Un Estudio Bíblico por Jack Kelley
“Los ladrillos cayeron, pero edificaremos de cantería; cortaron los sicómoros, pero en su lugar pondremos cedros.” (Isaías 9:10 VRV 1995).
Es justo decir que yo era un escéptico cuando leí una copia del libro El Presagio (The Harbinger) de Jonathan Cahn. Decidí leer ese libro solamente porque recibí varias preguntas sobre el mismo. Pero pronto descubrí que el autor edifica un asombroso caso al hacer una conexión entre el juicio del reino del Norte por los asirios en el año 722 a.C. y el juicio de los Estados Unidos de América, que se está llevando a cabo desde el 11 de setiembre de 2001.
La forma como los líderes de ambos países están respondiendo a un juicio limitado al mostrar su desafío y resolución pero sin arrepentimiento, estaba más allá de ser una coincidencia. Y al responder con las mismas palabras que Isaías le atribuyó a Israel (Isaías 9:10), los líderes estadounidenses no dejan ninguna duda en mi mente que los juicios que hemos sufrido son advertencias de Dios y que ellos no asimilaron el significado de las palabras de Isaías a pesar de que las repitieron una y otra vez.
Yo estaba bellamente encarrilado con la interpretación del autor acerca de nuestra historia reciente, y literalmente no pude dejar el libro mientras estaba comparando la historia de Israel con la nuestra.
Entonces, ¿Qué Sucedió?
“Si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra” (2 Crónicas 7:14).
Pero cuando el autor usó el pasaje anterior para justificar su afirmación de que los Estados Unidos podrían experimentar un resultado distinto del que tuvo el Reino del Norte, me perdí. En mi mente, el libro bajó de categoría de manera instantánea para convertirse en otra obra de ficción, a pesar de hacer un análisis convincente, tanto histórico como espiritual. Tuve dificultad en leer los últimos capítulos porque eran simplemente opiniones humanas basadas en una interpretación errónea de 2 Crónicas 7:14. En su final, el libro se había vuelto tan indefinido e imaginativo como había sido tan preciso y directo en su inicio.
Si el autor está en lo correcto en su aserción de que en lo que concierne a Dios los líderes políticos oficialmente hablan a nombre de sus países, entonces los Estados Unidos no es el país “sobre el cual mi nombre es invocado” al cual 2 Crónicas 7:14 se está dirigiendo. En una conferencia de prensa en Turquía en abril de 2007, el Presidente Obama dijo que los Estados Unidos no es una nación cristiana. Él estaba repitiendo algo que había estado diciendo desde 2007. Cuando se le pidió una aclaración él dijo, “Lo que quiero decir es que los Estados Unidos no es solamente una nación cristiana. Nosotros también somos una nación judía, una nación musulmana, una nación budista, una nación hindú, y una nación de incrédulos.
Esa afirmación no tiene sentido. Una nación puede tener entre sus residentes personas de diferentes credos, pero no puede ser una nación de todos esos credos. Esa clase de nación sería solamente una nación sin ningún credo oficial. Y eso es lo que los Estados Unidos es, somos una nación sin una fe oficial. (Algunas veces pienso qué es lo que los cristianos de otros países sienten cuando los cristianos estadounidenses actúan como si los Estados Unidos y la Iglesia fueran una sola cosa.)
Es cierto que hay un montón de cristianos en los Estados Unidos. Pero todos pertenecemos a una iglesia y la iglesia no tiene una patria nacional, ni en los Estados Unidos ni en ningún otro lado. La Iglesia proviene de todas las naciones de la Tierra, pero nuestra ciudadanía está en el Cielo (Filipenses 3:20) y allí es donde se encuentra nuestro hogar. Los creyentes estadounidenses no son llamados para que los Estados Unidos se arrepienta y se salve de la misma manera que otros creyentes que viven en otros países son llamados a que sus países se arrepientan y se salven. No importa en cuál país vivamos estamos supuestos a ser como Abraham, extranjeros en una tierra foránea esperando la ciudad cuyo arquitecto y constructor es Dios (Hebreos 11:9-10).
Israel fue una nación que oficialmente tenía una relación de pacto con Dios y cuyo destino eterno era vivir con Él en la tierra que Él les dio aquí en la Tierra (Ezequiel 47:3). Después de la muerte del Rey Salomón la nación fue dividida, tanto física como espiritualmente. El Reino del Norte no solamente se separó del Reino del Sur, sino que también se separó de Dios. Los sacerdotes levíticos fueron expulsados, y todos los fieles de las tribus del norte huyeron con ellos hacia el sur (2 Crónicas 11:16). Solamente los incrédulos permanecieron en el Norte. Se formó un nuevo sacerdocio y se erigieron altares a los dioses paganos. Al no poder ganarse de vuelta el Reino del Norte, el Señor envió a los asirios como una advertencia. Pero rehusaron escuchar esa advertencia y finalmente fueron conquistados.
A pesar de que nuestra relación con Él era diferente de la que ellos tenían, los Estados Unidos oficialmente renunciaron a Dios tal y como lo hizo el Reino del Norte. Ahora, Dios está juzgando a los Estados Unidos, y la única manera para que los estadounidenses escapen del juicio venidero, es escapando con la Iglesia, como los creyentes israelitas hicieron al huir con los sacerdotes. (Para su crédito, el autor sí proveyó un juego conmovedor de instrucciones sobre cómo ser parte de la Iglesia.)
Una vez que el Señor nos lleve a casa, lo que quede de los Estados Unidos será destruido por fracasar en escuchar las advertencias de Dios como lo hizo el Reino del Norte y fue destruido. El doble propósito de la Gran Tribulación se explica claramente en Jeremías 30:11. El primero es para destruir completamente a las naciones entre las que los judíos fueron dispersados, y en segundo lugar para disciplinar a Israel y prepararlo para la Era del Reino venidero. Si usted está buscando un versículo de la Biblia que se refiere a los Estados Unidos de América en los tiempos finales, lea la primera parte de Jeremías 30:11.
¿Y Qué De Ellos?
Las cosas fueron diferentes con el Reino del Sur, a pesar de que también estaban en el proceso de abandonar a Dios. En vísperas de su conquista por los babilonios 120 años después de que el Reino del Norte cesó de existir, Dios hizo que Jeremías les dijera a los exiliados del Reino del Sur:
“Cuando en Babilonia se cumplan los setenta años, yo los visitaré, y despertaré sobre ustedes mi buena palabra, para hacerlos volver a este lugar. Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de ustedes, dice el Señor, pensamientos de paz, y no de mal, para darles a ustedes el fin que esperan” (Jeremías 29:10-11).
Sin estirar mucho la imaginación, esta promesa solamente puede aplicarse a los judíos exiliados en Babilonia en el siglo sexto a.C. Esta promesa nunca le fue dada al Reino del Norte, como tampoco se le ha dado a los Estados Unidos.
Después que se cumplieron esos 70 años, Dios hizo retornar a los judíos que lo deseaban a la Tierra Prometida, tal y como dijo que lo haría. Pero esto no fue el cumplimiento de 2 Crónicas 7:14 tampoco. El período de 70 años del cautiverio había sido predeterminado por Dios y cuando terminó Dios los trajo de vuelta como lo había dicho. 2 Crónicas 7:14 se cumplirá cuando el liderazgo judío invoque la promesa de Oseas 6:1-2 y le pida al Seños que retorne para salvarlos.
¿Cuándo Será Eso?
Cuando el rechazo de Jesús como su Mesías se completó, Él finalmente los dejó solos. Habían pasado 40 días desde que Él había dado la señal inequívoca que ellos había pedido (la señal de Jonás, Mateo 12:39) para demostrar que Él era quien afirmaba ser. Siendo 40 el número de la prueba, el tiempo de prueba de ellos había expirado y ellos habían fracasado. En Oseas 5:15 el profeta dijo sobre Él,
“Andaré y volveré a mi lugar, hasta que reconozcan su pecado y busquen mi rostro. En su angustia me buscarán.”
Cuando los juicios de la Gran Tribulación estén en lo peor, Israel oficialmente va a pedir el retorno del Señor.
“Vengan y volvamos al Señor; porque él arrebató, y nos curará; hirió, y nos vendará. Nos dará vida después de dos días; en el tercer día nos resucitará, y viviremos delante de él” (Oseas 6:1-2).
Cuando lo hagan, el Señor derramará Su Espíritu de Gracia y Oración, Sus ojos serán abiertos “y mirarán a [Él], a quien traspasaron, y llorarán como se llora por hijo unigénito, afligiéndose por él como quien se aflige por el primogénito (Zacarías 12:10). Algunos eruditos han sugerido que Isaías 53 será su oración oficial de confesión.
El día que el Señor retorne Él será Rey de toda la Tierra. El SEÑOR reinará sobre toda la tierra. En aquel día el SEÑOR será el único Dios, y su nombre será el único nombre (Zacarías 14:9). Judá y Jerusalén serán habitadas para siempre, por todas las generaciones. ¿Perdonaré la sangre que derramaron? ¡Claro que no la perdonaré! ¡El SEÑOR hará su morada en Sión! (Joel 3:20-21). 2 Crónicas 7:14 finalmente se cumplirá.
En tres ocasiones diferentes justo antes que el Reino del Sur fuera conquistado por los babilonios, Dios le dijo a Jeremías que dejara de orar por los judíos porque Él ya no los estaba escuchando más (Jeremías 7:16; 11:14; 14:11). Yo creo que los Estados Unidos también puede haber llegado a ese punto con Él. Está claro que los incrédulos estadounidenses no quieren que la Iglesia los salve, y los únicos creyentes que aún se encuentran luchando por el futuro de los Estados Unidos son aquellos que no entienden lo que la Iglesia tiene por delante.
En resumen, no es responsabilidad de la Iglesia salvar a los Estados Unidos. Nuestro trabajo es atesorar tesoros en el Cielo ayudando a aquellas personas que ya no pueden ayudarse a sí mismas en la Tierra. De esta forma mostramos la luz y el amor del Señor en este oscuro y moribundo lugar. Selah 28/01/12
Título Original: A Critique Of The Harbinger
Traducido por Walter Reiche-Berger
walterre@racsa.co.cr