en nuestras vidas, podemos llegar allí. Una persona parafraseó este pasaje para ayudarnos a recordar esas instrucciones: “No temas de nada, ora en todo lugar, y da gracias por todo”. Bien dicho.
Pero Pablo nos dejó más instrucciones: “Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad. Lo que aprendisteis y recibisteis y oísteis y visteis en mí, esto haced; y el Dios de paz estará con vosotros” (Filipenses 4:8-9).
Con todo el respeto debido al Dr. Norman Vincent Peale, Pablo descubrió el Poder del Pensamiento Positivo. De alguna forma él sabía que con todo el potencial que Dios ha invertido en la mente humana, existe una limitación gigantesca. A nivel consciente solamente podemos manejar un pensamiento a la vez. Eso quiere decir que al concentrarnos en los asuntos verdaderos, nobles, puros y rectos de nuestro mundo, no deberíamos dejar cabida a los pensamientos negativos y asustarnos al creer en las consecuencias catastróficas que hemos conjurado y que pueden a suceder. Debemos recordar que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien (Romanos 8:28) y sentir un fortalecimiento en nuestra fe en vez de descender en el vórtice de nuestros temores. El temor y la fe no pueden existir al mismo tiempo en la misma mente.
Al enfocarnos en lo positivo también nos ayuda a sobreponernos en contra de otra de las armas del enemigo, que es esa emoción que debilita a la que llamamos la preocupación. Investigaciones recientes han demostrado que una persona promedio, el 40% del tiempo lo gasta preocupándose en cosas que tienen poca probabilidad de suceder, y que no vale la pena considerarlas. Otro 30% lo gasta en cosas que ya sucedieron y ya no hay nada que podamos hacer para reversarlas. Aun un 12% más lo gasta en cosas que son irrelevantes y no importa si suceden o no. Otro 10% de nuestras preocupaciones nos ocupan en cosas que no son nuestra responsabilidad y, finalmente, el 8% de nuestras preocupaciones se gastan en cosas que son reales y sí es nuestra responsabilidad corregirlas.
Pero cuando finalmente llegamos a ese 8%, la mayoría de nosotros estamos tan exhaustos por preocuparnos sobre las cosas que no podemos controlar que entonces ya no podemos arreglar las cosas que sí podemos cambiar. Al seguir el consejo de Pablo sobre el pensamiento positivo podemos encontrar la ayuda para evitar caer en esa trampa. Buen hombre, ese Pablo.