Tuya es la alabanza en Sion, oh Dios, y a ti se pagarán los votos. Tú oyes la oración; a ti vendrá toda carne. Las iniquidades prevalecen contra mí; mas nuestras rebeliones tú las perdonarás. Bienaventurado el que tú escogieres y atrajeres a ti, para que habite en tus atrios; seremos saciados del bien de tu casa, de tu santo templo.
Con tremendas cosas nos responderás tú en justicia, oh Dios de nuestra salvación, esperanza de todos los términos de la tierra, y de los más remotos confines del mar. Tú, el que afirma los montes con su poder, ceñido de valentía; El que sosiega el estruendo de los mares, el estruendo de sus ondas, y el alboroto de las naciones.
Por tanto, los habitantes de los fines de la tierra temen de tus maravillas. Tú haces alegrar las salidas de la mañana y de la tarde. Visitas la tierra, y la riegas; en gran manera la enriqueces; con el río de Dios, lleno de aguas, preparas el grano de ellos, cuando así la dispones. Haces que se empapen sus surcos, haces descender sus canales; la ablandas con lluvias, bendices sus renuevos. Tú coronas el año con tus bienes, y tus nubes destilan grosura. Destilan sobre los pastizales del desierto, y los collados se ciñen de alegría. Se visten de manadas los llanos, y los valles se cubren de grano; dan voces de júbilo, y aun cantan.
Si nosotros pudiéramos considerar todas las cosas que deben de suceder a diario en el universo solamente para que podamos sobrevivir, deberíamos estar alabando a Dios todo el día. Cambios minúsculos en la composición del aire o del agua, en la fuerza gravitacional, en el alineamiento de los polos magnéticos, en el rango de la temperatura, en la órbita de la tierra alrededor del sol, en su velocidad de rotación, etc., convertiría la tierra en no apta para sostener la vida humana y ocasionaría nuestra inmediata destrucción. ¿Quién mantiene todas estas cosas en ese delicado estado de balance?
Encima de todo eso existen fuerzas espirituales que andan sueltas cuya intención es la destrucción. Estos espíritus demoníacos están allí para dañarnos y aun matarnos como parte de su rutina diaria para intentar robarnos de las manos de nuestro Dios. Estos son también los que han traído las enfermedades y las pestilencias al mundo. Una pregunta que no debe hacerse es: “¿Por qué le suceden cosas malas a la gente buena?”, sino más bien, “¿Cómo es que alguien puede escapar?” ¿Quién es el que nos guarda de todos esos constantes ataques en contra nuestra?
“Jesús es la respuesta”. ¡Sí, así es! Desde el detalle más pequeño hasta el obstáculo más grande, ¡si usted busca a Aquel que lo sostiene todo, lo encontrará!
Considere este pasaje:
“Él es la imagen (visible) del Dios invisible, el primogénito de toda creación. Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él. Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten” (Colosenses 1:15-17).
O este otro:
“El cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder” (Hebreos 1:3).
Jesús es Quien mantiene todo unido, y la Biblia nos dice que habrá un día en el cual dejará de hacerlo.
“Pero el día del Señor vendrá como ladrón en la noche; en el cual los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas” (2 Pedro 3:10).
Esto quiere decir que tenemos dos grandes razones para seguir a Jesús:
1). Como un pastor protege a sus ovejas, el Señor ha prometido protegernos mientras nos mantengamos en comunión con Él. Durante nuestro tiempo aquí en la tierra nada debemos temer. Además de mantenerlo todo unido, Él nos lleva a lugares tranquilos a pesar de la agitación de nuestras vidas, restaurándonos y refrescándonos y mostrándonos sus favores aun cuando nuestros enemigos nos ataquen en todos los costados. No importa cuál sea el problema, Él siempre estará allí con la solución lista. Solamente tenemos que permitirle que la implemente. Como Moisés les dijo a los israelitas en las costas del Mar Rojo, “No teman; estén firmes, y vean la salvación que Jehová hará hoy con ustedes” (Éxodo 14:13).
2). “Cómo se han convertido de los ídolos a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero, y esperar de los cielos a su Hijo, al cual resucitó de los muertos, a Jesús, quien nos libra de la ira venidera” (1 Tesalonicenses 1:9-10). Por eso no debemos temer de la catástrofe que viene sobre la tierra cuando Él deje de sostener las cosas. “Porque no nos ha puesto Dios para ira, sino para alcanzar salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo” (1 Tesalonicenses 5:9).
Es verdad, Señor. Bienaventurado el que tú escogieres y atrajeres a ti, para que habite en tus atrios; seremos saciados del bien de tu casa, de tu santo templo.