Salmo 87

Su cimiento está en el monte santo. Ama Jehová las puertas de Sion más que todas las moradas de Jacob. Cosas gloriosas se han dicho de ti, ciudad de Dios. Yo me acordaré de Rahab y de Babilonia entre los que me conocen; he aquí Filistea y Tiro, con Etiopía; este nació allá.

Y de Sion se dirá: Este y aquél han nacido en ella, y el Altísimo mismo la establecerá. Jehová contará al inscribir a los pueblos: este nació allí. Y cantores y tañedores en ella dirán: Todas mis fuentes están en ti.

Tanto cristianos como judíos, el pueblo de Dios, son denigrados en muchas partes del mundo hoy día. A pesar de que Bob Dylan ha aconsejado no hacerlo, la gente acostumbra criticar lo que no entiende. (Los tiempos no están cambiando después del todo.)

Pero Dylan estaba en lo correcto en un punto en su canción clásica de protesta “Pero los primeros ahora serán los últimos después.” Las personas que no conocen a nuestro Creador no entienden que este mundo, el que vemos, es temporal, no más importante que un simple grano de arena en las costas sin fin de la eternidad. Su único propósito es proveernos de una oportunidad de aprender de Su amor hacia todos nosotros y aceptar Su perdón, adquirido a gran precio en la cruz.

Es el mundo invisible el que es permanente. Y allí, las cosas serán distintas. Todas esas ganancias ilusorias tan peleadas y adquiridas en esta vida, solo habrán servido para cegar a los incrédulos de las verdaderas riquezas de la próxima vida, donde las bendiciones y las riquezas ilimitadas esperan a todos aquellos que han reconocido a Cristo.

Entonces, aquellos de Rahab (Egipto) un tipo del mundo, y de Babilonia, Filistea y Cus, modelos de los enemigos del pueblo de Dios, se postrarán ante el Señor y ante Su Novia antes de entrar en su eternidad llena de vergüenza y depravación. Porque “en el nombre de Jesús se dobl[ará] toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confes[ará] que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre” (Filipenses 2:10-11). Y Él nos ha prometido, “He aquí, yo entrego de la sinagoga de Satanás a los que se dicen ser judíos y no lo son, sino que mienten; he aquí, yo haré que vengan y se postren a tus pies, y reconozcan que yo te he amado” (Apocalipsis 3:9).

Y no se trata de que seamos privados de las cosas aquí mientras esperamos el Reino prometido. En relación con nuestras comodidades materiales, el Señor dijo, “Mas busquen primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas les serán añadidas” (Mateo 6:33). Pero debe de quedar claro que nuestras prioridades deben de ser distintas a las del mundo incrédulo. “No mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas” (2 Corintios 4:18). Y nuestra recompensa por ello es la adquisición sin ningún esfuerzo de nuestra parte, de todo lo que hemos soñado, y aún más.

Así que ¿cuál sería el mejor consejo que podríamos tener hoy? Bueno, no lo tomamos de una de las canciones de Bob Dylan sino de una de David. “Deléitate asimismo en el Señor, y él te concederá las peticiones de tu corazón” (Salmo 37:4).