Algo viejo, algo nuevo

Lunes, 13 de enero de 2020

Un Estudio Bíblico por Jack Kelley

Las ofrendas y los sacrificios no te agradan; tú no pides holocaustos ni ofrendas de expiación, pero me has abierto los oídos. Por eso dije: Aquí vengo ya. En el pergamino se habla de mí. Hacer tu voluntad, Dios mío, me agrada; tu ley la llevo dentro de mí.” (Salmo 40:6-8, de la traducción de la Septuaginta. Atribuido a Jesús en Hebreos 10:5-7).

Las personas que no creen que la Biblia es un mensaje para todos, sino que miran el Antiguo Testamento como la parte para los judíos mientras que el Nuevo Testamento es la parte para la Iglesia, se confunden grandemente. Estas personas no consideran que así como las dos partes del Libro son obviamente diferentes también están unidas entre sí.

El Antiguo Testamento explicó cómo es que los israelitas estaban supuestos a comportarse mientras que el Nuevo Testamento toma algunos de esos comportamientos imperativos y los presenta en el sentido espiritual para mostrarnos lo que nosotros estamos supuestos a creer. Si usted se fija con cuidado se dará cuenta de que las cosas que obviamente están llamadas a ser un comportamiento externo, físico y nacional en el Antiguo Testamento, por lo general se vuelven en creencias internas, espirituales y personales en el Nuevo Testamento.

La señal del pacto

Empecemos con la misma base de la relación de Israel con Dios para mostrarle a usted lo que quiero decir. Un corto tiempo después de que Dios hizo Su pacto con Abraham, le pidió a él y a toda su casa que se circuncidaran como una señal del pacto entre ambos. Dios dijo que a partir de ese momento todo varón mayor de ocho días de nacido debía ser circuncidado o de lo contrario sería excluido de pertenecer al pueblo de Dios (Génesis 17:10-14). Esa era una señal externa, era física, y era nacional.

Ahora escuchemos a Pablo en Romanos 2:28-29. “Pues no es judío el que lo es exteriormente, ni es la circuncisión la que se hace exteriormente en la carne; sino que es judío el que lo es en lo interior, y la circuncisión es la del corazón, en espíritu, no en letra.

La circuncisión era una señal externa y física, una marca de identificación que todo varón israelita debía tomar para ser parte de la nación. La marca que la remplazó en el Nuevo Testamento es una marca espiritual la cual ninguna persona puede ver, y es la que Dios nos da. “Dios es el que nos mantiene firmes en Cristo, tanto a nosotros como a ustedes. Él nos ungió, nos selló como propiedad suya y puso su Espíritu en nuestro corazón, como garantía de sus promesas” (2 Corintios 1:21-22).

Y en Gálatas 3:28-29 Pablo escribió, “Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos ustedes son uno en Cristo Jesús. Y si ustedes son de Cristo, ciertamente linaje de Abraham son, y herederos según la promesa” La circuncisión se había convertido en interna, espiritual, y personal.

Cuando se dio la Ley

Más tarde, en el monte Sinaí, Dios dijo, “Si ahora ustedes me son del todo obedientes, y cumplen mi pacto, serán mi especial tesoro entre todas las naciones. Aunque toda la tierra me pertenece, ustedes serán para mí un reino de sacerdotes y una nación santa” (Éxodo 19:5-6). Dios estaba agregando el sistema más elaborado y detallado de comportamiento religioso y social jamás diseñado. Tenía 613 leyes que obedecer, restricciones dietéticas que seguir, sacrificios diarios para toda clase de violaciones, y toda la gente tenía que obedecer. Todo eso era un comportamiento externo, físico y nacional.

¿Y que se hicieron todas esas leyes, restricciones y sacrificios? ¿Esa obra religiosa interminable que Dios requería de todos los judíos? Según la cita del Salmo 48:6-8 anterior, nada de esto le agradaba a Dios. Su único propósito era poner a un lado los castigos que merecían los israelitas por sus pecados hasta que el Redentor viniera a pagar esos castigos en nombre de ellos. Jesús dijo que Él no había venido a abolir la Ley sino a cumplirla (Mateo 5:17).

“Entonces le dijeron: ‘¿Qué debemos hacer para poner en práctica las obras de Dios?’

Respondió Jesús y les dijo: ‘Esta es la obra de Dios, que ustedes crean en el que él ha enviado.’” (Juan 6:28-29).

El comportamiento externo, físico y nacional del Antiguo Testamento se ha vuelto en una creencia interna, espiritual y personal en el Nuevo Testamento.

El Sabbath

El Sabbath era un día de descanso, un día santo. Dios había trabajado durante seis días en la Creación. En el día séptimo la obra de la creación había sido terminada y Él descansó (Génesis 2:2-3). Como un memorial, Él les ordenó a los israelitas que hicieran lo mismo (Éxodo 20:8-11). Cualquier persona que fuera sorprendida trabajando en un Sabbath sufriría la muerte física (Números 15:32-36). Un comportamiento externo, físico y nacional.

Pero Jesús trabajaba en el Sabbath (Juan 8:14-16), y Pablo escribió que mientras algunas personas consideran un día más sagrado que otro, otras consideran todos los días iguales. Él dijo que cada quien debería estar completamente convencido y convencida en su propia mente (Romanos 14:5). ¿Es que el Sabbath se había vuelto opcional?

Luego el escritor de Hebreos explicó que la Ley del Sabbath era simbólica del reposo en el cual una persona creyente entra después de ser salva. De igual manera como el Señor reposó cuando la obra de la creación terminó, nosotros debemos reposar en el Señor cuando somos salvos porque tan pronto como aceptamos el perdón que Él pagó por nosotros, la obra de la salvación está hecha. Somos una nueva creación (Hebreos 4:9-11; 2 Corintos 5:17). Es una creencia interna, espiritual y personal.

Aquellas personas que continúan esforzándose ya sea para ganar o para mantener su salvación están mostrando con ello que realmente aun no son salvas. De hecho estas personas están dependiendo en sus propias obras y no están reposando en la obra completamente terminada que el Señor hizo por ellas. Puesto que sus obras nunca serán suficientes se están programando para la muerte espiritual.

El Pan del Cielo

¿O que hay del maná que Dios les envió a los Israelitas en el desierto? (Éxodo 16) Todos ellos tenían que salir a buscar su propia ración, ninguna persona podía recoger la ración de alguna otra, y todas recogían lo suficiente. Eso las mantuvo vivas en el desierto. Un comportamiento externo, físico, y nacional.

Jesús se llamó a Sí mismo el Pan del Cielo y dijo que el maná lo simbolizaba a Él. Cualquier persona que lo comía nunca tendría hambre. (Juan 6:31-35). Pero cada persona tiene que obtenerlo para ella misma, nadie lo puede obtener para alguien más y todas las personas tendrán lo suficiente para ser salvas para siempre. Una creencia interna, espiritual y personal.

Hay muchos otros ejemplos que podríamos usar, pero yo creo que ustedes ya entendieron la idea. Hebreos 10:1 dice que la Ley es solamente una sombra de las cosas buenas que vienen y no las realidades de ellas. La realidad es Jesús y todo el Libro habla de Él.

Una nueva creación

Los fariseos fueron el mejor ejemplo del comportamiento apropiado en el Antiguo Testamento jamás visto, pero Jesús dijo que nuestra justicia tenía que ser mayor que la de ellos para poder entrar en el Reino de los Cielos (Mateo 5:20). Él dijo que ellos lucían muy bien por fuera pero por dentro estaban llenos de huesos de cadáveres humanos y llenos de inmundicia (Mateo 23:27). Los cobradores de impuestos y las prostitutas se les adelantarían en el Reino (Mateo 21:31).

Jesús dijo eso debido a que la obediencia de ellos a la Ley era un acto de su propia voluntad y un asunto de auto disciplina en vez de tener un corazón cambiado. Era un comportamiento externo y físico. Estas personas no habían nacido de nuevo. Sus espíritus no eran uno con el Espíritu de Dios. Se habían entrenado a sí mismas para aparentar ser buenas por fuera pero por dentro no habían cambiado del todo. Estas personas no eran una nueva creación.

Eso es debido a que ninguna persona puede re-crearse a sí misma. No somos pecadores porque pecamos, pecamos porque somos pecadores. Es nuestra naturaleza. La única manera en que podemos escapar del juicio de Dios es porque Dios envió a Su Hijo a pagar el castigo debido a nuestros pecados. Nuestro comportamiento por sí solo no es suficiente, no importa lo ejemplar que fuese.

Pablo dijo que ninguna persona será considerada justa por guardar la Ley, sino que la justicia aparte de la Ley ha sido manifestada. Es la justicia de Dios que se recibe por medio de la fe en Jesucristo, para todas las personas que creen en Él (Romanos 3:21-22). Es una creencia interna, espiritual y personal.

De modo que si alguno está en Cristo, ya es una nueva creación; atrás ha quedado lo viejo: ¡ahora ya todo es nuevo!Al que no cometió ningún pecado, por nosotros Dios lo hizo pecado, para que en él nosotros fuéramos hechos justicia de Dios” (2 Corintios 5:17, 21).

Desde la perspectiva de Dios toda persona que es nacida de nuevo ya se ha convertido en una nueva creación a pesar de que aún nos vemos a nosotros mismos de la misma manera anterior. Pablo aún fue más allá al decir que cuando él pecó Dios lo vió como si él no hubiera pecado sino que era la naturaleza pecaminosa que habitaba en él (Romanos 7:20).

Él también dijo que todo lo que se había escrito en el pasado fue escrito para nuestra enseñanza (Romanos 15:4). En este caso la lección que estamos supuestos a aprender es que el mejor comportamiento externo y físico que la persona pueda tener se queda completamente corto ante los estándares de Dios.

Israel demostró que aplicando el poder de la voluntad y la auto-disciplina para comportarse de la manera que Dios les ordenó, siempre resultó en rebelión, porque todo eso era un comportamiento externo que crecía en resentimiento. No había ningún cambio externo. La humanidad volverá a demostrar este punto en el Milenio. Un período de 1000 años de un gobierno perfecto regido por el mismo Señor, con Satanás atado en cadenas, finalmente resultará en una rebelión a escala mundial (Apocalipsis 20:7-10).

Solamente un corazón nuevo podrá resolver el problema, y eso solamente sucederá cuando nuestros cuerpos mortales, perecederos y corruptibles sean cambiados. La paga del pecado es muerte, escribió Pablo (Romanos 6:23), y la muerte será el último enemigo a ser destruido (1 Corintios 15:26). Mientras que en el mundo haya seres humanos en cuerpos naturales habrá pecado, sin importar las circunstancias externas que existan.

Empezando con el Rapto de la Iglesia, Jesús se concentrará en destruir a este enemigo. Él tiene que reinar hasta que eso se lleve a cabo (1 Corintios 15:25). En el Rapto, nosotros los que vivimos, junto con los muertos en Cristo, seremos cambiados de mortales a inmortales (1 Corintios 15:51-53). En la Segunda Venida los santos del Antiguo Testamento y los creyentes de la tribulación que murieron por su fe tendrán una experiencia similar (Daniel 12:1-2; Apocalipsis 20:4). Al final del Milenio lo mismo les sucederá a los creyentes del milenio. (A pesar de que el tema del juicio ante el Gran Trono Blanco es el de los incrédulos de todos los tiempos, Apocalipsis 20:15 nos da una pista de que los creyentes de la Era del Milenio serán perdonados.)

Durante este tiempo Jesús habrá destruido todo dominio, autoridad y poder que está en conflicto con la voluntad de Dios (1 Corintios 15:24). La palabra griega traducida destruido significa desactivar o hacer algo inoperable. La palabra para dominio significa origen. Autoridad significa agencia, la habilidad de una persona para ejecutar lo que escoge hacer. Y poder significa fuerza. Esto quiere decir que cuando seamos perfeccionados el Señor va a disolver nuestro poder de escogencia. Ya sea que nuestro origen fuera angelical o humano, ya no tendremos el deseo ni la fuerza para rebelarnos en contra de la voluntad de Dios. Ya no habrá más pecado. La muerte habrá sido conquistada.

En ese momento, toda la creación de Dios estará finalmente en paz, en armonía perfecta con la voluntad de nuestro Creador para siempre. ¡Aleluya! 03/03/2012