Jehová reina; regocíjese la tierra, alégrense las muchas costas. Nubes y oscuridad alrededor de él; justicia y juicio son el cimiento de su trono. Fuego irá delante de él, y abrasará a sus enemigos alrededor. Sus relámpagos alumbraron el mundo; la tierra vio y se estremeció. Los montes se derritieron como cera delante de Jehová, delante del Señor de toda la tierra. Los cielos anunciaron su justicia, y todos los pueblos vieron su gloria. Avergüéncense todos los que sirven a las imágenes de talla, los que se glorían en los ídolos. Póstrense a él todos los dioses.
Oyó Sion, y se alegró; y las hijas de Judá, oh Jehová, se gozaron por tus juicios. Porque tú, Jehová, eres excelso sobre toda la tierra; eres muy exaltado sobre todos los dioses. Los que amáis a Jehová, aborreced el mal; el guarda las almas de sus santos; de mano de los impíos los libra. Luz está sembrada para el justo, y alegría para los rectos de corazón. Alegraos, justos, en Jehová, y alabad la memoria de su santidad.
Siempre es bueno recordar, entre las pruebas y tribulaciones de este mundo, que el Señor reina y que la justicia y el juicio son los cimientos de Su trono. De eso definitivamente podíamos usar mucho en estos días con las noticias de grandes terremotos, incendios o tormentas, o de algún nuevo peligro extravagante para la paz mundial.
Todos los que pertenecemos a la iglesia deberíamos consolarnos especialmente porque Sus manos detienen el mal, y eso incluye todos los peligros tanto los naturales como los ocasionados por el hombre a nuestra salud y seguridad, como los mencionados anteriormente, que son subproductos del mal. Y eso solamente puede llegar hasta un punto. Y si creemos que esto ha ido demasiado lejos es que significa que debemos erguir nuestras cabezas porque nuestra redención está cerca (Lucas 21:28).
Un día, pronto, cuando todos los que respondan a Su llamado lo hayan hecho, Él dirá, “¡Suficiente!” y en un instante los justos serán tomados al lugar que Él les ha preparado. Entonces, estaremos alabando Su Santo Nombre, dándole gracias por haber guardado nuestras vidas y por habernos liberado de manos del malvado.
¿Y cómo es que sabemos que pertenecemos a “los justos”? “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas… Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él” (2 Corintios 5:17, 21).
¿Cómo puede ser eso? Dios, quien conoce el fin desde el principio, ha mirado en el tiempo hacia el día cuando usted estará frente a Él y haya sido finalmente hecho perfecto, totalmente conforme a la imagen y semejanza de Su Hijo. Como parte de esa bendición que usted recibió al pedirle a Jesús que entrara en su corazón, Él escogió, desde ese día en adelante, mirarlo como usted será entonces, no como es usted ahora. Y como usted será entonces, será tan justo como Él es.
¿Y si usted peca entre ahora y entonces? “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1:9). Inmediatamente después que confesamos nuestros pecados, somos perdonados, el pecado es olvidado y somos purificados de nuevo, y somos tan justos como Él lo es. La ley del doble riesgo nos protege de cualquier acusación.
Así es como funciona esta ley del doble riesgo. En tiempos de los romanos, cuando alguna persona era sentenciada por un crimen, la ley que había roto y su pena, se escribían en un pergamino que se clavaba en la puerta de su celda. Cuando había cumplido su sentencia, el carcelero escribía la palabra “Tetelestai” transversalmente sobre el pergamino, lo que significaba que esa persona había pagado totalmente su deuda con la sociedad, y le entregaba el pergamino. Si la persona volvía a ser acusada de ese crimen, enseñaba el pergamino que mostraba que la sentencia había sido pagada, y los cargos se levantaban. El doble riesgo estaba prohibido.
“Él nos perdonó todos los pecados, anulando el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz, y despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz” (Colosenses 2:14-15).
La pena por nuestros pecados es la muerte. Cuando Jesús fue a la cruz, el mundo espiritual vio un pergamino con todos los pecados de mi vida escritos en él y que fue clavado en la cruz con Jesús. Su última palabra antes de morir fue “Tetelestai”. En Juan 19:30, esta palabra se tradujo como “Consumado es” (“Todo está cumplido” en otra versión), pero legalmente eso significa, “Totalmente pagado”. Jesús estaba diciendo que con Su muerte Él pagaba totalmente toda la sentencia por nuestros pecados. “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu” (Romanos 8:1). Usted no debe de temer el confesar cualquier pecado, porque el pergamino que numera todos los pecados que ha cometido en su vida, ha sido marcado “Tetelestai”; totalmente pagado. Usted ahora es tan justo como Dios es. El doble riesgo está prohibido.
Traducido por Walter Reiche Berger
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