Escucha, oh Dios, la voz de mi queja; guarda mi vida del temor del enemigo. Escóndeme del consejo secreto de los malignos, de la conspiración de los que hacen iniquidad, que afilan como espada su lengua; lanzan cual saeta suya, palabra amarga, para asaetear a escondidas al íntegro; de repente lo asaetean, y no temen. Obstinados en su inicuo designio, tratan de esconder los lazos, y dicen: ¿Quién los ha de ver? Inquieren iniquidades, hacen una investigación exacta; y el íntimo pensamiento de cada uno de ellos, así como su corazón, es profundo.
Mas Dios los herirá con saeta; de repente serán sus plagas. Sus propias lenguas los harán caer; se espantarán todos los que los vean. Entonces temerán todos los hombres, y anunciarán la obra de Dios, y entenderán sus hechos.
Se alegrará el justo en Jehová, y confiará en él; y se gloriarán todos los rectos de corazón.
Al finalizar el Milenio, los muertos no salvos serán levantados para enfrentar el juicio de Dios. Todos aquellos que han insistido en ser juzgados según los méritos de sus propias obras, finalmente lograrán su deseo. No creo que el Señor juzgue a este grupo según Sus normas, sino que los juzgará según las normas de ellos mismos, y aun así, ellos no habrán podido cumplirlas.
Nuestro pastor dominical habló de ciertas líneas invisibles que trazamos como fronteras de nuestro comportamiento. Llegamos a convencernos que si no cruzamos esas líneas entonces no hemos pecado. Por ejemplo, hay mucha gente que cree que mentir es perfectamente aceptable, así como engañar y robar en sus trabajos o vidas profesionales, mientras permanezcan asistiendo a la iglesia los domingos. O que siguen al pie de la letra las leyes de Dios en público, pero en secreto le dan cabida a la envidia, la ira o al resentimiento hacia sus conocidos y aun hacia sus familiares, lo cual lo hace pensar a uno cómo es que pueden contenerse. ¿Y cuántos matrimonios creen ustedes que apenas se toleran por guardar las apariencias mientras que las emociones entre los cónyuges son de desprecio? ¿Y qué hay de los padres de familia que beben en exceso, pero que constantemente les recuerdan a sus hijos las terribles circunstancias que les esperan si los sorprenden probando la marihuana?
Un conocido predicador en una ocasión empezó sus comentarios ante una congregación de emperifollados protestantes diciendo, “Si yo supiera lo pecadores que ustedes son, yo no estaría aquí”. Luego de una pausa y después de observar los rostros de asombro de los asistentes, continuó, “Y si ustedes supieran la clase de pecador que yo soy, no me estarían escuchando”. El que las personas no puedan leer nuestras mentes o mirar muy dentro de nuestras vidas privadas, nos permite engañar a los que nos rodean al creer que somos mejores de lo que en realidad somos. Pero al final, nos estamos engañando a nosotros mismos también.
Pero Dios, Quien sí conoce las intenciones de nuestro corazón y los motivos ocultos detrás de nuestras acciones, no puede ser engañado. ¡Ay de aquellos desafortunados que creen que pueden taparle los ojos a Dios! “Sus propias lenguas los harán caer; se espantarán todos los que los vean”. Dios no necesita aplicar Sus normas para juzgarlos. Él sabe que ellos, como nosotros, no llegan a la altura ni de sus propias normas.
Y por favor recuerde esto; que la única diferencia entre ellos y nosotros es que nosotros hemos permitido que la Sangre de Jesús nos limpie de toda mancha de pecado. Por esa sencilla decisión es que hemos sido hechos perfectos ante los ojos de Dios y estamos eximidos de los juicios del final de los tiempos. Dios está tan complacido de que hayamos aceptado Su remedio para nuestro problema del pecado que ha escogido desde ese momento el vernos como siempre seremos después de que nos perfeccione en Su reino, y no como somos ahora. “Se alegrará el justo en Jehová, y confiará en él; y se gloriarán todos los rectos de corazón”.