Miércoles, 15 de octubre de 2014
Un estudio bíblico por Jack Kelley
Cada vez que le doy respuesta a una pregunta sobre los sacrificios de animales en el Milenio, recibo más preguntas sobre el tema. Si Jesús murió una sola vez por todos, por los justos y por los injustos, me preguntan, ¿entonces estamos seguros de que los sacrificios de animales van a volver a ser parte de la rutina diaria, como lo fueron en el Antiguo Testamento? Si eso es así, ¿por qué? Averigüémoslo.
Tomaremos la pregunta más fácil de primero. La característica más prominente de Israel en el Milenio será su Templo, así que en nuestra investigación por una respuesta, empecemos por ahí. El Templo tendrá un atrio exterior y uno interior. Cada uno tiene puertas mirando hacia el este, el norte y el sur. En la entrada de cada puerta interior hay una cámara para preparar el sacrificio de los animales, u holocausto (Ezequiel 40:38-39), lo cual será la orden del día durante la Era del Milenio. Habrá sacrificios para el año, el mes, la semana y el día, además de los sacrificios para las tres festividades levíticas, la Pascua (toros y carneros pero ningún cordero), los Panes sin Levadura, y los Tabernáculos. Todo esto se describe con todo el detalle en Ezequiel 45:13—46:25.
Entonces, ya sabemos que se sacrificarán, de forma regular, animales durante el Milenio. Estos sacrificios serán el sacrificio por el pecado, el holocausto y la expiación, igual que en Levítico. Lo que Ezequiel no discutió es porqué estos sacrificios van a ser necesarios. Para eso tenemos que buscar en otros lugares.
Es La Ley
Primero, un pequeño repaso. Los sacrificios en el Antiguo Testamento, a pesar de ser requeridos, eran solamente para beneficio de aquellas personas que entendían su propósito simbólico. En el Salmo 51:16-17, David escribió:
“Porque no quieres sacrificio, que yo lo daría; no quieres holocausto. Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios”.
A menos que fueran presentados con la actitud correcta, los sacrificios de animales no le eran agradables a Dios. Las personas que ofrecían sacrificios tenían que admitir su naturaleza caída y creer que los animales que ofrecían simbolizaban un Redentor venidero el cual un día los restauraría.
Pero con el correr del tiempo, el motivo se olvidó y solo permanecieron los rituales. En Isaías 29:13 Dios dijo:
“Porque este pueblo se acerca a mí con su boca, y con sus labios me honra, pero su corazón está lejos de mí, y su temor de mí no es más que un mandamiento de hombres que les ha sido enseñado”.
Y en Isaías 66:2-3 Él explicó cuán repulsivos le son los sacrificios sin contrición ni fe, los cuales son los únicos motivos apropiados:
“Pero miraré a aquel que es pobre y humilde de espíritu, y que tiembla a mi palabra. El que sacrifica buey es como si matase a un hombre; el que sacrifica oveja, como si degollase un perro; el que hace ofrenda, como si ofreciese sangre de cerdo; el que quema incienso, como si bendijese a un ídolo”.
De estos ejemplos queda claro que los creyentes del Antiguo Testamento estaban obligados a ofrecer sacrificios, tanto para admitir su pecaminosidad como para creer que un Redentor vendría a salvarlos. Así como la Ley del Señor es perfecta (Salmo 19:7), el hombre natural no puede guardarla. Por consiguiente, “ya que por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él; porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado” (Romanos 3:20). La Ley fue dada para enseñarnos que no podemos guardar sus requisitos y por eso necesitamos de un Redentor para que nos redima del castigo de la Ley. No lo podemos hacer por nosotros mismos.
Luego Viene La Gracia
La Era de la Gracia comenzó en Pentecostés y terminará con el Rapto. Esto tiene sentido cuando consideramos que en Efesios 2:7 Pablo dijo que por medio de la Iglesia Dios desea demostrar las abundantes riquezas de Su gracia en los siglos venideros. Para lograr esto, Él hizo que nuestra relación con Él fuera diferente a la de cualquier otra persona, antes o después. En Efesios 3:8-10 Pablo dijo que él fue elegido por Dios para predicar las inescrutables riquezas de Cristo a los gentiles. Esto era un misterio en el pasado, pero la intención de Dios era que ahora, por medio de la Iglesia, Su múltiple sabiduría les será conocida a los principados y potestades en los lugares celestiales. Eso quiere decir que los ángeles, tanto los fieles como los caídos, sabrán algo de la sabiduría de Dios al estudiar la Iglesia.
Entonces, tanto los ángeles del cielo como las generaciones futuras de la humanidad en la Tierra, verán en la Iglesia la perfección del amor de Dios. En Efesios 2:10 Pablo le llama a la Iglesia la hechura de Dios. La palabra griega significa hacer algo de algo más, como una artesanía. Solamente se usa dos veces en el Nuevo Testamento y en ambos casos describe la obra de Dios como nuestro Creador.
En nuestro caso, Él tomó algo sin valor y lo hizo algo invaluable. Él perdonó todos nuestros pecados por adelantado (Colosenses 2:13-15) haciendo que Su perdón fuera gratuito con sólo pedirlo (Mateo 7:7-8). Cuando pedimos Él comienza desde ese momento a vernos como si fuéramos tan justos como Él es (2 Corintios 5:17, 21) y garantiza nuestra herencia (Efesios 1:13-14). En el Rapto, Él nos transformará para que seamos de hecho lo que ya somos a Su vista (1 Corintios 15:51-53). Luego Él nos galardonará con una porción de Su herencia (Gálatas 4:7), y con un lugar con Su Hijo en los lugares celestiales, mucho más arriba que todo principado y autoridad y poder y señorío, y todo título que pueda ser otorgado, no solamente en la era presente sino en la venidera (Efesios 1:20-21 & 2:6).
En la era venidera, las personas en la Tierra mirarán hacia arriba y verán la Nueva Jerusalén, hogar de la Iglesia, en una órbita cercana. Será su fuente de luz y a pesar de que nunca podrán visitarla, las descripciones de su belleza y majestuosidad las dejará asombradas. Toda la creación se asombrará ante esta demostración de las incomparables riquezas de la gracia de Dios.
Por eso es que la Iglesia es la hechura de Dios, no la nuestra, y el por qué la Biblia es tan clara sobre el hecho de que nada podemos hacer nosotros para ganar o para mantener nuestra salvación. Para poder ser el ejemplo último de Su gracia, nuestra salvación tiene que depender cien por ciento de Él. Cualquier cosa que hagamos en un esfuerzo para ayudarnos a nosotros mismos, disminuye Su hechura. Ningún otro grupo en la historia de la humanidad ha merecido tan poco y se le ha dado tanto, y así fue como Él lo quiso hacer.
Salvos por gracia, obedientes a la Ley
Pero todo eso se detiene bruscamente con el Rapto, porque la Era de la Iglesia no finalizó la Era de la Ley. Aun durante la Semana Setenta de Daniel (los últimos siete años de la Era de la Ley) queda claro que la vida en la Tierra será muy parecida a lo que fue en el Antiguo Testamento que a lo que era en el Nuevo Testamento. Por ejemplo, los judíos solamente necesitan construir un Templo para poder realizar los sacrificios de animales. Su sistema de adoración lo requiere. Recuerden que a la mitad de la Semana Setenta de Daniel, la abominación desoladora hará cesar el sacrificio y la ofrenda (Daniel 9:27). Eso significa que los sacrificios habrían comenzado a hacerse de nuevo con la construcción del Templo, porque en este momento no se están haciendo.
En un estudio anterior, “La Naturaleza de la Salvación Después del Rapto” (27 de marzo de 2014), yo mencioné que los creyentes después del Rapto, ya sean judíos o gentiles, no disfrutarán del sello del Espíritu Santo como una garantía de su herencia. La Seguridad Eterna es una bendición para la Iglesia solamente y termina cuando finaliza la Era de la Gracia con el Rapto. Dos pasajes en Apocalipsis ilustran este caso.
1. “Aquí está la paciencia de los santos, los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús” (Apocalipsis 14:12).
Hablando sobre los tiempos peligrosos después de la imposición de la marca de la bestia, el Señor hizo que Juan dijera que la obediencia y la fe serían un requisito para los creyentes de la tribulación, mientras que la Iglesia es salva por gracia mediante la fe solamente.
2. “He aquí, yo vengo como ladrón. Bienaventurado el que vela, y guarda sus ropas, para que no ande desnudo, y vean su vergüenza” (Apocalipsis 16:15).
Cuando se usa de manera simbólica, el vestido siempre representa la justicia. Observen que es la responsabilidad del creyente en la tribulación el mantener su justicia. Esta no le es impuesta solamente por la fe, como lo fue en nuestro caso.
Inmediatamente después de la Segunda Venida, el Templo será purificado y los sacrificios de animales en la tierra se reanudarán. El hecho de que había sacrificios de animales antes de la Iglesia y que habrá sacrificios de animales después de la Iglesia, nos muestra que estos no fueron eliminados del todo cuando Jesús vino, sino que fueron suspendidos durante la Era de la Gracia. (En la Nueva Jerusalén, hogar de la Iglesia, no hay ningún Templo [Apocalipsis 21:22]. Habiendo sido nosotros el Templo del Señor durante los últimos 2000 años, veremos que en el Milenio Él será nuestro Templo.)
La vida en el Milenio
En el Milenio, la gente de la Tierra ofrecerá sacrificios una vez más como una aceptación de su estado caído, de la misma manera como se hacía en el Antiguo Testamento, pero ahora será una evidencia de su creencia de que el Redentor ha llegado. Según el Salmo 2 la relación de los creyentes con el Señor será igual a como lo fue para Israel en el Antiguo Testamento.
“Yo publicaré el decreto; el SEÑOR me ha dicho: Mi hijo eres tú; yo te engendré hoy. Pídeme, y te daré por herencia las naciones, y como posesión tuya los confines de la tierra. Los quebrantarás con vara de hierro; como vasija de alfarero los desmenuzarás.
Ahora, pues, oh reyes, sean prudentes; admitan amonestación, jueces de la tierra. Sirvan al SEÑOR con temor, y alégrense con temblor. Honren al Hijo, para que no se enoje, y perezcan en el camino; pues se inflama de pronto su ira” (Salmo 2:7-12).
Suficiente para un Jesús manso y humilde. Y recuerden, en nuestro reciente estudio sobre Isaías vimos que no solamente será Israel el que estará bajo el gobierno del Señor, sino también toda la Tierra.
Acontecerá en lo postrero de los tiempos, que será confirmado el monte de la casa del SEÑOR como cabeza de los montes, y será exaltado sobre los collados, y correrán a él todas las naciones (los gentiles)” (Isaías 2:2).
La palabra “monte” es simbólica del gobierno. Toda la Tierra será una teocracia con el Señor como Rey.
“Y vendrán muchos pueblos, y dirán: Vengan, y subamos al monte del SEÑOR, a la casa del Dios de Jacob; y nos enseñará sus caminos, y caminaremos por sus sendas. Porque de Sion saldrá la ley, y de Jerusalén la palabra del SEÑOR” (Isaías 2:3).
La palabra hebrea traducida Ley en el versículo 3 es Tora. Así que la Ley de la que se habla aquí es la Ley de Moisés, y todo el mundo tendrá que obedecer.
“Y juzgará entre las naciones, y reprenderá a muchos pueblos; y volverán sus espadas en rejas de arado, y sus lanzas en hoces; no alzará espada nación contra nación, ni se adiestrarán más para la guerra” (Isaías 2:4).
Este versículo generalmente se cita dentro del contexto de la paz. Pero también significa que tampoco habrá ninguna Naciones Unidas ni una Corte Internacional de Justicia. Tampoco ninguna nación tendrá el derecho soberano de contender con otra. La Palabra del Señor será la Ley en la Tierra y no habrá ninguna apelación. Este será el “Nuevo Orden Mundial” del Señor, y Él no tolerará ninguna alternativa.
Zacarías también nos da un vistazo de Su gobierno Milenial.
“Y todos los que sobrevivieren de las naciones que vinieron contra Jerusalén, subirán de año en año para adorar al Rey, al SEÑOR Todopoderoso, y a celebrar la fiesta de los tabernáculos. Y sucederá que los de las familias de la tierra que no subieren a Jerusalén para adorar al Rey, al SEÑOR Todopoderoso, no vendrá sobre ellos lluvia. Y si la familia de Egipto no subiere y no viniere, sobre ellos no habrá lluvia; vendrá la plaga con que el SEÑOR herirá las naciones que no subieren a celebrar la fiesta de los tabernáculos. Esta será la pena del pecado de Egipto, y del pecado de todas las naciones que no subieren para celebrar la fiesta de los tabernáculos” (Zacarías 14:16-19).
Pero, ¿Por Qué?
Viendo el énfasis que se le da a la Ley tanto antes como después de la Iglesia, eso solamente sirve para resaltar la declaración del Señor que Él no vino a abolir la Ley sino a cumplirla (Mateo 5:17). Entonces, los sacrificios de animales han sido suspendidos durante la Era de la Iglesia para demostrar la extensión de la gracia de Dios. Pero nuestro estudio del Milenio muestra que no fueron eliminados para siempre. La razón es la siguiente:
Cuando la Iglesia estudia a Israel nos damos cuenta que el hombre llegó a creer que no necesitaba de un Salvador. Creía que guardando la Ley y ofreciendo los sacrificios era el pago suficiente para sus pecados, a pesar de que aun el Antiguo Testamentos no enseña eso. Cuando los creyentes del Milenio estudien a la Iglesia se darán cuenda que al quedar libres de la Ley y sus sacrificios, lentamente se fue eliminando nuestro disgusto por el pecado, permitiendo que nos volviéramos demasiado complacientes ante su presencia, a pesar de que el Nuevo Testamento no enseña eso tampoco.
Quizás el hombre natural necesita de ambos. Quizás, igual que Israel, necesita la aplicación estricta de la Ley de Dios y de los rituales sangrientos y barbáricos que se originan por su fracaso en guardarla, para que de esa manera no olvide las terribles consecuencias del pecado. Y quizás, como la Iglesia, necesita estar seguro que Dios envió un Salvador para que hiciera por él lo que él no puede hacer por sí mismo. Y eso es el salvarlo de esas consecuencias.
En Israel Dios demostró la perfección de Su Ley. En la Iglesia son las abundantes riquezas de Su Gracia. En el Milenio, la gente de la Tierra experimentará ambas de manera simultánea. Ya casi se escuchan los pasos del Mesías. 23/05/09.