Un Estudio Bíblico por Jack Kelley
Sin lugar a dudas estamos viviendo en unos de los tiempos más difíciles de nuestra generación. Si los expertos están en lo correcto, ya han pasado 2 ½ años desde que la recesión comenzó oficialmente, y muchos trabajadores ya han agotado sus beneficios económicos por estar sin trabajo. Pero otros están siendo despedidos ahora y según las proyecciones, otro millón de familias van a perder sus casas en los meses venideros, así que esto aun no ha terminado. Esto es algo para pensar en serio, pero la Biblia nos ofrece algún consejo candente para vivir en tiempos difíciles. Veamos.
“Por tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido?
No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos? Porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas. Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Mateo 6:25, 31-33).
Desde ahora debemos asegurarnos de entender que lo opuesto a esta promesa también es cierto. Si usted no está buscando Su Reino y Su Justicia usted no debería esperar Su provisión. Pablo nos dice lo siguiente acerca de los creyentes que aun caminan en la manera del mundo.
“Más bien os escribí que no os juntéis con ninguno que, llamándose hermano, fuere fornicario, o avaro, o idólatra, o maldiciente, o borracho, o ladrón; con el tal ni aun comáis” (1 Corintios 5:11).
En los versículos que rodean al anterior Pablo dejó en claro que no estaba hablando de los incrédulos aquí. Él dijo que no era de su incumbencia juzgar a las personas que estaban fuera de la Iglesia. Dios se encargaría de ello. Tampoco no dijo nada acerca de esos hermanos y hermanas que pierden su salvación debido a su comportamiento. El punto que Pablo quería mostrar eran los pecados ocultos de esas personas los cuales las habían puesto fuera de la comunión con Dios y las había privado de recibir Sus bendiciones, una de las cuales es el apoyo que se deriva al asociarse con otros creyentes.
Entonces, ¿cómo es que nos aseguramos que estamos buscando Su Reino y Su Justicia para que tengamos la confianza de Su bendición? Averigüémoslo.
Primero Busquemos Su Reino
“No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento” (Romanos 12:2).
Este es un buen consejo, y las palabras de Pablo demuestran que tenemos que escoger cuando se trata de nuestro comportamiento, pero, ¿cómo es que podemos ejercer esa elección?
“En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad.
Por lo cual, desechando la mentira, hablad verdad cada uno con su prójimo; porque somos miembros los unos de los otros. Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo, ni deis lugar al diablo. El que hurtaba, no hurte más, sino trabaje, haciendo con sus manos lo que es bueno, para que tenga qué compartir con el que padece necesidad.
Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes. Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención. Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia. Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo” (Efesios 4:22-32).
“Pero ahora dejad también vosotros todas estas cosas: ira, enojo, malicia, blasfemia, palabras deshonestas de vuestra boca. No mintáis los unos a los otros, habiéndoos despojado del viejo hombre con sus hechos, y revestido del nuevo, el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno” (Colosenses 3:8-10).
Buscamos el Reino del Señor al escoger dejar las maneras del mundo y permitir que seamos conformados a Su imagen. Con esto no se trata de ganar nuestra salvación, ni de mantenerla. Es siguiendo la dirección del Espíritu Santo, permitiéndole que nos renueve para ser más como Jesús, en agradecimiento por la salvación que nos ha dado. Recuerden, estos versículos fueron escritos para los creyentes, advirtiéndonos que cambiemos nuestro comportamiento para que actuamos como la nueva creación que ya somos (2 Corintios 5:17), y miembros de la familia de Dios.
Compadezcámonos del Espíritu Santo el cual ha sido sellado en nosotros y por consiguiente tiene que sufrir de primera mano el ser expuesto a nuestro vulgar comportamiento. Ya es lo suficientemente malo que lo contristemos accidentalmente. No lo hagamos a propósito.
Y Su Justicia
“Pero sabemos que todo lo que la ley dice, lo dice a los que están bajo la ley, para que toda boca se cierre y todo el mundo quede bajo el juicio de Dios; ya que por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él; porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado.
Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, testificada por la ley y por los profetas; la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él. Porque no hay diferencia, por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios, siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús” (Romanos 3:19-24).
Si usted piensa que es mejor persona que las demás solamente porque se comporta mejor que ellas, usted no está buscando la justicia de Dios, usted está buscando la suya propia. La justicia de Dios solo puede venir por medio de la fe en Su Hijo, la cual nos hace ser humildes, no orgullosos. El comportamiento suyo es con el propósito de complacer a Aquel que ha hacho tanto por usted, y no para que usted se eleve ante usted mismo.
Y Todas Estas Cosas Os Serán Añadidas
¿Cómo es que Él provee todas nuestras necesidades? Usualmente Él no las derrama sobre nosotros directamente. Pero sí provee las oportunidades para que las recibamos a través del trabajo que hacemos. ¿Cómo sabemos? Porque Él hizo que Pablo dijera esto:
“Porque si alguno no provee para los suyos, y mayormente para los de su casa, ha negado la fe, y es peor que un incrédulo” (1 Timoteo 5:8).
Y en 2 Tesalonicenses 3:10 Pablo dijo: “Si alguno no quiere trabajar, tampoco coma”.
Observen que dice “no quiere trabajar”, y no dice “no puede trabajar”. Si usted no puede trabajar porque está incapacitado o incapacitada, la Iglesia debe de ayudarle. Si usted es una viuda con un niño pequeño, la Iglesia debe de ayudarle. Pero si usted solamente está esperando que algo suceda cuando debería estar utilizando su tiempo productivamente, o está perdiendo su tiempo bebiendo cerveza o fumando en lugar de estar adquiriendo comida para su familia, esa es una historia diferente.
¿Recuerden cómo fue que el Señor le dio al pueblo el maná (pan del cielo) en el desierto?
“Y Jehová dijo a Moisés: He aquí yo os haré llover pan del cielo; y el pueblo saldrá, y recogerá diariamente la porción de un día” (Éxodo 16:4).
Él pudo haberlo puesto directamente en sus bocas, como cuando alimentamos un bebé. En lugar de eso Él los hizo salir y recogerlo ellos mismos. Si usted puede trabajar, el Señor proveerá la oportunidad para que usted lo haga, mientras permanezca buscando Su Reino y Su justicia.
Yo Tengo Trabajo
Si usted tiene trabajo debe ayudar a quienes no lo tienen. Dé lo que pueda a quienes se encuentran necesitados, y el Señor le dará más. Es la mejor forma de asegurarse que siempre tendrá suficiente.
“Dad, y se os dará; medida buena, apretada, remecida y rebosando darán en vuestro regazo; porque con la misma medida con que medís, os volverán a medir” (Lucas 6:38).
Esto pareciera ser contra intuitivo, pero la generosidad es la causa de la prosperidad, no su efecto.
“Pero esto digo: El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra generosamente, generosamente también segará. Y poderoso es Dios para hacer que abunde en vosotros toda gracia, a fin de que, teniendo siempre en todas las cosas todo lo suficiente, abundéis para toda buena obra” (2 Corintios 9; 6, 8).
“Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús” (Filipenses 4:19).
Dar es evidencia de nuestra fe. Muestra que sabemos que Dios tiene abundantes recursos y debemos confiar en Él para que los comparta con nosotros según nuestras necesidades. Acumular riquezas es una señal de que no confiamos en Él para que nos dé más, por eso es que nos aferramos a todo lo que tenemos. (A propósito, apartando una extra de lo que tenemos con el propósito de ayudar a otras personas necesitadas conforme se presenta la necesidad, no es acumular riquezas, es dar.)
“Y si un hermano o una hermana están desnudos, y tienen necesidad del mantenimiento de cada día, y alguno de vosotros les dice: Id en paz, calentaos y saciaos, pero no les dais las cosas que son necesarias para el cuerpo, ¿de qué aprovecha? Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma” (Santiago 2:15-17) .
O, como uno de mis antiguos mentores me decía, “Si lo que crees no produce acción, es dudoso que en realidad lo hayas creído”.
Un Pensamiento Final
Sobre todo recuerden que no importa lo que parezcan ser las cosas. No se desanimen por lo que ven.
“Porque por fe andamos, no por vista” (2 Corintios 5:7). “No mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas” (2 Corintios 4:18).
No sabemos lo que viene, pero el Señor sí sabe cómo saldrán las cosas y Él ha prometido cuidar de todas nuestras necesidades mientras permanezcamos fieles a Él. Lo que vemos hoy en día es temporal, pero las promesas de Dios son eternas.
“Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos! Vuestra gentileza sea conocida de todos los hombres. El Señor está cerca. Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús” (Filipenses 4:4-7). Amén. 17-07-10.