Salmo 99

Jehová reina; temblarán los pueblos. Él está sentado sobre los querubines, se conmoverá la tierra. Jehová en Sion es grande, y exaltado sobre todos los pueblos. Alaben tu nombre grande y temible; él es santo. Y la gloria del rey ama el juicio; tú confirmas la rectitud; tú has hecho en Jacob juicio y justicia. Exaltad a Jehová nuestro Dios, y postraos ante el estrado de sus pies; el es santo.

Moisés y Aarón entre sus sacerdotes, y Samuel entre los que invocaron su nombre; invocaban a Jehová, y él les respondía. En columna de nube hablaba con ellos; guardaban sus testimonios, y el estatuto que les había dado. Jehová Dios nuestro, tú les respondías; les fuiste un Dios perdonador, y retribuidor de sus obras. Exaltad a Jehová nuestro Dios, y postraos ante su santo monte, porque Jehová nuestro Dios es santo.

Algunos incrédulos dicen que no le entregan su vida a Cristo porque piensan que Él hará que abandonen todo lo que están disfrutando ahora. Algunos creyentes creen que al ser salvos por gracia, pueden ahora hacer todo lo que les plazca. Ambos grupos están equivocados.

Con respecto al primer grupo, el Señor vino para librarnos de la atadura del pecado, no para sumirnos más en ella. “Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia” (Juan 10:10). Es la manera de ser de las personas la que tiene el efecto de cambiar la atadura del pecado por la atadura de la religión. La Biblia contiene argumentos persistentes en contra de eso. “Miren que nadie los engañe por medio de filosofías y huecas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo” (Colosenses 2:8). “Pues si ustedes han muerto con Cristo en cuanto a los rudimentos del mundo, ¿por qué, como si vivieran en el mundo, se someten a preceptos tales como: No manejes, ni gustes, ni aun toques (en conformidad a mandamientos y doctrinas de hombres), cosas que todas se destruyen con el uso?” (Colosenses 2:20-22). La religión humana se esfuerza en hacer costoso y difícil aquello por lo que el Señor entregó Su vida para dárnoslo gratuitamente. Eso se convierte en un gran obstáculo para la salvación.

Y en cuanto al segundo grupo, si el Señor ahora nos pide que nos comportemos de una manera agradable para Él, ¿es eso pedir demasiado? “Porque ustedes han sido comprados por precio; glorifiquen, pues, a Dios en su cuerpo y en su espíritu, los cuales son de Dios” (1 Corintios 6:20). La motivación para que un creyente cambie su comportamiento es el agradecimiento por lo que se le ha dado, y no por el temor de lo que pueda perder. “Pues ustedes no han recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que han recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre!” (Romanos 8:15).

La base para nuestra gratitud es substancial. Nuestro Dios no solamente nos ha perdonado, Él nos ha adoptado. “El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados” (Romanos 8:17-16). Habiendo compartido en los sufrimientos de Cristo (permitiendo que ellos nos limpien de nuestros pecados), es que ahora calificamos para compartir en Su gloria.

¿Qué es Su gloria? ¿Cuál es Su herencia? Veamos lo que Su Padre le dio: “Mi hijo eres tú; yo te engendré hoy. Pídeme, y te daré por herencia las naciones, y como posesión tuya los confines de la tierra” (Salmo 2:7-8).

¿Y cómo participamos nosotros en eso? “Porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación; y nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y reinaremos sobre la tierra” (Apocalipsis 5:9-10).

Lo que los incrédulos nunca van a poder entender, hasta que lo hayan experimentado, es que los creyentes no han renunciado a nada material. Al contrario, los creyentes hemos ganado un tesoro inmensurable. Cuando nosotros cambiamos nuestro comportamiento guiados en gratitud, no nos sentimos privados de nada. Nos sentimos bendecidos por haber sido liberados de la atadura de nuestro propio camino de destrucción, y hemos sido elevados de ser rufianes a ser de la realeza, de ser prisioneros a ser príncipes y princesas. Y estamos en camino de convertirnos en reyes y sacerdotes. ¡Gracias, Señor!

 

Traducido por Walter Reiche-Berger

walterre@racsa.co.cr