Dios tenga misericordia de nosotros, y nos bendiga; haga resplandecer su rostro sobre nosotros; para que sea conocido en la tierra tu camino, en todas las naciones tu salvación.
Te alaben los pueblos, oh Dios; todos los pueblos te alaben. Alégrense y gócense las naciones, porque juzgarás los pueblos con equidad, y pastorearás las naciones en la tierra. Te alaben los pueblos, oh Dios; todos los pueblos te alaben.
La tierra dará su fruto; nos bendecirá Dios, el Dios nuestro. Bendíganos Dios, y témanlo todos los términos de la tierra.
Una actitud de gratitud es lo que David nos pide a nosotros. Esa actitud la podemos tener al recordarle a Dios todas las bendiciones que nos ha dado (no porque Dios necesite un recordatorio, sino porque nosotros necesitamos de uno), dándole a Él el crédito aun por las cosas más pequeñas. Cuando demostramos una actitud de gratitud, le estamos diciendo al Señor que estamos conscientes de la fuente constante de bendiciones que fluyen de una relación con Él. En ese intercambio, nosotros también fortalecemos nuestras defensas en contra de ataques de temor, furia, decepción o auto lástima, porque sabemos de todas las cosas buenas que Él nos tiene guardadas, sin importar lo incierto del momento.
Empecemos a mirar un poco más profundo esos eventos que normalmente los atribuimos a la suerte, o al encuentro casual, o de estar en el lugar apropiado en el momento apropiado, y entonces podremos descubrir que es el Señor quien nos está bendiciendo. Una vez que estamos entrenamos para poder observar, podremos comenzar a verlo a Él en cualquier lado y en todo lado, para darnos cuenta de que eso es cierto. Él ciertamente está trabajando en todo para el bien de aquellos que le aman (Romanos 8:28).
Y puesto que recibimos tantas bendiciones de Dios, esa actitud de gratitud pronto será nuestro comportamiento normal. Encontraremos que pasamos más tiempo siendo agradecidos que cualquier otra cosa. Y según este Salmo, esto traerá mayores bendiciones y más cosas para estar agradecidos.
A propósito, esta siempre fue la idea detrás de diezmar. Cuando el Señor les advirtió a los israelitas de traer todo el diezmo el alfolí, les dijo que la obediencia traería bendiciones tan grandes que no tendrían campo para guardarlas (Malaquías 3:10). El Señor sabía que al medir su cosecha para calcular el diezmo, se darían cuenta de cuánto Él les había dado y eso produciría una actitud de gratitud entre ellos. Esta actitud produciría entonces aún mayores bendiciones. Las cosas aumentarían en espiral de tal forma que ellos no tendrían espacio para almacenar tanta bendición.
Esta es una de las leyes de Dios de causa y efecto. Mientras provenga de una actitud de agradecimiento, el dar produce bendiciones las cuales producen dar más, luego más bendiciones, etc., etc. “Dad, y se os dará; medida buena, apretada, remecida y rebosando darán en vuestro regazo; porque con la misma medida con que medís, os volverán a medir” (Lucas 6:38).
Y eso no es solamente una ley de finanzas. Funciona en todas las áreas. Alguien comparó una vez el mundo que nos rodea con un espejo en el cual se refleja la imagen que se proyecta. Por ejemplo, acérquesele al mundo con una cara agria y encontrará que es un lugar lastimoso y arisco. Pero ilumine el mundo con una sonrisa y pronto verá que muchos le sonríen a usted. No se preocupe de tener que aparentar, después de unos días de entrenarse observando y documentando sus bendiciones, no podrá hacer otra cosa sino sonreír.