Está bien, soy salvo. ¿Y ahora qué?

Miércoles, 29 de abril de 2015

Un Estudio Bíblico por Jack Kelley

Por lo tanto, si alguno está en Cristo, es una nueva creación. ¡Lo viejo ha pasado, ha llegado ya lo nuevo! (2 Corintios 5:17). En todo caso, vivamos de acuerdo con lo que ya hemos alcanzado (Filipenses 3:16).

Estos dos versículos resumen todo lo que el Nuevo Testamento tiene que decir acerca de la vida después de la salvación. Una vez que somos salvos Dios nos ve como una nueva creación. Observen el uso del tiempo pasado perfecto en estos versículos; las cosas viejas pasaron, las nuevas han llegado, ya lo hemos alcanzado. Nosotros no nos hacemos a nosotros mismos una nueva creación, ya hemos sido hechos una nueva creación. Ese no es un proceso que emprendemos por llevar a cabo una dura tarea ni por el auto sacrificio. Ni siquiera es algo que sucede en el tiempo por medio de una sumisión cuidadosa a los aguijonazos del Espíritu Santo. Eso ya ha sucedido. Hebreos 10:12-14 afirma claramente que el sacrificio de una-vez-por-todas del Señor es lo que nos ha hecho perfectos para siempre. (Nos ha hecho, no que nos está haciendo, o que nos hará.)

Efesios 1:13-14 dice que eso se llevó a cabo en el momento en que creímos, y el sello del Espíritu Santo se nos impuso en ese momento para garantizar nuestra herencia. 2 Corintios 1:21-22 añade que de ahí en adelante Dios es el que nos mantiene firmes en Cristo, tanto a nosotros como a ustedes. Él nos ungió, nos selló como propiedad suya y puso su Espíritu en nuestro corazón, como garantía de sus promesas.

Esto expande 1 Corintios 6:19-20 en donde Pablo dijo que no somos de nosotros mismos, sino que hemos sido comprados por precio. Esto significa que nuestro destino ya no está bajo nuestro control sino que ha sido tomado por el mismo Dios. Si tratamos de alejarnos, Él nos atrapará y nos traerá de vuelta, de la misma manera como un pastor trae a una oveja que se ha perdido. Las ovejas no deciden su propio destino. El dueño es quien lo determina, y es la responsabilidad del pastor hacer que eso suceda. Leamos de nuevo lo que Jesús dijo acerca de eso,

Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió. Y esta es la voluntad del Padre, el que me envió: Que de todo lo que me diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero (Juan 6:38-39).

Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre. Yo y el Padre uno somos (Juan 10:27-30).

Entonces [Jesús] les refirió esta parábola, diciendo: ¿Quién de ustedes, teniendo cien ovejas, si pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto, y va tras la que se perdió, hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, la pone sobre sus hombros, gozoso; y al llegar a casa, reúne a sus amigos y vecinos, diciéndoles: Gócense conmigo, porque he encontrado mi oveja que se había perdido (Lucas 15:3-6).

No piensen que con esto yo creo que Dios decide quién se salva y quién no. Eso está en contra de las Escrituras (1 Timoteo 2:3-4, 2 Pedro 3:9). Recuerden, nosotros no somos ovejas sino hasta que elegimos ser creyentes.

Como creyentes somos parte del rebaño del Buen Pastor. El destino que Él ha determinado para nosotros sucederá y créanme cuando digo que eso desafía cualquier descripción posible. Él ha estado trabajando durante 2.000 años preparando el lugar en donde moraremos con Él para siempre. Los materiales principales de construcción para nuestro nuevo hogar son el oro puro y las gemas preciosas (Apocalipsis 21:18-20). En un momento que no es conocido de antemano, excepto en que va a preceder los juicios venideros de los tiempos finales, Él nos llamará a subir para encontrarnos con Él en el aire y llevarnos allá, después de lo cual siempre estaremos con Él (Juan 14:1-3, 1 Tesalonicenses 4:16-17).

Todo esto es bien conocido por las personas que durante mucho tiempo han sido seguidoras de gracethrufaith.com; se repite aquí para repasarlo, y de esa forma refrescar nuestra memoria. El sentido de este estudio es el de enfocar nuestra vida como creyentes entre el ahora y cuando Él nos lleve a nuestro nuevo hogar. Si Jesús ha hecho todo, y Dios se ha adueñado de nosotros para asegurar nuestro destino, ¿qué más podemos hacer?

Convirtiéndonos en lo que ya somos

Aquí es donde la segunda referencia que cité al principio entra en juego. En Filipenses 3:16, Pablo escribió, “En todo caso, vivamos de acuerdo con lo que ya hemos alcanzado”. Una vez más observen el tiempo pasado perfecto en la frase “ya hemos alcanzado.” No tenemos que trabajar para obtener eso. Ya lo hemos obtenido. Entonces, ¿qué es lo que ya hemos obtenido?

En Gálatas 4:4-7 Pablo dijo que Jesús había venido a redimirnos para que pudiéramos recibir todo el derecho de ser hijos. Esto confirma lo que dice Juan 1:12-13,

Pero a cuantos lo recibieron, a los que creen en su nombre, les dio el derecho de ser hijos de Dios. Éstos no nacen de la sangre, ni por deseos naturales, ni por voluntad humana, sino que nacen de Dios.

Pablo prosiguió diciendo que puesto que Dios nos ha aceptado como Sus hijos, Él también nos ha hecho Sus herederos. Y eso no es todo. Después de decirnos que en el pasado éramos objeto de la ira de Dios, Pablo escribió lo siguiente en Efesios 2:4-7,

Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia son ustedes salvos), y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús, para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús

Y de nuevo, por favor observen el tiempo pasado de estos verbos. Él nos dio vida, Él nos resucitó con Cristo, Él nos sentó con Él. Desde la perspectiva de Dios estas cosas ya han sido hechas.

Al decir que Dios nos sentó con Cristo, Pablo se refería a Efesios 1:20-21 en donde él dijo,

Resucitándole (a Jesús) de los muertos y sentándole a su diestra en los lugares celestiales, sobre todo principado y autoridad y poder y señorío, y sobre todo nombre que se nombra, no sólo en este siglo, sino también en el venidero.

Así que eso es lo que hemos logrado. Nos hemos convertido en hijos de Dios y en Sus herederos, y nos hemos sentado con Cristo a Su derecha, sobre toda autoridad, todo poder, y todo nombre.

Como miembros de la familia real de Dios, hemos sido liberados de la ley del pecado y de la muerte (Romanos 8:2). Pero esa libertad lleva consigo una gran responsabilidad. En 1 Corintios 10:23 Pablo escribió,

Todo me es lícito, pero no todo conviene; todo me es lícito, pero no todo edifica.

Luego él dijo, “Ninguno busque su propio bien, sino el del otro” (1 Corintios 10:24).

Como parte de la familia real se nos amonesta a seguir las normas del comportamiento apropiado, pero no porque tengamos que proteger nuestro estatus. Nuestro estatus ha sido garantizado por el mismo Dios. Nosotros hacemos eso como representantes de nuestro Señor, quien puso el bienestar de los demás por encima del Suyo propio, hasta el extremo máximo. Pablo dijo que a pesar de que Él era el mismo Dios, Él no exigió ser tratado como tal. En lugar de eso se rebajó a ser el más humilde de los seres humanos, un siervo para los demás, y fue obediente hasta la muerte, y muerte en cruz (Filipenses 2:6-8).

Compare esto con la actitud de algunas personas las cuales nunca podrán ser Dios pero exigen ser tratadas como tal. En la Biblia el anticristo es el modelo extremo de ese comportamiento, al exaltarse a sí mismo encima de todo lo que se llama Dios o es adorado como tal, sentándose en el Templo de Dios y proclamándose ser como Dios (2 Tesalonicenses 2:4).

¿Qué si no lo hago?

Antes de que ustedes piensen que estoy tratando de que se sientan culpables y mejoren su actuación, déjenme declarar con toda claridad de que en última instancia no existe ningún castigo por descuidar el vivir de acuerdo a lo que ustedes ya han obtenido. Usted puede vivir una vida sin frutos aquí, pero no hay ningún poder ni en el cielo ni en la tierra que pueda quitarle a usted el estatus de hijo de Dios. Pablo dijo que aunque todas las cosas que usted haga como creyente sean quemadas en los fuegos del juicio, aun así, usted será salvo y salva (1 Corintios 3:15).

Según Romanos 12:1, el vivir según lo que ya hemos obtenido es un acto voluntario de adoración, una expresión de nuestra gratitud por la misericordia que Dios nos ha mostrado. A través de todas las instrucciones de Pablo acerca de cómo vivir una vida cristiana, nunca encontraremos una amenaza de que el fracaso en comportarnos de una cierta manera sea una causa para que seamos expulsados de la familia de Dios. Nunca podremos perder nuestro estatus regio. Al ofrecer Su cuerpo como pago por nuestros pecados el Señor estaba haciendo un acto voluntario de servicio a Su Padre (Salmo 40:7-8). Si Él hubiera rechazado hacerlo, Él aun permanecería siendo el Hijo de Dios. De la misma manera, al ofrecer nuestros cuerpos como sacrificios vivos, santos y agradables a Dios, ese es nuestro acto espiritual de adoración. Si rehusamos hacerlo todavía permanecemos siendo Sus hijos.

No puedo expresarles a ustedes lo tanto que deseo que esta hubiese sido la enseñanza predominante de la Iglesia con respecto a la vida cristiana, en lugar de escuchar las diatribas del fuego del infierno con las que crecimos tantos de nosotros oyéndolas todos los domingos. Al escuchar hablar a esas personas, parecía que Dios nos amaba lo suficiente como para morir por nuestros pecados mientras nosotros aún lo odiábamos, pero tan pronto como le declaramos nuestro amor, Él determinó marcarnos y que pagáramos por todos los pecados que cometeríamos después. Y si no lo hacíamos seríamos repudiados por Él.

Quizás algunos de ustedes están pensando en unos versículos que han oído que parecen refutar esta idea de la libertad en Cristo. Pero si así fuera, la Palabra de Dios se estaría contradiciendo a sí misma, algo que es imposible que Dios haga. No somos salvos por gracia para luego ser guardados por nuestras propias obras. Tan pronto como usted le añade obras a la ecuación, la gracia queda anulada. Si nuestro comportamiento pudiera ser lo suficientemente bueno como para mantenernos salvos y salvas, habría sido lo suficientemente bueno para habernos salvado en primer lugar, y Dios no habría tenido que enviar a Su Hijo para morir por nosotros.

¿Por qué Él hizo eso?

Jesús no murió para hacer buenas a las personas malas. Él murió para que las personas que estaban muertas en el pecado pudieran vivir. Y Él simplemente no nos puso en el camino de la vida eterna para luego dejarnos a que nosotros hiciéramos el resto. El que comenzó en ustedes la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo (Filipenses 1:6).

Algunas personas tratarán de convencernos de que la presencia del Espíritu Santo en nosotros es lo que hace imposible que podamos volver a pecar. Pero todo lo que tenemos que hacer es observar a las personas cristianas que nos rodean para darnos cuenta de que lo anterior no es así. Lo cierto es que el Espíritu Santo vino para restablecer nuestro poder de elección. Las personas incrédulas en Jesucristo no tienen de dónde elegir su comportamiento porque la única fuente de alimentación que tienen es la de su propia naturaleza pecaminosa. Las personas creyentes en Jesucristo se alimentan tanto de su naturaleza pecaminosa como del Espíritu Santo y de esa manera pueden elegir a cual aceptar.

Pero aun así ese no es un campo de juego nivelado, porque la fuente de alimentación de nuestra naturaleza pecaminosa es la que elegimos por defecto. Es lo que siempre nos hará sentir de lo más normal. Debemos de manera consciente escoger el sobreponernos a esa fuente de alimentación de nuestra naturaleza pecaminosa siguiendo la guía del Espíritu Santo. Por eso algunas personas llaman el seguir la guía del Espíritu Santo como hacer una elección “contraria a lo que uno siente.” Eso no es lo natural para nosotros. Algunas veces olvidamos considerar nuestras elecciones antes de actuar y otras veces nuestra inclinación natural lleva consigo tantos sentimientos fuertes que ignoramos el consejo del Espíritu Santo. Allí es cuando pecamos.

Después de eso, el Espíritu Santo nos convence de nuestro pecado, sentimos remordimiento, y le pedimos al Señor que nos perdone. Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad (1 Juan 1:9). El pecado es perdonado y olvidado de inmediato. Dios puede hacer eso porque Su Hijo ya pagó el castigo por eso, y también por cualquier otro pecado que cometemos o cometeremos.

Escuchemos el testimonio de Pablo de su propia experiencia con el pecado. “Y yo sé que en mí, esto es, en mi cuerpo, no habita el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo. Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago. Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que habita en mí” (Romanos 7:18-20).

Pablo dijo que es como si su espíritu y su cuerpo estuvieran en guerra. Uno se deleitaba en la ley de Dios, mientras que el otro lo hacía prisionero de la ley del pecado. Luego de admitir lo miserable que era debido a este conflicto, él concluyó expresando su agradecimiento a Dios por haberlo rescatado de ese cuerpo de muerte por medio de Jesucristo nuestro Señor (Romanos 7:21-25). Ustedes pueden sentir las emociones detrás de sus palabras ya que cambian de la frustración extrema a la gratitud extrema.

Este es un testimonio admirable y explica por qué el ser salvos y salvas no significa que ya no podemos pecar. El ser salvos y salvas significa que cuando pecamos, Dios ya no lo toma en contra nuestra. Él puede apartar a la persona creyente en Jesucristo de ese comportamiento. Él mira a la persona creyente en Jesús (a nosotros) como una nueva creación, libre de pecado, y le atribuye nuestro comportamiento a nuestra naturaleza pecaminosa, la cual no es parte de la nueva creación. Al inicio de su carta a los Romanos, Pablo escribió que el Rey David, mil años antes, entendió que esto sería el caso antes de que el Señor viniera a la tierra. Citando el Salmo 32:1-2 él escribió,

Bienaventurados aquellos cuyas transgresiones son perdonadas, y cuyos pecados son cubiertos. Bienaventurado el varón a quien el Señor no inculpa de pecado (Romanos 4:7-8).

Cuando Pablo nos amonestó para vivir según lo que ya hemos logrado, nos estaba diciendo que nos detengamos y pensemos antes de actuar y que escuchemos el consejo del Espíritu Santo. De su propia experiencia él sabía que no podríamos librar nuestras vidas del pecado, pero él también sabía que vivir de una manera agradable a Dios es la mejor forma de poder expresarle nuestro agradecimiento por habernos hecho una nueva creación y darnos el increíble regalo de la vida eterna. Selah. 06/04/13.