Oh Dios, da tus juicios al rey, y tu justicia al hijo del rey. El juzgará a tu pueblo con justicia, y a tus afligidos con juicio. Los montes llevarán paz al pueblo, y los collados justicia. Juzgará a los afligidos del pueblo, salvará a los hijos del menesteroso, y aplastará al opresor. Te temerán mientras duren el sol y la luna, de generación en generación. Descenderá como la lluvia sobre la hierba cortada; como el rocío que destila sobre la tierra. Florecerá en sus días justicia, y muchedumbre de paz, hasta que no haya luna.
Dominará de mar a mar, y desde el río hasta los confines de la tierra. Ante él se postrarán los moradores del desierto, y sus enemigos lamerán el polvo. Los reyes de Tarsis y de las costas traerán presentes; los reyes de Sabá y de Seba ofrecerán dones. Todos los reyes se postrarán delante de él; todas las naciones le servirán. Porque él librará al menesteroso que clamare, y al afligido que no tuviere quien le socorra. Tendrá misericordia del pobre y del menesteroso, y salvará la vida de los pobres. De engaño y de violencia redimirá sus almas, y la sangre de ellos será preciosa ante sus ojos.
Vivirá, y se le dará del oro de Sabá, y se orará por él continuamente; todo el día se le bendecirá. Será echado un puñado de grano en la tierra, en las cumbres de los montes; su fruto hará ruido como el Líbano, y los de la ciudad florecerán como la hierba de la tierra. Será su nombre para siempre, se perpetuará su nombre mientras dure el sol. Benditas serán en él todas las naciones; lo llamarán bienaventurado. Bendito Jehová Dios, el Dios de Israel, el único que hace maravillas. Bendito su nombre glorioso para siempre, y toda la tierra sea llena de su gloria. Amén y Amén. Aquí terminan las oraciones de David, hijo de Isaí. Oh Dios, da tus juicios al rey, y tu justicia al hijo del rey. El juzgará a tu pueblo con justicia, y a tus afligidos con juicio. Los montes llevarán paz al pueblo, y los collados justicia.
Esta oración de David evoca imágenes que solamente pueden ser Mesiánicas en su cumplimiento. Sólo Jesús tiene la capacidad de juzgar en justicia. Solamente Él puede permanecer por todas las generaciones, y solamente Él puede traer la paz duradera y la prosperidad a Su pueblo. Pero ahora sólo podemos imaginar cómo es que eso va a ser.
Si usted alguna vez ha soportado la persecución, ha estado a merced de una persona o un sistema injustos, o le han odiado simplemente porque usted se ve diferente o porque sostiene distintas creencias que los demás, entonces usted ha sentido lo que esas situaciones debilitan. Imagínese el sentido de libertad que usted tendría al saber que esas cosas nunca más le sucederán. Imagínese el escape de energía y la creatividad que eso le causaría a usted.
Si usted ha trabajado toda su vida solamente para mantenerse a sí mismo y a su familia, y se despierta cada lunes con ese sentimiento vacío que viene de saber que cualquier mínima interrupción en el flujo de su dinero puede ser devastadora, entonces usted sabe cómo se siente estar esclavizado. Imagínese que esa carga le sea quitada de su corazón y se de cuenta de que nunca más trabajará en vano.
Si algún accidente o una enfermedad ha hecho que el dolor lo acompañe todo el tiempo y cada momento le trae un recordatorio de lo que es la buena salud, algo que usted había tomado por sentado y que se ha ido para siempre, imagínese cómo se sentiría una mañana en que se despierte y descubra que no solamente el dolor se ha ido, sino que sus efectos debilitantes han sido reversados y usted siente como si siempre hubiera vivido saludablemente, porque así lo será.
Si usted es adicto a las drogas, al alcohol, al sexo, al dinero o a cualquier otra de las cientos de cosas que este mundo ofrece, y se da cuenta de que su vida ya no es suya sino que está regida por una fuerza tan poderosa que únicamente la muerte puede liberarlo, imagínese el momento cuando usted por primera vez note que esa presión que sentía finalmente ha sido removida.
Si la presión demoníaca ha cubierto su vida con una nube oscura de desesperanza y desesperación y usted se encuentra acostándose en la noche deseando que fuera la mañana y despertando deseando que fuera ya la noche, imagínese el brillo de un nuevo amanecer de optimismo y entusiasmo.
La pérdida de un ser querido, ya sea por la muerte o por la terminación de una relación, lo tiene a usted ahogándose en un mar de tristeza, imagínese el día en que ese sentido sobrecogedor de pérdida se ha ido para siempre.
Jesús dijo, “yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia” (Juan 10:10). En Su primera visita Él pagó el precio de admisión a la vida abundante. En la víspera de hacerlo, Él dijo, “En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo” (Juan 16:33). A pesar de que el mundo es un lugar de maldad cargado de temor y desánimo, injusticia e incertidumbre, podemos tener la esperanza de un día mejor.
En ese momento, Jesús nos traerá Su Reino y cuando lo haga, dirá, “He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios. Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron” (Apocalipsis 21:3-4).
¿Cómo se sentirá eso? Ahora solamente podemos imaginarlo, porque “cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman. Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu” (1 Corintios 2:9-10). La próxima vez que usted disponga de algunos ratos de quietud, pídale al Señor que se las revele, y cuando lo haga, las cosas del mundo parecerán opacarse a la luz de Su Gloria y Su Gracia, y usted nunca más mirará la vida de la misma manera que antes.