Salmo 85

Fuiste propicio a tu tierra, oh Jehová; volviste la cautividad de Jacob. Perdonaste la iniquidad de tu pueblo; todos los pecados de ellos cubriste. Reprimiste todo tu enojo; te apartaste del ardor de tu ira. Restáuranos, oh Dios de nuestra salvación, y haz cesar tu ira de sobre nosotros. ¿Estarás enojado contra nosotros para siempre? ¿Extenderás tu ira de generación en generación? ¿No volverás a darnos vida, para que tu pueblo se regocije en ti? Muéstranos, oh Jehová, tu misericordia, y danos tu salvación.

Escucharé lo que hablará Jehová Dios; porque hablará paz a su pueblo y a sus santos, para que no se vuelvan a la locura. Ciertamente cercana está su salvación a los que le temen, para que habite la gloria en nuestra tierra.

La misericordia y la verdad se encontraron; la justicia y la paz se besaron. La verdad brotará de la tierra, y la justicia mirará desde los cielos. Jehová dará también el bien, y nuestra tierra dará su fruto. La justicia irá delante de él, y sus pasos nos pondrá por camino.

Aquí encontramos el secreto para solventar todos sus problemas. Cuando la lealtad que usted tiene brota de la tierra, la justicia de Dios mira desde los cielos. El Señor da lo que es bueno y nuestros esfuerzos son bendecidos. ¿Puede darse cuenta de que aquí hay solamente una variable y esa es usted? Entonces, hágase un examen rápido. ¿Su fidelidad brota de la tierra? Si no es así, ese es el primer lugar para centralizar sus esfuerzos.

Nuestro pastor nos hizo reír el domingo en la mañana cuando preguntó cómo reaccionarían los empleados al ver que el jefe llega a trabajar solamente una hora, semana de por medio. Y, sin embargo, dijo, esta es la inconsistencia que nosotros le mostramos al Señor. Él no solamente estaba hablando de asistir al servicio dominical. Algunas de las personas que más fielmente atienden las iglesias que yo conozco no le dan al Señor ni un pensamiento en toda la semana. Parafraseando Filipenses 1:21, el pastor hizo que Pablo dijera “mientras esté vivo en la tierra, estaré trabajando para el Señor”. ¿Hay alguien de nosotros que pueda decir eso?

Pero, ¿qué clase de trabajo requiere el Señor de nosotros? ¿Salir, como Pablo, sacrificándolo todo por el evangelio? Bueno, el Señor algunas veces llama a algunas personas que hagan eso, y cuando lo hace, les da una experiencia estilo Camino a Damasco, y una dosis extra de fe para sostenerlas. Al resto de nosotros nos dice que creamos en el que Él ha enviado (Juan 6:28-29). Eso significa que debemos confiarle a Él nuestras vidas y depender totalmente del Señor.

Él vino para darnos vida, y para que la tengamos en abundancia, pero muchos de nosotros no permitimos que nos de esa vida abundante. Estamos demasiado ocupados en hacer todo lo que podemos por nuestros propios medios, porque creemos que esa es la única manera de hacerlo. Podemos estar de acuerdo en confiar en el Señor por nuestra salvación eterna, pero no para que nos ayude a escoger una carrera universitaria, por ejemplo, o encontrar una casa, o aun en comprar un automóvil. ¿Por qué no? No fue David quien dijo, “Deléitate asimismo en el Señor, y Él te concederá las peticiones de tu corazón” (Salmo 37:4).

Si en realidad nosotros creemos que Jesús quiere que tengamos una vida abundante, ¿por qué somos tan reacios en buscar Su guía en todas esas cosas? ¿Por qué no vamos primero a Él cuando necesitamos dinero, o un favor? ¿O, por qué no oramos y esperamos para que Su solución emerja cuando tenemos un problema?

Les daré dos buenas razones para ello. Primero, es difícil para una persona que ha sido enseñada durante toda su vida a ser auto-dependiente, empezar a confiar en alguien más, aun en Dios, especialmente cuando uno ve que nadie más lo hace a su alrededor. Las personas auto-dependientes quieren resolver sus propios problemas y quieren adjudicarse todo el crédito cuando lo logran. Depender del Señor significa que es necesario adjudicarle a Él ese crédito.

Es como la historia de aquel hombre que estaba reparando el techo de su casa y perdió el equilibrio, resbalándose hacia el borde.

“¡Señor, sálvame!” gritó.

En ese momento, en un clavo que salía de una teja quedó prensada su faja, y se salvó de caer del techo. “No importa, Señor”, le dijo, aliviado, “Yo me salvé”. ¿Le suena eso algo familiar?

Y en segundo lugar, tememos que no nos va a gustar Su solución porque hemos escuchado que Dios solamente le da a Su pueblo cosas para estirarlos y moldearlos, o los pone a hacer cosas que son difíciles o embarazosas.

Es cierto, Dios algunas veces hace eso, pero hay otro montón de veces cuando nos da Sus bendiciones. Y cuando el Señor nos estira y moldea, Él siempre incluye mayores bendiciones con eso.

Algunos de nosotros debemos mirar hacia atrás y recordar esos momentos cuando le entregamos el control de nuestras vidas, y evaluar lo bien que resultaron las cosas. Si usted es como yo, deberá aceptar que Él hace las cosas muy bien. Y si Dios ha pasado el período de prueba, quizás ya sea el momento en que lo coloquemos en total control.

“Pues si ustedes, siendo malos, saben dar buenas dádivas a sus hijos”, les dijo el Señor, “¿cuánto más su Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le pidan?” (Mateo 7:11). Buena pregunta. ¿Por qué no prueba al Señor para darse cuenta por usted mismo?