Salmo 7

Jehová Dios mío, en ti he confiado; sálvame de todos los que me persiguen, y líbrame, no sea que desgarren mi alma cual león, y me destrocen sin que haya quien me libre.

Jehová Dios mío, si yo he hecho esto, si hay en mis manos iniquidad; si he dado mal pago al que estaba en paz conmigo (antes he libertado al que sin causa era mi enemigo), persiga el enemigo mi alma, y alcáncela; huelle en tierra mi vida, y mi honra ponga en el polvo.

Levántate, oh Jehová, en tu ira; álzate en contra de la furia de mis angustiadores, y despierta en favor mío el juicio que mandaste. Te rodeará congregación de pueblos, y sobre ella vuélvete a sentar en alto. Jehová juzgará a los pueblos;

Júzgame, oh Jehová, conforme a mi justicia, y conforme a mi integridad. Fenezca ahora la maldad de los inicuos, mas establece tú al justo; porque el Dios justo prueba la mente y el corazón.

Mi escudo está en Dios, que salva a los rectos de corazón. Dios es juez justo, y Dios está airado contra el impío todos los días. Si no se arrepiente, él afilará su espada; armado tiene ya su arco, y lo ha preparado. Asimismo ha preparado armas de muerte, y ha labrado saetas ardientes.

He aquí, el impío concibió maldad, se preñó de iniquidad, y dio a luz engaño. Pozo ha cavado, y lo ha ahondado; y en el hoyo que hizo caerá. Su iniquidad volverá sobre su cabeza, y su agravio caerá sobre su propia coronilla. Alabaré a Jehová conforme a su justicia, y cantaré al nombre de Jehová el Altísimo.

En este salmo David narra su experiencia al ser perseguido y atacado por un hombre de la tribu de Benjamín el cual solamente conoce a David como alguien a quien el rey Saúl, también de la tribu de Benjamín, está persiguiendo para matar. David no le ha causado ningún daño a este individuo pero, sin embargo, se ha convertido en su blanco, no por lo que ha hecho, sino por lo que es.

Ser acusados y perseguidos injustamente, es uno de los peores sentimientos que encontramos en la vida. Golpea el mismo núcleo de nuestro auto estima porque muestra que nuestro acusador no tiene ningún sentido de justicia o equidad, ni le importan nuestros derechos como seres humanos que también somos. Una trama fabricada alrededor de este tema ciertamente acapara nuestras emociones como en un libro o una película, pero en la vida real mucho odio y violencia surge por el intento de mitigar la frustración que conlleva el sentimiento de la persecución.

Si usted pertenece a una raza mayoritaria en una sociedad libre, quizás usted no sienta mucho de eso, pero cuando lo hace, usted probablemente se siente indignado. Usted puede gemir como David, “Si yo he hecho algo malo para merecer esto, estaré dispuesto a pagar el precio. Muéstrenme la evidencia. Sino, ¡déjenme en paz!”

Pero un día de estos, pronto, las reglas cambiarán abruptamente y todos aquellos que han disfrutado de la libertad de seguir su fe y han vivido en paz, de un momento a otro se encontrarán siendo objeto de una intensa persecución. Ya en los EE.UU. estamos empezando a ver que cualquiera otras y posibles creencias religiosas están siendo toleradas y aun fomentadas, excepto la nuestra. Y a menos que empecemos desde ahora a oponernos a esa tendencia, nuestro estilo de vida pronto estará en peligro. Y un día, también pronto, la elección de los cristianos será negar su fe o morir.

Más de tres mil personas en el mundo se están enfrentando a esa elección hoy mismo. No parece como un número muy grande, pero pronto se va a multiplicar considerablemente. Conforme las fuerzas del mal continúan ganando poder y número en su ambición por el dominio mundial, enfocarán su mira en contra de la gente de fe como el obstáculo de sus objetivos. Todas aquellas personas que rehúsen renunciar a su fe les serán negados hasta los más básicos derechos humanos y serán perseguidos como animales salvajes.

Si usted es libre para seguir su fe, para adorar públicamente, para orar y leer la Biblia abiertamente, tome un momento ahora mismo para darle gracias a Dios por ese privilegio y ore por los millones de personas que son castigadas con la pena de muerte si ejercen ese privilegio. Nunca tome sus libertades por un hecho, porque eso constituye el primer paso para perderlas.