Salmo 84

¡Cuán amables son tus moradas, oh Jehová de los ejércitos! Anhela mi alma y aun ardientemente desea los atrios de Jehová; mi corazón y mi carne cantan al Dios vivo. Aun el gorrión halla casa, y la golondrina nido para sí, donde ponga sus polluelos, cerca de tus altares, oh Jehová de los ejércitos, Rey mío, y Dios mío.

Bienaventurados los que habitan en tu casa; perpetuamente te alabarán. Bienaventurado el hombre que tiene en ti sus fuerzas, en cuyo corazón están tus caminos. Atravesando el valle de lágrimas lo cambian en fuente, cuando la lluvia llena los estanques. Irán de poder en poder; verán a Dios en Sion.

Jehová Dios de los ejércitos, oye mi oración; escucha, oh Dios de Jacob. Mira, oh Dios, escudo nuestro, y pon los ojos en el rostro de tu ungido. Porque mejor es un día en tus atrios que mil fuera de ellos. Escogería antes estar a la puerta de la casa de mi Dios, que habitar en las moradas de maldad. Porque sol y escudo es Jehová Dios; gracia y gloria dará Jehová. No quitará el bien a los que andan en integridad.

Jehová de los ejércitos, dichoso el hombre que en ti confía.

El valle de Boquím, (valle de lágrimas) es un lugar cerca de Bet-el donde el Ángel de Jehová le dijo a Israel que puesto que no habían obedecido la orden de eliminar a todos los nativos después de conquistar la Tierra Prometida, ya no les aseguraba más la victoria sobre los enemigos. Desde ese momento en adelante, los cananeos serían “un azote en su costado” y sus dioses les serían tropezadero. El pueblo respondió con llantos y sollozos, de allí el nombre del valle. Más tarde esta frase también tomó un sentido simbólico, un viaje por el Valle de Boquím quiere decir un período de dolor y de pesar en la vida de una persona.

Pero el salmista escribió que aquellas personas cuya fuerza está en el Señor encontrarán gozo aun en el valle de Lágrimas haciéndolo un lugar de manantiales. Aquellas personas que buscan al Señor van de esfuerzo en esfuerzo hasta que estén frente a Él.

Quizás aquí es donde Pablo obtuvo su inspiración cuando les escribió a los filipenses ordenándoles a estar siempre gozosos. Fue durante un período de gran persecución para ellos, como también para él, pero les advirtió, “Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos! Vuestra gentileza sea conocida de todos los hombres. El Señor está cerca. Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús” (Filipenses 4:4-7).

Pablo les recordó que él también estaba sufriendo y que Jesús había sufrido aún más que todos ellos juntos, y que ellos deberían mirar su sufrimiento por Cristo como algo que se les había otorgado, algo así como un privilegio.

Ciertamente es una perspectiva muy diferente de lo que el mundo quiere que hagamos. Este ve la persecución como algo que debe de combatirse, algo que debe de lamentarse larga y sonoramente, algo con lo que se debe luchar hasta el agrio final. Después de todo, tenemos derechos…

Pero para nosotros es diferente. Como alguien dijo una vez, “sólo la persona ofendida tiene derecho a subir a la cruz con Cristo”.

El Espíritu Santo en mí respondió, “Eso está bien conmigo”, e inmediatamente me sentí mejor. Después que Cristo sufrió la pena máxima por mí, ¿no podría soportar yo una pequeña prueba por Él? Claro, sí puedo, y tan pronto como tomé esa decisión, las cosas comenzaron a cambiar. Lo que antes era un desastre de limones comenzó a ser una limonada, fresca y dulce. Empecé a ver la parte positiva, no simplemente las nubes oscuras, y la promesa de Dios de que a los que le aman, todas las cosas les ayudan a bien vino a mi mente. Entonces me llegó esa paz que Él prometió y, finalmente, las bendiciones que siempre siguen al adherirnos a Su Palabra.

Claro, no decimos que eso sea justo o que debemos de buscar oportunidades para ser perseguidos, pero ya que somos creyentes es posible que eso nos suceda tarde o temprano y cuando suceda, podemos ir al Salmo 84 y a la carta de Pablo a los Filipenses para tener consuelo. Es agua fresca para un alma sedienta.