Un Estudio Bíblico por Jack Kelley
“Si se enojan, no pequen. No dejen que el sol se ponga estando aun enojados, ni den cabida al diablo” (Efesios 4:26-27 NVI).
El Señor puso este versículo en mi corazón cuando le pedí que me diera un tópico para este artículo. A muchas personas que han experimentado la consejería cristiana les es familiar, y al igual que muchos otros versículos bíblicos, merece un examen más profundo. Las traducciones de este pasaje tienen algunas diferencias y el idioma griego contiene unas revelaciones interesantes, pero Pablo estaba citando del Salmo 4 en donde la intención del pasaje fue primeramente establecida. Entonces, empecemos por ahí.
Contenido en el Antiguo Testamento, Explicado en el Nuevo
1 Responde a mi clamor, Dios mío y defensor mío. Dame alivio cuando esté angustiado, apiádate de mí y escucha mi oración.
2 Y ustedes, señores, ¿hasta cuándo cambiarán mi gloria en vergüenza? ¿Hasta cuándo amarán ídolos vanos e irán en pos de lo ilusorio?
3 Sepan que el SEÑOR honra al que le es fiel; el SEÑOR me escucha cuando lo llamo.
4 Si se enojan, no pequen; en la quietud del descanso nocturno examínense el corazón. 5 Ofrezcan sacrificios de justicia y confíen en el SEÑOR.
6 Muchos son los que dicen: «¿Quién puede mostrarnos algún bien?» ¡Haz, SEÑOR, que sobre nosotros brille la luz de tu rostro!
7 Tú has hecho que mi corazón rebose de alegría, alegría mayor que la que tienen los que disfrutan de trigo y vino en abundancia. 8 En paz me acuesto y me duermo, porque sólo tú, SEÑOR, me haces vivir confiado. (Salmo 4, NVI)
David estaba angustiado por la continua infidelidad de los israelitas hacia Dios. Estaban cambiando Su gloria en vergüenza y buscando a los dioses falsos (Salmo 4:1-2). Es la misma frustración que sentimos hoy en día al observar el estado de nuestro mundo, por lo que es lógico asumir que David estaba orando en nombre de todas las personas que compartían sus sentimientos, sin importar lo lejos que se encontraran en el futuro.
La respuesta del Señor fue una advertencia a todos nosotros para no dejar que la frustración se convierta en pecado, sino que alejemos nuestra atención de lo que las demás personas están haciendo y en su lugar, nos concentremos en analizar nuestros corazones. Yo creo que el Señor estaba haciendo que David explicara esto porque el siguiente consejo es el ofrecer sacrificios de justicia y poner nuestra confianza en el Señor (Salmo 4:4-5). En otras palabras debemos hacer nuestra propia paz con Dios y confiar en Él para que se encargue de aquellas personas que nos han hecho enojar. En el Salmo 4:7 David dijo que al obedecer le fue dado un mayor gozo que el que el resto de las personas sienten después de una cosecha abundante, y por eso él podía dormir en paz, ya que su enojo había desaparecido.
Entonces, regresemos a Efesios 4:26. Pablo usó dos palabras griegas traducidas enojo en la NVI. La primera, al inicio del versículo 26, significa ser uno provocado a enojo. Es una palabra pasiva que indica que el enojo es el efecto de una acción externa. La otra traducción se encuentra al final del versículo, y significa furia o ira y solamente se utiliza aquí en las Escrituras. La versión de la RV 1960, traduce la primera como ira y la segunda como enojo, pero la idea es la misma. Lo que inicia como una impresión reactiva pronto se vuelve una expresión activa.
En los versículos anteriores Pablo estaba diciendo, “Con respecto a la vida que antes llevaban, se les enseñó que debían quitarse el ropaje de la vieja naturaleza, la cual está corrompida por los deseos engañosos; ser renovados en la actitud de su mente; y ponerse el ropaje de la nueva naturaleza, creada a imagen de Dios, en verdadera justicia y santidad” (Efesios 4:22-24, NVI). Es interesante notar que uno de sus primeros ejemplos del comportamiento indeseado para nuestra nueva naturaleza es el enojo, o ira.
Se Siente Tan Natural
Es natural enojarse por una descarada violación de las leyes de Dios en el mundo, tanto dentro como fuera de la iglesia. Es malo cuando eso daña a otras personas, pero es aun peor cuando está dirigida a nosotros en lo personal. Y cuando esa ira se torna en resentimiento (la ira guardada para usarla en el futuro), o nos causa responder de igual manera hacia la otra persona, se convierte en pecado por dos razones. Primero, nos coloca en el papel de juicio de Dios, y segundo, causa que seamos mejores que el objeto de nuestro resentimiento. Y a eso se le llama orgullo.
Entonces, al utilizar el contexto del Salmo 4, la lección queda clara. El sentir enojo, o ira, es natural, pero alimentarlo o actuar sobre el mismo es pecado, aun si nos convencemos de que eso está justificado porque el Señor está a nuestro lado. Antes de acostarnos por la noche debemos darnos cuenta de que en diferentes circunstancias somos muy capaces tener el mismo comportamiento que nos ha enojado. Quizás hasta nos hemos comportado igual en algún momento.
El Sermón del Monte nos dice que el enojo es tan malo como el asesinato desde la perspectiva del Señor (Mateo 5:21-22). Es el pensamiento lo que cuenta, no solamente la acción. Cuando estemos acostados en nuestra cama debemos dejar que nuestros corazones sean convencidos para que podamos confesar y ser personados de nuestros propios pecados y ser limpiados de toda injusticia (1 Juan 1:9). Este es el sacrificio de justicia que nos aconseja el Salmo 4:5. Confiemos en el Señor quien es el que juzga las intenciones de cada corazón, para que se encargue del resto y así podremos despojarnos del enojo y podremos dormir en paz.
Contra ti he pecado, solo contra ti, oh Señor
Si el objeto de nuestro enojo es un amigo o un vecino, o aun la persona que duerme a la par nuestra, es una buena idea arreglar las cosas con todos ellos. Pero recordemos que el pecado es en contra de Dios. Al juzgar los motivos de las demás personas e infligir un castigo real o imaginario, estamos tratando de ser como Él. Recuerde, Él dijo: “Mía es la venganza, yo pagaré” (Hebreos 10:30 NVI). Eso significa que no debemos preocuparnos por ello.
Y la ira le da pie al diablo (lugar o espacio) en nuestra vida. Los puntos de apoyo se convierten en fortalezas que pueden ser difíciles de demoler. La ira que brota de ellos puede comprometer nuestro testimonio, robarnos el gozo, e impedir nuestra sanidad. Y el hermano del Señor dijo, “Mis queridos hermanos, tengan presente esto: Todos deben estar listos para escuchar, y ser lentos para hablar y para enojarse; pues la ira humana no produce la vida justa que Dios quiere” (Santiago 1:19-20 NVI). Es un buen consejo. Selah. 09/10/10.