Un Estudio Bíblico por Jack Kelley
En nuestro estudio anterior sobre “Las Siete Cosas que Debemos Saber Para Entender la Profecía de los Últimos Días”, cubrimos la secuencia de los eventos principales de los tiempos finales. Este segmento lo empezaremos con la segunda cosa en nuestra lista de siete cosas.
2). El Destino de los Tres Componentes de la Humanidad: Las Naciones (cc Gentiles), Israel y la Iglesia
Aun los así llamados expertos malinterpretan la profecía cuando no se detienen a considerar a quién se dirige el Señor, o uno de Sus profetas. Solamente porque algo se encuentra en los Evangelios no necesariamente significa que está únicamente dirigido a la iglesia, o si se encuentra en Isaías que solamente sea para Israel. Es crítico conocer quién es el receptor al cual se le dirige el mensaje, y sobre ello solamente existen tres posibilidades. Les mostraré lo que quiero decir.
Su propósito fue “crear en si mismo de los dos un solo y nuevo hombre, haciendo la paz, y mediante la cruz reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo, matando en ella las enemistades” (Efesios 2:15-16).
“No seáis tropiezo ni a judíos, ni a gentiles, ni a la iglesia de Dios” (1 Corintios 10:32).
En los casi 4.000 años desde la Creación hasta la Cruz, la raza humana llegó a dividirse en tres componentes distintos desde la perspectiva de Dios. Y eso sucedió de la siguiente forma: Desde la Creación solamente había una raza humana, la familia del hombre, más tarde llamada los Gentiles. Luego, en Génesis 12, Dios llama a Abraham para hacer de él una gran nación. Él y sus descendientes fueron primeramente llamados Hebreos (Génesis 14:3), y más tarde Judíos (Esdras 4:12). Desde ese momento en adelante, la población del mundo era judía o gentil. Pero en la cruz Dios creó a la Iglesia, la cual fue tomada de entre los judíos y los gentiles, pero compartiendo un destino distinto a ellos. Ahora había tres, y todas las personas sobre la Tierra pertenecían a una de ellas. En sus epístolas, Pablo siempre se esforzó para distinguir la Iglesia de los judíos y de los gentiles, llamando, en efecto, a la Iglesia una nueva raza de humanos en el pasaje que cité anteriormente. Describiré el destino de cada grupo para poder entender cuán diferentes son entre sí.
Primero los gentiles. Según Isaías 56:6-8, los gentiles que se convertían al judaísmo antes de la cruz se volvían en parte de Israel y compartían su destino (vea más abajo) mientras murieran en la fe de un Redentor venidero. Los gentiles que conocían a su Señor después del Rapto de la Iglesia, se les llamará los creyentes de la tribulación. Ellos serán martirizados por su fe, en cuyo caso servirán a Dios en Su Templo (Apocalipsis 7:13-17) y se unirán a sus cuerpos resucitados al momento de la Segunda Venida (Apocalipsis 20:4), o sobrevivirían para ayudar a repoblar la tierra durante la era del Reino (Milenio). Los gentiles creyentes que sobrevivan son las ovejas en el juicio de las ovejas y los cabritos, el cual analizaremos después.
Siguiente los judíos. Los espíritus de los judíos que murieron por su fe en un Redentor venidero antes de que Jesús fuera a la cruz, fueron llevados por Él al cielo después de Su resurrección (Mateo 27:52-53). Ellos también recibirán un cuerpo resucitado en la Segunda Venida de Cristo (Daniel 12:1-3). Los judíos que lo recibieron como su Mesías después que la iglesia desaparezca, serán protegidos en el desierto de Jordania (Petra) durante la gran tribulación (Apocalipsis 12:14). Ambos grupos morarán en Israel durante el Milenio (Ezequiel 43:6-7).
Por supuesto que los judíos y los gentiles que le entreguen sus corazones a Jesús durante la Era de la Iglesia se convierten en parte de la Iglesia y después del Rapto/resurrección, poblarán la Nueva Jerusalén (Apocalipsis 21). Muchos de nosotros fuimos enseñados de llamarle Cielo, pero en realidad es una entidad separada. (Veremos más de esto en el Punto 6 de la lista de “Las Siete Cosas que Debemos Conocer para Entender la Profecía”.)
Ya sean judías o gentiles, todas aquellas personas que no hacen ninguna de estas cosas en su vida, serán atormentadas en los fuegos del infierno hasta que sean devueltos a la vida para enfrentar el juicio ante el Gran Trono Blanco de Apocalipsis 20:11-15. Esto se llevará a cabo al final del Milenio. Estas personas serán juzgadas por sus obras y sentenciadas para el sufrimiento eterno en el lago de fuego (Apocalipsis 20:14).
En el Antiguo Testamento, Dios le prometió a Israel que Él retornaría un día para morar entre ellos en su tierra en este planeta (Ezequiel 43:6-7). En el Nuevo Testamento, Jesús le prometió a la Iglesia que Él retornaría para llevarnos de vuelta para estar con Él en la casa de Su Padre (Juan 14:1-3). Ambas promesas se hacen realidad. Israel no es la Iglesia como tampoco la Iglesia es Israel, y ambos grupos son distintos de las naciones gentiles. Mucha de la confusión alrededor de la profecía de los últimos días es el resultado del fracaso en realizar, o de aceptar, esta verdad.
Por ejemplo, muchos cristianos hoy día creen que la Iglesia ha reemplazado a Israel en el plan de Dios y ha heredado todas las bendiciones de Israel. Israel ya no tiene ningún propósito en el mundo, creen ellos, así que cuando Dios habla sobre Israel en el Nuevo testamento en realidad Él se está refiriendo a la Iglesia. Por consiguiente estas personas malinterpretan la Doctrina de la Elección, el Discurso del Monte de los Olivos, la Gran Tribulación, y otras enseñanzas del Nuevo Testamento que tienen que ver con Israel.
También hay muchos gentiles que se sientan en las bancas de una iglesia los domingos y piensan que están en la iglesia a pesar de que no han nacido de nuevo. Creen que son salvos porque tratan de vivir una vida buena, o dan dinero, o pertenecen a una denominación en particular.
Entonces, hay tres componentes de la humanidad los cuales cada uno tienen un destino distinto. La Nueva Jerusalén es para la Iglesia, Israel para los judíos, y el resto del mundo para los creyentes gentiles que van a repoblar la Tierra después de la Segunda Venida. Todos los incrédulos sobrevivientes, ya sean judíos o gentiles, serán separados en el momento de la Segunda Venida para aguardar el juicio del Gran Trono Blanco al final del milenio junto con los incrédulos de todas las épocas.
3). El Propósito y Duración de la Gran Tribulación
¡Ah, cuán grande es aquel día! tanto, que no hay otro semejante a él; tiempo de angustia para Jacob; pero de ella será librado… Porque yo estoy contigo para salvarte, dice Jehová, y destruiré a todas las naciones entre las cuales te esparcí; pero a ti no te destruiré, sino que te castigaré con justicia; de ninguna manera te dejaré sin castigo (Jeremías 30:7, 11).
Jesús dijo que la Gran Tribulación será el tiempo del juicio más intenso que el mundo jamás haya podido ver, peor que las guerras mundiales, y aun peor que el diluvio en tiempos de Noé. Jesús dijo que si este juicio seguía su curso, no quedaría nadie con vida. Pero a causa de Su pueblo, El detendría este juicio en el momento asignado (Mateo 24 22).
El propósito de la Gran Tribulación es doble. Se explica en el pasaje del profeta Jeremías que acabamos de mencionar, en el cual se le llama en el Antiguo Testamento, “tiempo de angustia para Jacob”. Dios lo utilizará para destruir completamente a las naciones entre las que Su pueblo fue esparcido, y también para disciplinar a Israel, purificándolo, para que pueda morar con Él en la Tierra Prometida. La iglesia, habiendo sido purificada en la cruz, ya no necesita ser destruida o disciplinada, y no tiene razón alguna para estar en la Gran Tribulación.
(No importa en dónde coloque usted el Rapto en el escenario del tiempo del fin, si usted cree en la obra completa del Señor en la cruz, entonces sabe que la Iglesia tiene que ser protegida de los juicios del tiempo del fin, y no ser purificada por los mismos. Si usted cree que la obra del Señor en la cruz no fue suficiente, sino que los juicios futuros son necesarios para terminar con lo que Él solamente empezó, entonces usted tendrá mayores problemas que el determinar cuándo ocurrirá el Rapto.)
El período de tiempo de la Gran Tribulación se ha indicado de varias formas: 3-1/2 años (Daniel 12:7), 42 meses (Apocalipsis 11:2), o 1.260 días (Apocalipsis 12:6). Si usted usa un calendario de 12 meses de 30 días cada uno, para un total de 360 días en un año, estos tres números representan lo mismo. Algunos comentaristas afirman que en Mateo 24:22 Jesús dijo que este lapso de tiempo sería acortado, y la traducción de la Biblia en Español parece implicar esto. Lo menciono porque mientras que Daniel 12 fue escrito varios cientos de años antes de que el Señor mencionara este asunto, Juan escribió Apocalipsis 60 años después de la resurrección, así que su duración fue aclarada en testimonios dados antes de tiempo del Señor y después del mismo. Si Él dijo que la Gran Tribulación sería acortada entonces estaba contradiciendo tanto a Daniel como a Juan, algo que la Biblia no puede hacer. Lo más seguro es que la intención de Mateo 24:22 es la de explicar que si el Señor no viene a ponerle fin a la Gran Tribulación en el momento asignado, nadie sobreviviría, pero a causa de los escogidos Él retornaría a ponerle fin.
Las referencias de 3-1/2 años, 42 meses y 1.260 días nos llevan a creer que el calendario original de la tierra consistía de 12 meses de 30 días cada uno, y de hecho, parece que antes del año 700 a.C., toda la tierra usaba el mismo calendario. Desde entonces han surgido una cantidad de calendarios distintos, aparentemente para compensar por los cambios que sufrió la órbita de la tierra cerca de ese tiempo. (El calendario que usamos hoy día tiene apenas 400 años de uso.)
Además de eso, Daniel 9:27 advierte que la abominación desoladora ocurrirá en la mitad de los últimos siete años, o 3-1/2 años antes del fin. En Mateo 24:21 Jesús identifica este evento como el comienzo de la Gran Tribulación. Pablo lo confirma y agrega los detalles al describir al anticristo que llega al Templo proclamando ser Dios (2 Tesalonicenses 2:4). Esto confirma el lapso del tiempo de la Gran Tribulación como de 3-1/2 años.
La abominación desoladora es una profanación particular del Templo, lo cual solamente ha ocurrido una vez en el pasado. En el año 168 a.C., el rey sirio Antíoco Epífanes capturó el Templo convirtiéndolo en un centro de culto pagano. Erigió una estatua del dios pagano Zeus al cual le puso su propio rostro colocándolo en el Lugar Santo, proclamando así ser Dios, y obligando a los judíos para que lo adoraran so pena de muerte. Eso fue llamado la abominación desoladora, que es el único evento en la historia llamado así. Eso hizo que el Templo no fuera apto para ser usado y encendió la revuelta de los macabeos que duró 3-1/2 años. La fiesta judía de Hanukkah celebra la recaptura y purificación del Templo, en el año 165 a.C.
En resumen, Daniel menciona una abominación desoladora que señalaría la mitad del periodo de los últimos siete años. Un evento llamado la abominación desoladora en el Primer el Libro de los Macabeos, se llevó a cabo en el año 168 a. C., 300 años más tarde. Pero 200 años después de eso, Jesús les dijo a Sus discípulos que el pueblo de Israel debe de mirar a la futura abominación desoladora haciendo referencia a la profecía de Daniel (Mateo 24:15-21). Él dijo que esto lanzaría la Gran Tribulación. Pablo también describe un evento similar futuro al del año 168 a.C. al decir que el Día del Señor no lo puede preceder (2 Tesalonicenses 2:3-4).
Por lo tanto, la abominación desoladora que sucedió en el año 168 a.C. solamente fue un cumplimiento parcial de la profecía de Daniel. Jesús se refirió a ella para que la gente en los tiempos finales pudiera reconocer su total cumplimiento cuando la vieran. Estas personas sabrán cuando vean a un hombre dentro del Templo haciéndose pasar por Dios y exigiendo que se adore su imagen. Jesús dijo que las personas que vivieran en Judea (Israel) cuando vieran esto huyeran de inmediato y se escondieran, porque la Gran Tribulación habría dado inicio.
4). El Propósito del Rapto
Porque ellos mismos cuentan de nosotros la manera en que nos recibisteis, y cómo os convertisteis de tos ídolos a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero, y esperar de los cielos a su Hijo, al cual resucitó de los muertos, a Jesús, quien nos libra de la ira venidera (1 Tesalonicenses 1:9-10).
La palabra griega traducida “de [la ira]” en este pasaje, es apo que literalmente significa guardar al sujeto (nosotros) y alejarlo del momento, lugar, o de cualquier evento referido, que en este caso, es la ira venidera. Este versículo es uno de los que explican el propósito del Rapto de la Iglesia, y eso es guardarnos en lugar seguro del camino de Dios antes de que Él derrame Su ira sobre la tierra. Eso está bien. Pero ¿cuándo es que comienza la ira de Dios?
Y los reyes de la tierra, y tos grandes, los ricos, los capitanes, los poderosos, y todo siervo y todo libre, se escondieron en las cuevas y entre las peñas de los montes; y decían a los montes y a las peñas: Caed sobre nosotros, y escondednos del rostro de aquel que está sentado sobre el trono, y de la ira del Cordero; porque el gran día de su ira ha llegado; ¿y quién podrá sostenerse en pie? (Apocalipsis 6:15-17).
Después de Apocalipsis 3 la Iglesia no se ve en la tierra sino hasta cuando regresa con el Señor en el capítulo 21:2, como lo predice el 17:14. En Apocalipsis 4 Juan ve una puerta abierta en el cielo y oye una voz que le dice “¡Sube acá!” Al instante Juan se encuentra en el espíritu de pie delante del trono de Dios al final de la era. Él ha sido transportado al momento del Rapto.
Juan ve 24 ancianos sentados en tronos alrededor del trono de Dios. Todos están vestidos con vestiduras blancas y con coronas de oro en sus cabezas. Se postran delante del Señor y arrojan sus coronas a Sus pies para darle el honor y la gloria. En el capítulo 5 se llaman a si mismos reyes y sacerdotes entonando cánticos a Dios. Por sus títulos, vestimenta, coronas, tronos y actividades, queda claro de que ellos representan a la recién raptada Iglesia.
Existen cuatro puntos de vista en el Antiguo Testamento sobre el Trono de Dios. Los de Isaías 6:1-4 y Ezequiel 1 y 10 no incluyen a estos 24 ancianos. El de Daniel 7:9-10, que es una terminación de la visión de la era, da una pista de múltiples tronos, pero no ofrece ningún detalle. Pero en el Libro de Apocalipsis, estos 24 ancianos son mencionados 12 veces. Algún grupo ha llegado al cielo el cual no se encontraba allí en tiempos del Antiguo Testamento, y 12 es el número del gobierno. Es la Iglesia que viene a gobernar y reinar con Cristo.
Luego que la Iglesia es raptada en el capítulo 4, se le muestra en el cielo en el capítulo 5, mientras que en la tierra la ira de Dios es derramada en el capítulo 6, como lo muestra claramente el pasaje anterior.
La primera carta de Pablo a los Tesalonicenses fue escrita en el año 51 d.C. y contiene la primera clara mención de un Rapto jamás dada anteriormente. Ni Jesús ni Sus discípulos lo enseñaron alguna vez. La existencia del Rapto fue mantenida en secreto hasta ese momento, como lo sigue siendo su momento exacto para nosotros hoy. Muchos de los errores que se han cometido sobre el momento del Rapto se originan de esfuerzos inútiles de intentar encontrar pasajes en los Evangelios que lo enseñan, como lo veremos en nuestro comentario de la Segunda Venida de Cristo.
Nosotros creemos que el Rapto es quizás el componente singular más importante de la profecía del fin de los tiempos, y para nosotros así lo es. Entonces, ¿por qué Jesús no lo mencionó? 1 Corintios 2:6-10 nos da la respuesta: “Sin embargo, hablamos sabiduría entre los que han alcanzado madurez; y sabiduría, no de este siglo, ni de los príncipes de este siglo, que perecen. Mas hablamos sabiduría de Dios en misterio, la sabiduría oculta, la cual Dios predestinó antes de los siglos para nuestra gloria, la que ninguno de los príncipes de este siglo conoció; porque si la hubieran conocido, nunca habrían crucificado al Señor de gloria. Antes bien, como está escrito:
Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado pan los que le aman. Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu; porque el Espíritu todo lo escudriña, aun lo profundo de Dios”.
La frase “los príncipes de este siglo” se refiere a Satanás y compañía. Si ellos hubieran conocido la sorprendente abundancia con que el Señor bendice a todos aquellos que aceptan Su muerte como pago por nuestros pecados, habrían hecho todo lo posible, en lo que estaba a su alcance, para evitar la crucifixión. Piense en ello. Somos llamados reyes y sacerdotes, y se nos da una riqueza e influencia incalculables, somos hechos herederos con Cristo de la propiedad de Dios, algo que Satanás nunca podrá alcanzar y nosotros nunca podríamos merecer, y todo esto es nuestro con solo creer. De ello Satanás se dio cuenta solamente después de que ya era demasiado tarde para prevenirlo y devolverse, lo cual hubiera sido su mayor victoria sobre una derrota agonizante. “Y despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz” (Colosenses 2:15).
Pero como todo en el plan de Dios, podemos encontrar pistas del Rapto en el Antiguo Testamento. Podemos mirar pasajes como Isaías 26:19-21, “Tus muertos vivirán: sus cadáveres resucitarán. ¡Despertad y cantad, moradores del polvo! porque tu rocío es cual rocío de hortalizas, y la tierra dará sus muertos. Anda, pueblo mío, entra en tus aposentos, cierra tras ti tus puertas; escóndete un poquito, por un momento, en tanto que pasa la indignación. Porque he aquí que Jehová sale de su lugar para castigar al morador de la tierra por su maldad contra él; y la tierra descubrirá la sangre derramada sobre ella, y no encubrirá ya más a sus muertos”.
Observe cómo los pronombres cambian de la segunda persona, cuando Dios le habla a Su pueblo, a la tercera persona cuando les habla a los pueblos de la tierra. Eso quiere decir que son dos grupos diferentes. A uno se le dice que se esconda porque el otro será castigado (La Biblia de las Américas dice, para el versículo 20, “Ven, pueblo mío”, que puede ser “sube acá” como en Apocalipsis 4. Pero esa palabra tiene otro significado principal que significa “desaparecer”. “Desaparece, pueblo mío”. Y así será…)
Ahora veamos las dos declaraciones más populares de Pablo sobre el Rapto: “Por lo cual os decimos esto en palabra del Señor: que nosotros que vivimos, que habremos quedado hasta la venida del Señor, no precederemos a los que durmieron. Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor” (1 Tesalonicenses 4:15-17).
“Pero acerca de los tiempos y de las ocasiones, no tenéis necesidad, hermanos, de que yo os escriba. Porque vosotros sabéis perfectamente que el día del Señor vendrá así como ladrón en la noche; que cuando digan: Paz y seguridad, entonces vendrá sobre ellos destrucción repentina, como los dolores a la mujer encinta, y no escaparán. Mas vosotros, hermanos, no estáis en tinieblas, para, que aquel día os sorprenda como ladrón. Porque todos vosotros sois hijos de luz e hijos del día; no somos de la noche ni de las tinieblas” (1 Tesalonicenses 5:1-5). “Porque no nos ha puesto Dios para ira, sino para alcanzar salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo” (1 Tesalonicenses 5:9).
Aquí encontramos un cambio aún más dramático en los pronombres. Usando la tercera persona, Pablo describe a los incrédulos tomados por sorpresa, creyendo que han entrado en un período de paz cuando la destrucción repentina cae sobre ellos, cortando así toda esperanza de escapar. Luego Pablo cambia a la segunda persona al decirles a los creyentes que no debemos ser tomados por sorpresa cuando se acerca el fin y, finalmente, a la primera persona cuando nos incluye con él, al no estar puestos para la ira.
Ahora observen cuidadosamente cuando sobreponemos los escritos de Isaías con los de Pablo. Tus muertos vivirán; sus cadáveres resucitarán. ¡Despertad y cantad, moradores del polvo! porque tu rocío es cual rocío de hortalizas, y la tierra dará sus muertos. (Los muertos en Cristo resucitarán primero)
Anda, pueblo mío, entra en tus aposentos, cierra tras ti tus puertas; escóndete un poquito, por un momento, en tanto que pasa la indignación. (Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire).
Porque he aquí que Jehová sale de su lugar para castigar al morador de la tierra por su maldad contra él. (Que cuando digan: Paz y seguridad, entonces vendrá sobre ellos destrucción repentina, como los dolores a la mujer encinta, y no escaparán).
A pesar de que la Biblia contiene 66 libros escritos por 40 autores, hay un solo Autor y Su mensaje es consistente desde Génesis hasta Apocalipsis. Por eso es que Pablo pudo comenzar su pasaje sobre el Rapto diciendo: “Os decimos esto en palabra del Señor…” El Señor nunca mencionó el Rapto en los Evangelios. Pero Pablo había leído Isaías.
Claro, hay muchos otros pasajes en donde el Señor promete protegernos de los juicios venideros. Y a pesar de que los cínicos pueden con certeza decir que la palabra rapto no se encuentra en la Biblia, no les preste atención, solamente están tratando de confundirnos.
Ellos saben que «rapto» es una palabra originada del latín, no del griego o del hebreo, que son los idiomas de la Biblia (en la traducción de la Biblia al latín vulgar—La Vulgata—, en este pasaje se usa la palabra “raptus” – rapto). El equivalente griego es harpazo que es el término que se encuentra en el texto griego de 1 Tesalonicenses 4:15-17. Cuando se traduce al castellano, ambas palabras significan “arrebatar”. Hay una situación similar con la palabra Lucifer, que también se origina del latín, puesto que no aparece en ninguno de los textos originales tampoco, pero nadie puede ser tan ingenuo como para negar la existencia de Satanás sobre una base tan floja.
La próxima vez cubriremos las últimas tres cosas de “Las Siete Cosas que Debemos Saber para Entender la Profecía de los Últimos Días”. Nos vemos. 16/07/2011