Miércoles, 2 de noviembre de 2016
Un estudio bíblico por Jack Kelley
El amor de Dios cuando una persona empieza la aventura de una eternidad.
Comenzando a darse cuenta de cómo ha sido conocido (1 Corintios 13:12) finalmente Jorge puede tener un brillo del conocimiento de la promesa de Pablo que “Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman” (1 Corintios 2:9).
¿Estás feliz ahora?
Se ha dicho que el niño promedio es más feliz que el adulto promedio, y una de las razones es que los niños pasan la mayor parte de su tiempo obteniendo nuevos conocimientos y adquiriendo nuevas destrezas, mientras que los adultos pasan la mayor parte de su tiempo repitiendo lo que ya han aprendido. Otra razón es que los niños no han sentido mucho los fracasos y, por lo tanto, tienen muy poco temor o ninguno del todo.
Si eso es cierto, imagínese lo contento que este amigo Jorge puede estar ahora. Él pasará toda la eternidad obteniendo nuevos conocimientos (como por ejemplo, entrevistando a los autores de los 66 libros que él leyó durante tanto tiempo y recibir las visiones de Quien dirigió sus pensamientos para que los escribieran), y aprender nuevas destrezas (como viajar en el tiempo a la velocidad del pensamiento y cómo tener acceso a esa tercera parte de su cerebro la cual la ciencia terrestre no le encontró ningún uso). Jorge nunca fue muy temeroso, pero cualquier pequeño temor que pudo haber tenido, ha desaparecido y el concepto del fracaso ya es totalmente extraño a su nueva existencia.
Habiendo escapado de las ataduras del espacio y del tiempo, y habiendo sido despojado del pecado que nos contamina a todos, y habiendo recibido el galardón de esa única decisión que llenó el propósito de su vida, él está, finalmente, convirtiéndose en el ser que fue creado a ser; la obra de arte de Dios (Efesios 2:10).
Pero, falta algo
Solamente hay una cosa que Jorge está añorando aún más que cuando estaba en la tierra: El Rapto. Es que el espíritu de Jorge—esa parte de él que es él, su mente, voluntad y emociones—está con el Señor, pero su cuerpo ha vuelto a la tierra y está aguardando el Rapto. Pablo enseñó que “Así que vivimos confiados siempre, y sabiendo que entre tanto que estamos en el cuerpo, estamos ausentes del Señor (porque por fe andamos, no por vista); pero confiamos, y más quisiéramos estar ausentes del cuerpo, y presentes al Señor” (2 Corintios 5:6-8). Pero su cuerpo regresó al polvo la tierra del cual provino (Génesis 3:19).
Pero en el Rapto todo eso cambia. “Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero” (1 Tesalonicenses 4:16). En ese momento Jorge será reunido con las dos cosas que verdaderamente ama y extraña; su cuerpo, recreado, mejorado y perfeccionado, y sus seres queridos en la tierra. “Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor” (1 Tesalonicenses 4:17).
Ahora sí soy feliz
Luego, el gozo de Jorge, y el nuestro, será completo. Fuimos creados para ser seres físicos y necesitamos de un cuerpo físico para experimentar completamente todo lo que la eternidad nos tiene guardado. Los muertos serán resucitados en versiones perfectas e inmortales de sus cuerpos anteriores, mientras que los nuestros serán transformados de mortales a inmortales.. Como lo declaró Job, “Yo sé que mi Redentor vive, y al fin se levantará sobre el polvo; y después de deshecha esta mi piel, en mi cuerpo he de ver a Dios; al cual veré por mí mismo, y mis ojos lo verán, y no otro, aunque mi corazón desfallece dentro de mí” (Job 19:25-27). Pablo concuerda: “Porque es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad” (1 Corintios 15:53). Aun la creación, maldecida por el pecado de nuestros primeros padres, no puede ser liberada de su atadura hasta que seamos raptados y recibamos nuestros cuerpos perfeccionados. “Porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios” (Romanos 8:19).
A pesar de que los logros terrenales más admirados de Jorge han sido expuestos en el fuego del juicio como madera, heno y hojarasca (1 Corintios 3:12-14), eso no es de menos importancia en su posición ante Dios, ni ha sido olvidado en su mente, él no ha olvidado a sus seres queridos que dejó atrás, y al haber tenido un vistazo de lo que a todos nos espera, anhela aún más esa reunión de lo que nosotros lo hacemos.
A Jorge lo amamos y nos hace falta, pero aún no ha visto lo último de nosotros. En la vida tú quisiste llegar allá antes que el resto, pero en cualquier momento ahora volveremos a estar juntos, y esta vez lo será para siempre.