Salmo 91

El que habita al abrigo del Altísimo morará bajo la sombra del Omnipotente. Diré yo a Jehová: Esperanza mía, y castillo mío; mi Dios, en quien confiaré.

Él te librará del lazo del cazador, de la peste destructora. Con sus plumas te cubrirá, y debajo de sus alas estarás seguro; escudo y adarga es su verdad. No temerás el terror nocturno, ni saeta que vuele de día, Ni pestilencia que ande en oscuridad, ni mortandad que en medio del día destruya. Caerán a tu lado mil, y diez mil a tu diestra; mas a ti no llegará. Ciertamente con tus ojos mirarás y verás la recompensa de los impíos. Porque has puesto a Jehová, que es mi esperanza, al Altísimo por tu habitación, No te sobrevendrá mal, ni plaga tocará tu morada. Pues a sus ángeles mandará acerca de ti, que te guarden en todos tus caminos. En las manos te llevarán, para que tu pie no tropiece en piedra.

Sobre el león y el áspid pisarás; hollarás al cachorro del león y al dragón. Por cuanto en mí ha puesto su amor, yo también lo libraré; le pondré en alto, por cuanto ha conocido mi nombre. Me invocará, y yo le responderé; con él estaré yo en la angustia; lo libraré y le glorificaré. Lo saciaré de larga vida, y le mostraré mi salvación.

Tsunamis, terremotos, huracanes mortales, pandemias, guerras, y la lista continua. Pareciera que no hay ningún tipo de desastre que no haya sucedido o esté por suceder pronto. Aun los incrédulos han empezado a preguntarse si este en el fin del mundo.

Y en medio de todo eso, se ha estimado que hay un número de 175.000 nuevos creyentes vueltos a nacer cada día. La mayoría de ellos en lugares como China, India y África.

Acá se nos presenta una lección. Los lugares menos sofisticados del mundo están viendo todos esos eventos como quizás su última oportunidad para aceptar la oferta de perdón del Señor, mientras aun tienen tiempo, mientras que los más cínicos solamente observan los juicios inminentes y dudan si ya están sobre nosotros.

Las ilustraciones de la naturaleza protectora de Dios, como este Salmo 91, han estado con nosotros durante miles de años. Y en la mayor parte del mundo, usted no tiene que preguntarle a muchas personas antes de llegar a una respuesta razonable a la pregunta, “¿Qué hizo Jesús en la Cruz?” El conocimiento común es que Dios nos ama y quiere que todos seamos salvos del juicio.

Entonces, ¿cómo es que personas que de otra forma son inteligentes, no pueden responder al llamado de Dios quien es paciente “no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento”? (2 Pedro 3:9).

La respuesta es simple, pero se encuentra en el corazón de todo lo que anda mal en nuestro mundo. “Pero si nuestro evangelio está aún encubierto, entre los que se pierden está encubierto; en los cuales el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios”. (2 Corintios 4:3-4)

Ni los creyentes ni los incrédulos parece que entienden la naturaleza espiritual de la batalla por el alma de las personas. Cada punto de vista trata de persuadir al otro con evidencia que sustenta su posición, sin darse cuenta de que el asunto no es uno de lógica o de emociones, sino que es un asunto espiritual.

La evidencia irreprochable de la existencia de Dios la tenemos desde el comienzo del tiempo (Romanos 1:18-20). Y el registro de que Dios primero predice y luego ejecuta (a lo que le llamamos profecía) es tan impresionante que en el texto griego de la Biblia, la palabra para incredulidad también significa desobediencia. Si solamente la mera evidencia fuera suficiente, un estudio simple del libro del Profeta Daniel sería bastante para convencer aún al más escéptico. En Daniel 11 hay 135 profecías que han sido cumplidas históricamente, en sólo los primeros 35 versículos.

Bob Dylan estaba en lo correcto cuando dijo, “Tendrás que servir a alguien. Será al diablo o será al Señor, pero tú tendrás que servir a alguien”. Los incrédulos ahora no son más estúpidos de lo que los creyentes son brillantes. La fe que tenemos para creer es un don de Dios (Efesios 2:8-9), así como la ceguera de los incrédulos es una maldición del diablo, y eso es así, punto. Cada persona que ha vivido ha terminado en un campamento o el otro.

Pero contrario al punto de vista calvinista, el destino de los incrédulos no está sellado. Mientras aun respiren, hay esperanza. Solo debemos entender la naturaleza de la batalla y escoger las armas correctas. Y el arma más efectiva es la oración. De hecho hay muchas personas que creen que alguien que se salvó fue por las oraciones de alguien más que se preocupó para interceder por el o ella.

Si usted ya les ha entregado libros y tractos cristianos, los ha arrastrado a escuchar a evangelistas, los ha encarado con el Evangelio, y ha discutido con ellos la posición que usted tiene, intente orar. Oren sin cesar. Ruéguele a su Padre en el cielo por sus almas así como usted le pedía a su padre terrenal por algo que usted creía que no podía vivir sin eso. Sea insoportablemente insistente con eso ahora mismo, tal y como lo era entonces. Es la cosa más efectiva que usted puede hacer.

Póngale atención a la parábola de la viuda insistente. “Había en una ciudad un juez, que ni temía a Dios, ni respetaba a hombre. Había también en aquella ciudad una viuda, la cual venía a él, diciendo: Hazme justicia de mi adversario.

Y él no quiso por algún tiempo; pero después de esto dijo dentro de sí: Aunque ni temo a Dios, ni tengo respeto a hombre, sin embargo, porque esta viuda me es molesta, le haré justicia, no sea que viniendo de continuo, me agote la paciencia.

Y dijo el Señor: Oigan lo que dijo el juez injusto. ¿Y acaso Dios no hará justicia a sus escogidos, que claman a él día y noche? ¿Se tardará en responderles? Les digo que pronto les hará justicia. Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?”. (Lucas 18:2-8).

Habiendo hecho todo lo posible con las fuerzas terrenales que usted tiene, ¿tendrá usted la fe suficiente para poner el resultado en las manos de Dios?

Traducido por: Walter Reiche-Berger

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