Cantad con gozo a Dios, fortaleza nuestra; al Dios de Jacob aclamad con júbilo. Entonad canción, y tañed el pandero, el arpa deliciosa y el salterio. Tocad la trompeta en la nueva luna, en el día señalado, en el día de nuestra fiesta solemne. Porque estatuto es de Israel, ordenanza del Dios de Jacob.
Lo constituyó como testimonio en José cuando salió por la tierra de Egipto. Oí lenguaje que no entendía; Aparté su hombro de debajo de la carga; sus manos fueron descargadas de los cestos. En la calamidad clamaste, y yo te libré; Te respondí en lo secreto del trueno; te probé junto a las aguas de Meriba.
Oye, pueblo mío, y te amonestaré. Israel, si me oyeres, No habrá en ti dios ajeno, ni te inclinarás a dios extraño. Yo soy Jehová tu Dios, que te hice subir de la tierra de Egipto; abre tu boca, y yo la llenaré.
Pero mi pueblo no oyó mi voz, e Israel no me quiso a mí. Los dejé, por tanto, a la dureza de su corazón; caminaron en sus propios consejos. ¡Oh, si me hubiera oído mi pueblo, si en mis caminos hubiera andado Israel! En un momento habría yo derribado a sus enemigos, y vuelto mi mano contra sus adversarios. Los que aborrecen a Jehová se le habrían sometido, y el tiempo de ellos sería para siempre. Les sustentaría Dios con lo mejor del trigo, y con miel de la peña les saciaría.
Mientras más nos sentimos acosados por las circunstancias negativas, es cuando más tratamos de probar que aún estamos en control de nuestras vidas. Por ejemplo, cuando todo parece conspirar en contra de nosotros para derrotarnos y no podemos encontrar un escape de esa opresión que sentimos, nos volvemos obsesivos dándole órdenes al cónyuge, a los hijos, y aun a las mascotas de la casa, en un intento desesperado de encontrar algo, cualquier cosa que pueda obedecer a nuestras órdenes. La respuesta típica a esto es la resistencia, lo cual solamente empeora la situación. Aun el perro de la casa sabe que no estamos en control de las cosas.
Entonces es cuando por lo general el Señor dice algo como esto, “Sométete a Mí y Yo alejaré todo eso de ti”. ¡Grandioso! Es sólo lo que me hacía falta, una parte más de mi vida que no puedo controlar. Pero el Señor solamente quiere que veamos que mientras más nos esforzamos por tener el control de las cosas, es cuando menos control tenemos sobre ellas. Entonces, en la desesperación, le entregamos de nuevo nuestra vida a Él y, de un momento a otro, las cosas comienzan a funcionar bien. Las personas responden más favorablemente y los eventos se alinean en nuestro camino. La opresión desaparece y ese sentido de independencia retorna. Pablo le llamó a eso la paz de Dios que sobrepasa todo entendimiento (Filipenses 4:7).
Lo que estamos experimentando en ese momento es el cumplimiento de Su promesa de que “a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados” (Romanos 8:28). Esta es una promesa clara y específica pero que necesita analizarse más de cerca. La palabra “amor” traducida del griego en este pasaje, es ágape, que quiere decir entregarse totalmente al objeto de nuestro afecto. Y la última frase es también importante. Es Su propósito, no el nuestro. Entonces, ¿cuál es Su propósito, para que podamos entregarnos a él completamente?
Jesús nos dijo, “Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia” (Juan 10:10). Y en el Sermón del Monte, Él prometió que si el buscar Su Reino es nuestra prioridad suprema, Él se hará cargo de todo lo demás en nuestras vidas (Mateo 6:25-33). De tal manera que parte de Su propósito es proveernos una vida abundante aquí en la tierra. ¿Habrá algo mejor que eso?
“Y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús, para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús” (Efesios 2:6-7). “Para que la multiforme sabiduría de Dios sea ahora dada a conocer por medio de la iglesia a los principados y potestades en los lugares celestiales, conforme al propósito eterno que hizo en Cristo Jesús nuestro Señor” (Efesios 3:10-11)
Esto es el resto de lo anterior. En eones venideros seremos ejemplos vivos de la medida completa de la gracia de Dios. Esto va mucho más allá del favor inmerecido del perdón e incluye no solamente una vida abundante aquí en la tierra, sino que una eternidad de bendiciones inimaginables, en siglos aun no revelados. Ningún otro grupo en toda la creación ha sido, o será, honrado de esa forma. Cuando las personas quieran saber cuán amoroso y generoso es Dios, solamente tendrán que mirarnos a nosotros.
Puesto de manera simple, Su propósito es bendecir nuestras vidas ahora y aun más para siempre. Lo que el Señor pide de vuelta es que nosotros, de manera voluntaria, le entreguemos nuestras vidas para que Él pueda llevar a cabo Su propósito en nosotros. Parece un cambio justo, ¿verdad?